Llegará el día

No está lejano el día
en que el problema económico tomará el asiento posterior que le corresponde,
y en que la arena del corazón y la cabeza
será ocupada o recuperada por nuestros verdaderos problemas:
los problemas de la vida y las relaciones humanas,
de la creación y del comportamiento,
y de la religión.

John Maynard Keynes





martes, 13 de marzo de 2012

REZAR, ORAR, MEDITAR

Rezar, orar, meditar
Javier Oroz Elfau
Un libro y unas circunstancias me han recordado épocas casi juveniles, hace más de 35 años. Por entonces escribía mi primera novela, que presenté al Planeta y ¿pueden creer que no me lo dieron?… Para la segunda tardé unos 30 años más (hace sólo 4 ó 5 que se publicó), pero eso es otra historia.
El caso es que allí se relataban, entre otras cosas, aventuras digamos espirituales, y aparecían el rezar, orar y meditar. Este blog se detiene hoy, lo dejamos así con mis artículos, libros, bloguerías y demás colgados de la nube, y he pensado poner como punto, quién sabe si aparte o final, algunos párrafos de lo que escribí hace tantos años.

— ¿Qué has hecho encerrado en el monasterio? —preguntaba una de las protagonistas a un cura amigo, que salía de un retiro.
    Rezar, orar, meditar.
    ¿No es lo mismo?
    En principio no, aunque en definitiva, a lo mejor sí que lo es. ¿Quién sabe?
    A ver si te explicas un poco mejor.
    Rezar es una acción mental, es una conversación: pedir el acercamiento al Absoluto con nuestra mente racional. Orar es intentar sentir la realidad e inmediatez de Dios en nuestro interior: es quizás algo más de sentimiento que de raciocinio. Meditar es trascender nuestros pensamientos, contactar con lo que no es mente, ni raciocinio, ni sentimiento, ni pensamiento, ni siquiera personalidad, dentro de nosotros mismos.

Son las siete de la mañana.
Suavemente abandono mis pensamientos. La multitud de ideas y escenas que surgen pierden su consistencia rápidamente al no ser aceptadas como propias, sino como algo ajeno que se puede observar desde fuera, sin identificación.
El silencio interior se va produciendo. Queda el deseo de vaciarse por completo de sí mismo: dejar marchar el ego y apego de sí que dificultan el contacto con los estratos más superiores de mi interior.
La conciencia asciende por el torbellino para irse a situar en el punto más elevado. Desaparecen los últimos restos del loco parloteo del pensamiento. La mente queda fija en una vibración de amor e inmensidad.
La respiración se hace lenta, hasta el punto que parece desaparecer por completo. Los latidos del corazón disminuyen también a la mínima expresión. El cuerpo se diluye y desaparece totalmente de mi conciencia de ser.
Los estados se van sucediendo desde los más materiales a los más sutiles, no con continuidad sino a saltos, uno detrás de otro, claramente diferenciados.
Y allí, tan cerca y tan lejos, ese final que solo se presiente pero cuya sola sospecha constituye la mayor fuente de felicidad que nunca hubiera podido imaginar. El universo se manifiesta en mi mismo. Cada una de mis moléculas, cada uno de mis átomos es el universo.
La verdad está dentro y las barreras que impiden el paso al interior han caído.
Después paz, percepción, invulnerabilidad, conciencia, armonía comprensión, amor.

