Llegará el día

No está lejano el día
en que el problema económico tomará el asiento posterior que le corresponde,
y en que la arena del corazón y la cabeza
será ocupada o recuperada por nuestros verdaderos problemas:
los problemas de la vida y las relaciones humanas,
de la creación y del comportamiento,
y de la religión.

John Maynard Keynes





miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL BOTÓN

El botón
Javier Oroz Elfau
Ha llegado el cambio. Se ha ido Zapatero y tenemos a Rajoy. Y suena mejor Rajoy en su versión actual de hidalgo presidente, digno y veraz, responsable y decidido, humilde y educado; mucho mejor que hundido en la ramplonería y las cortas miras del opositor que busca minar la credibilidad de su oponente. El presidente Rajoy ha dado la impresión que en este papel de estadista se encuentra más a gusto, que es más auténticamente él mismo. Por el bien de todos hay que desear que así sea, porque hora es de un poco de grandeza desde todos los ámbitos. Todo por la táctica y poco por la ética, ha sido pauta de conducta política, y eso ahora es contraproducente, incluso justamente para ganarse tácticamente a la opinión pública. Esperemos que no sólo el partido en el poder, tal como apunta el discurso del nuevo presidente, sino la oposición lo vean así.
Hora sería pues de que se declare una epidemia general de generosidad,  de aceptar el sacrificio de parte de lo propio en lo posible, pero no es fácil. De momento toda petición, o imposición, de recortes, en todos los ámbitos, toda expresión del ajuste tiene la contestación de “a mi no”, “lo mío es necesario, lo del otro superfluo”. Es natural, desde luego y nadie estamos libres de esa actitud: “es hora de que nos sacrifiquemos todos vosotros”, es la canción que mejor solemos y sabemos entonar. Nadie queremos apretar el botón.
¿De qué botón habla éste ahora?, se preguntarán con motivo. Es algo que me viene a la cabeza, una vieja historia, pláticas y reflexiones de otro tiempo: En Papá Goriot de Balzac en una conversación entre Rastignac y Vautrin discuten si, siendo posible obtener una fortuna inmensa mediante la muerte de un mandarín en China con sólo hacer un gesto, lo harían o no. La meditación se aplicaba a pensar que si sólo con el gesto de apretar un botón se estableciera de inmediato un nivel de igualdad entre los seres humanos que erradicara definitivamente la pobreza, se apretaría o no. ¿Cuántos de nosotros lo haríamos? ¿Cuántos dudaríamos? ¿Cuántos nos negaríamos?
Significaría, por supuesto, un reparto, Habría que imaginar para nosotros mismos, para nuestros hijos, para todo nuestro entorno un género de vida diferente en el que poseeríamos menos cosas que en el presente. Y todo dependería de la decisión personal completamente anónima de apretar o no un botón.
Imaginemos pues que estamos solos delante del botón, nadie sabrá nada y la crisis terminará, los ajustes quedarán realizados, el crecimiento podrá continuar si Vd. o yo apretamos el botón. Lo único, eso sí, lo que antes decíamos: eso significaría un cambio en nuestra propia y concreta existencia, un retroceso sensible en nuestro bienestar económico particular.
Seguramente se nos aparecerían miles de excusas repletas de aparente sensatez: Así la economía no puede funcionar, enseguida vendrá otra crisis y mi sacrificio no habrá servido de nada… Que lo hagan los ricos Yo no he sido, que lo hagan los culpables Sería algo artificial… No debemos trastornar el "orden natural"…
La crisis nos ha mostrado un camino previo equivocado en el que la economía nos ha engañado, prometiendo felicidad por una riqueza a la que, sin esfuerzo, teníamos derecho. Por supuesto que cuánto mayor responsabilidad política y económica y mayor poder e influencia se hayan tenido y se tengan, mayor es la culpabilidad, pero un punto del pecado de dejar que el materialismo sea determinante en nuestras vidas tenemos todos y no sería malo verlo.
Es hora de apretar el botón y resulta que sorprendentemente, si todos individualmente y en secreto fuésemos capaces de apretarlo, las repercusiones negativas serían mucho menores que las temidas, y el tiempo de crisis restante duraría lo que cuesta apretar un botón.