Llegará el día

No está lejano el día
en que el problema económico tomará el asiento posterior que le corresponde,
y en que la arena del corazón y la cabeza
será ocupada o recuperada por nuestros verdaderos problemas:
los problemas de la vida y las relaciones humanas,
de la creación y del comportamiento,
y de la religión.

John Maynard Keynes





jueves, 12 de enero de 2012

EL FINAL DE ESTE MUNDO

El final de éste mundo
Javier Oroz Elfau
No me refiero al tema insistente, y tan reiterativo estos días, de que los mayas terminaron su calendario en 2012; más bien pienso que se les acabó el papel fabricado con la corteza del árbol “amate“, que usaban para el asunto. Tampoco me impresionan demasiado las cuartetas de Nostradamus cuyas predicciones se pueden adaptar a esas mismas fechas, pero también a otras, como todas las suyas. Ni siquiera esas leyendas sobre los papas que restaban hasta el fin del mundo, atribuidas a San Malaquías, que están ya agotadas en este papa o en el anterior, y por tanto parecerían mostrar que era la hora de cerrar la tienda: cerrar la tierra y el último que apague la luz. No voy por allí, pero creo que todos, o muchos, estamos sintiendo un cierto aire “viscontiano” en el ambiente; no del final del mundo sino del término de “éste mundo”, de ésta época, de ésta organización económica, política y social. Todo el mundo habla de "cambio" y ningún político tiene el menor  empacho en pregonar y predicar grandes reformas, “cuasirevoluciones”, por muy conservadores que sean y por mucho que ellos mismos representen "lo establecido". Puede ser, quizás, una nueva versión del manido truco de que "todo debe cambiar para que todo siga igual", pero no se fíen, a lo mejor esta vez va de verdad.
Esta crisis ha ido dando tumbos interpretativos hasta que finalmente ha quedado definida; ya sabemos lo que es: el dinero no circula, el río ya no fluye, se estanca por mucho que metamos en la corriente monetaria miles de millones, como nunca antes se hizo. Fíjense que eso debía dar lugar a una inflación desatada, a una nueva burbuja antes de que se pasen los efectos de la pasada, pero no es así, el dique del miedo contiene la demanda, este mundo capitalista se detiene y mira alrededor a ver si hay algún otro mundo del mismo género suelto por ahí.
Y haberlo haylo, pero de momento no es bonito: el capitalismo emergente es más duro y egoísta que el que hay, competitivo hasta extremos inhumanos tanto en la producción como en la distribución. Sin costes de bienestar, con explotación laboral, con mucho sudor y esfuerzo en la vida diaria, escasa retribución y nula protección, con epidemia individualista como secuela, con el sálvese quien pueda rondando los pensamientos y las acciones. Hay países emergentes, ya nuevos capitalistas, que presentan la peor cara de los capitalismos conocidos, y resulta que son precisamente esos sistemas los que protagonizan en exclusiva el crecimiento. Occidente entrega el testigo, la supremacía avanza con otras culturas, otras costumbres, otras creencias y otra moral, precisamente cuando las nuestras se desquician, debilitan o desaparecen, empujándonos así hacia el final de éste mundo.