    Y entonces en los momentos finales de tu vida y tu consciencia ¿qué harás? ¿rezar? ¿orar? ¿meditar?
    No se lo que haré, se lo que me gustaría hacer: Primero pensar en Dios de la forma más pura y desprovista de cosas externas que pudiera; lo mas cercano posible al Espíritu y Verdad de Dios (sin ropajes, imágenes ni aditivos de esos que tanto nos gusta ponerle según nuestras ideas), deseando con todas mis fuerzas mi unión con Él. Esto sería rezar y orar. Después anular mi yo, próximo a extinguirse, para que lo fundamental y eterno que hay en mí saliera voluntariamente hacia esa Unión y completar así las tres cosas, convirtiéndolas en una: rezar, orar, meditar.










domingo, 29 de enero de 2012

GIRA EL MUNDO

Gira el mundo, gira
Javier Oroz Elfau

Si Marx no tenía razón con su economía planificada que se vino abajo
Si Keynes erraba con su economía de intervención, con políticas fiscales de estímulo para paliar las crisis, que trajeron endeudamiento, ineficiencia y más crisis
Si Bismark, al querer parar a las masas revolucionarias, inventando el estado de bienestar e impulsando la protección social,  resulta que nos llevaba al déficit y ahora hay que desmontarlo
Si las bases egoístas del  capitalismo han hecho que  los propios poseedores del capital, los  bancos y agentes financieros, hayan destruido la confianza en el sistema
Si sin confianza, no hay demanda y sin demanda no funciona la economía de mercado
Si nos hemos quedado sin marxismo, sin keynesianismo, sin estado de bienestar, sin capitalismo liberal ni intervenido, sin finanzas y sin mercado
Si nada de eso queda, sólo nos resta la solidaridad, el esfuerzo, la moral y la imaginación que nos lleven a un tiempo nuevo.
¿Que vamos aviados, dicen?… No se pongan así que el mundo gira. Al menos esta noche.

domingo, 15 de enero de 2012

BLOGUERÍAS DE JAVIER (CINCUENTA Y UNA A SESENTA)

Bloguerías (de cincuenta y una a sesenta)
Javier Oroz Elfau
 51.  Es fácil, frecuente y muy efectivo engañar a la memoria: Una vez realizado el engaño, ya lo recordamos como verdad, ya es verdad realmente porque del pasado sólo existe la memoria.

52. El consumidor no analiza; capta.

53. Mi amigo Pepe, sesentón como yo, ha sufrido un descontrol en una de las bajadas de la vida. Pepe perdió el freno y la dirección, y acabó incrustado en la habitación de un sanatorio mental, donde le han echado un remiendo a su psiquis cansada de sueños imposibles y esperanzas frustradas.
Ha sido una estancia corta, ya ha vuelto a casa, y todos sus amigos y parientes le decimos lo bien que está, “mejor que nunca chaval”, y él se pasea por Independencia con una sonrisa inmutable, invariable y fija, diríase que esculpida como gesto perenne en su anterior rostro atormentado.
Lo sabemos todos, no hay engaño: lo que Pepe pasea es la sonrisa química que proporcionan antidepresivos, ansiolíticos, inhibidores de la mao, de la serotonina, tetracíclicos, euforizantes y demás leches en vinagre; ahora su consuelo y refugio en la vida, sus nuevos dioses, se llaman nombres extraños como Prozac, Reneuron o Neupax.

54. Observada desde el enclave de la brevedad de nuestra vida, la ciencia es inoperante, inútil, como esperanza inmediata y personal.

55. La eternidad consiste en estar fuera del tiempo. La eternidad no es tiempo infinito sino ausencia de tiempo. No es que haya mucho; es que no existe.

56. Una vida llena de éxitos mediocres y fracasos brillantes.

57. Actuar con voluntad libre es más difícil y raro que lo que creemos. Primero es el pensamiento, luego la consciencia de él; solo después puede empezar a actuar la voluntad libre.

58. Estoy completamente decidido: mañana lo haré seguramente.  

59. No sé si estoy en este espacio-tiempo, o soy este espacio-tiempo, o me  muevo por este espacio-tiempo, o lo creo con mi movimiento o es una de mis cualidades.

60. Se han descubierto documentos que prueban que Alonso Quijano existió realmente. De ellos se desprende que Cervantes y él estuvieron juntos en la cárcel. Alonso Quijano era un ladrón, y salteador de caminos y por eso, con su cómplice el sanguinario Sancho, fue a parar a la cárcel. Tardó mucho en caer porque nadie sospechaba su doble vida. Era un hidalgo que estaba completamente arruinado y no teniendo escrúpulos se convirtió en ladrón,  ideando la historia de su locura de caballero andante para cubrir  sus ruines escapadas.

jueves, 12 de enero de 2012

EL FINAL DE ESTE MUNDO

El final de éste mundo
Javier Oroz Elfau
No me refiero al tema insistente, y tan reiterativo estos días, de que los mayas terminaron su calendario en 2012; más bien pienso que se les acabó el papel fabricado con la corteza del árbol “amate“, que usaban para el asunto. Tampoco me impresionan demasiado las cuartetas de Nostradamus cuyas predicciones se pueden adaptar a esas mismas fechas, pero también a otras, como todas las suyas. Ni siquiera esas leyendas sobre los papas que restaban hasta el fin del mundo, atribuidas a San Malaquías, que están ya agotadas en este papa o en el anterior, y por tanto parecerían mostrar que era la hora de cerrar la tienda: cerrar la tierra y el último que apague la luz. No voy por allí, pero creo que todos, o muchos, estamos sintiendo un cierto aire “viscontiano” en el ambiente; no del final del mundo sino del término de “éste mundo”, de ésta época, de ésta organización económica, política y social. Todo el mundo habla de "cambio" y ningún político tiene el menor  empacho en pregonar y predicar grandes reformas, “cuasirevoluciones”, por muy conservadores que sean y por mucho que ellos mismos representen "lo establecido". Puede ser, quizás, una nueva versión del manido truco de que "todo debe cambiar para que todo siga igual", pero no se fíen, a lo mejor esta vez va de verdad.
Esta crisis ha ido dando tumbos interpretativos hasta que finalmente ha quedado definida; ya sabemos lo que es: el dinero no circula, el río ya no fluye, se estanca por mucho que metamos en la corriente monetaria miles de millones, como nunca antes se hizo. Fíjense que eso debía dar lugar a una inflación desatada, a una nueva burbuja antes de que se pasen los efectos de la pasada, pero no es así, el dique del miedo contiene la demanda, este mundo capitalista se detiene y mira alrededor a ver si hay algún otro mundo del mismo género suelto por ahí.
Y haberlo haylo, pero de momento no es bonito: el capitalismo emergente es más duro y egoísta que el que hay, competitivo hasta extremos inhumanos tanto en la producción como en la distribución. Sin costes de bienestar, con explotación laboral, con mucho sudor y esfuerzo en la vida diaria, escasa retribución y nula protección, con epidemia individualista como secuela, con el sálvese quien pueda rondando los pensamientos y las acciones. Hay países emergentes, ya nuevos capitalistas, que presentan la peor cara de los capitalismos conocidos, y resulta que son precisamente esos sistemas los que protagonizan en exclusiva el crecimiento. Occidente entrega el testigo, la supremacía avanza con otras culturas, otras costumbres, otras creencias y otra moral, precisamente cuando las nuestras se desquician, debilitan o desaparecen, empujándonos así hacia el final de éste mundo.

jueves, 5 de enero de 2012

BESÓS STORY

Besós story
Javier Oroz Elfau
Recuerden: West side story, la pandilla de americanos, hijos de inmigrantes europeos, están reunidos porque se está produciendo un incidente belicoso más, en su eterna contienda contra otra banda de inmigrantes portorriqueños. El más joven se pregunta si esa violencia merece la pena por defender un territorio y una vida tan cutre. El jefe Rick le contesta: “cierto, son sólo calles malolientes, solares llenos de basuras y un campo de baloncesto desvencijado, pero resulta que es todo lo que tenemos”.
Besós, barrio marginal de Barcelona, un grupo de inmigrantes senegaleses ocupan una calle para jugar al fútbol en ella. Un hombre maduro de etnia gitana lanza sus imprecaciones: es su calle y molestan a los vecinos de su misma etnia. La subsiguiente lucha entre los dos bandos degenera, salen armas de fuego y el resultado es un muerto y un barrio en peligrosa efervescencia.
Son luchas que tienen mucho más de marginalidad que de racismo;  si les discuten su “hábitat” hasta entonces indiscutido por indeseado, ¿qué les queda? En otra película memorable “En el calor de la noche”, se sentencia ese aparente racismo violento entre marginados por la pobreza y marginados por pobreza y color, conjuntamente: Si no eres más que un negro, decía un blanco miserable para explicar su ataque racista, no eres más que nadie.
Ha llegado el crecimiento cero o negativo, el progreso se ha detenido y no hay ahora salida por arriba, las perspectivas no son de mejora, sino como mucho de mantenimiento. Lo que cada uno tiene es un máximo. Cuando una economía produce cada año lo mismo que el anterior, cuando se llega al crecimiento cero, todo lo que uno adquiere de más de un año respecto al anterior, lo pierden otros, uno no puede hacerse rico más que por sustitución, cada nuevo rico es un nuevo pobre; hasta el deseo de prosperar es, en sí mismo, un acto contra alguien.
En estas circunstancias que nadie me toque mi territorio… Y cuánto más desangelado sea mayor defensa porque detrás no hay nada. El veneno se propaga así, fácilmente: En Besós y en el West Side no quieren que portorriqueños ni senegaleses jueguen allí. En otros lados, en otros barrios, es ahora más fácil caer también en el dislate de no querer tampoco que otros extranjeros u otros nacionales jueguen con “nuestros” juegos; ahora no tenemos ni vamos a tener otros. El veneno corre.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL BOTÓN

El botón
Javier Oroz Elfau
Ha llegado el cambio. Se ha ido Zapatero y tenemos a Rajoy. Y suena mejor Rajoy en su versión actual de hidalgo presidente, digno y veraz, responsable y decidido, humilde y educado; mucho mejor que hundido en la ramplonería y las cortas miras del opositor que busca minar la credibilidad de su oponente. El presidente Rajoy ha dado la impresión que en este papel de estadista se encuentra más a gusto, que es más auténticamente él mismo. Por el bien de todos hay que desear que así sea, porque hora es de un poco de grandeza desde todos los ámbitos. Todo por la táctica y poco por la ética, ha sido pauta de conducta política, y eso ahora es contraproducente, incluso justamente para ganarse tácticamente a la opinión pública. Esperemos que no sólo el partido en el poder, tal como apunta el discurso del nuevo presidente, sino la oposición lo vean así.
Hora sería pues de que se declare una epidemia general de generosidad,  de aceptar el sacrificio de parte de lo propio en lo posible, pero no es fácil. De momento toda petición, o imposición, de recortes, en todos los ámbitos, toda expresión del ajuste tiene la contestación de “a mi no”, “lo mío es necesario, lo del otro superfluo”. Es natural, desde luego y nadie estamos libres de esa actitud: “es hora de que nos sacrifiquemos todos vosotros”, es la canción que mejor solemos y sabemos entonar. Nadie queremos apretar el botón.
¿De qué botón habla éste ahora?, se preguntarán con motivo. Es algo que me viene a la cabeza, una vieja historia, pláticas y reflexiones de otro tiempo: En Papá Goriot de Balzac en una conversación entre Rastignac y Vautrin discuten si, siendo posible obtener una fortuna inmensa mediante la muerte de un mandarín en China con sólo hacer un gesto, lo harían o no. La meditación se aplicaba a pensar que si sólo con el gesto de apretar un botón se estableciera de inmediato un nivel de igualdad entre los seres humanos que erradicara definitivamente la pobreza, se apretaría o no. ¿Cuántos de nosotros lo haríamos? ¿Cuántos dudaríamos? ¿Cuántos nos negaríamos?
Significaría, por supuesto, un reparto, Habría que imaginar para nosotros mismos, para nuestros hijos, para todo nuestro entorno un género de vida diferente en el que poseeríamos menos cosas que en el presente. Y todo dependería de la decisión personal completamente anónima de apretar o no un botón.
Imaginemos pues que estamos solos delante del botón, nadie sabrá nada y la crisis terminará, los ajustes quedarán realizados, el crecimiento podrá continuar si Vd. o yo apretamos el botón. Lo único, eso sí, lo que antes decíamos: eso significaría un cambio en nuestra propia y concreta existencia, un retroceso sensible en nuestro bienestar económico particular.
Seguramente se nos aparecerían miles de excusas repletas de aparente sensatez: Así la economía no puede funcionar, enseguida vendrá otra crisis y mi sacrificio no habrá servido de nada… Que lo hagan los ricos Yo no he sido, que lo hagan los culpables Sería algo artificial… No debemos trastornar el "orden natural"…
La crisis nos ha mostrado un camino previo equivocado en el que la economía nos ha engañado, prometiendo felicidad por una riqueza a la que, sin esfuerzo, teníamos derecho. Por supuesto que cuánto mayor responsabilidad política y económica y mayor poder e influencia se hayan tenido y se tengan, mayor es la culpabilidad, pero un punto del pecado de dejar que el materialismo sea determinante en nuestras vidas tenemos todos y no sería malo verlo.
Es hora de apretar el botón y resulta que sorprendentemente, si todos individualmente y en secreto fuésemos capaces de apretarlo, las repercusiones negativas serían mucho menores que las temidas, y el tiempo de crisis restante duraría lo que cuesta apretar un botón.

martes, 13 de diciembre de 2011

CUIDADITO SHYLOCK

Cuidadito Shylock
Javier Oroz Elfau
Mercaderes de Venecia hemos resultado ser, que hemos pedido demasiado dinero y no estamos siendo capaces de devolverlo en  tiempo y forma, sin ayuda. Y ni siquiera lo sabíamos, pero habíamos dado al usurero Shylock la garantía de nuestra propia carne. Lo mismo que contó Shakespeare, vaya, lo que pasa que nuestro instrumento era la emisión de deuda. Ahora, cuchillo en mano, están dispuestos a rebanarnos unos kilos de nuestro cuerpo, quitarnos o ajustarnos el peso a base de suprimirnos muchas cosas que orondamente exhibíamos: lujos desde luego, pero lamentablemente también cosas necesarias para nuestra vida y nuestro futuro.
Porque ese es el tema y eso es lo malo: no pasaría nada, a lo mejor hasta nos venía bien, si sólo nos quitarán la grasa y los kilos de más de una sociedad consumista y materialista, que usó el crédito en demasía para vivir en plan nuevo rico, olvidando, en buena parte, la cultura del esfuerzo. Una sociedad y su gobierno que creyeron que el mandamiento de ganarse el pan estaba caducado y era el tiempo de un maná de cinco tenedores que caía del cielo en forma de burbujas.
Lo malo es que el ajuste puede ser, es, necesario; pero el ajuste no nos lleva al crecimiento. Todo lo contrario, nos quita la fuerza de la demanda, la fuerza de la inversión, la fuerza de la producción imprescindibles para salir de este lío y labrar nuestro futuro. Nos quita la sangre y nos deja anémicos y depauperados, arrastrándonos por el erial.
Y eso no Shylock: quítame grasa y carne, las cosas son así y hay que aceptarlo, pero no derrames ni una gota de mi sangre, que la necesito para seguir viviendo y no te la ofrecí en garantía: no toques mi gasto productivo, no infles mi paro, no desmanteles mis industrias y no te cargues mi estructura básica de bienestar, porque entonces me dejas sin futuro. A eso no tienes derecho y eso es peor para todos, incluso para ti. Carne sí, sangre no, ¡ojo, Shylock!, ¡cuidadito Shylock!