Llegará el día

No está lejano el día
en que el problema económico tomará el asiento posterior que le corresponde,
y en que la arena del corazón y la cabeza
será ocupada o recuperada por nuestros verdaderos problemas:
los problemas de la vida y las relaciones humanas,
de la creación y del comportamiento,
y de la religión.

John Maynard Keynes





EL CAMBIO, EL EURO Y LA CRISIS



El cambio, el euro y la crisis
Javier Oroz Elfau
Crónicas del Cambio (1982/83)
Crónicas de la Unión Monetaria (1997/1998)
Crónicas de la Crisis del XXI (2005/2011)
 


Crónicas del Cambio
(1982/1983)



Fecha
El cambio económico
14/12/1982
Adiós a Marx
01/02/1983
El Gran Teatro
08/02/1983
El entierro de la sardina
22/02/1983
Teléfono, mi casa
08/03/1983
Cien días de viaje
15/03/1983
Las luchas de los edetanos
22/03/1983
Las rutas del Sur
29/03/1983
Huelgas, tambores y capirotes
05/04/1983
Plan de planes
03/05/1983
Tejas y tejados
10/05/1983
Esperanza vergonzante
17/05/1983
La vida es un plus
24/05/1983
Maniobras orquestales
31/05/1983
El tránsito
07/06/1983
Dos vaqueros
21/06/1983
¡Reconvertiros, hermanos!
28/06/1983
“Descarrillamiento” en el Comité Central
05/07/1983
Diez años después de Allende
19/07/1983
Cuando llegue septiembre
26/07/1983


El cambio económico
(14/12/1982)
De la mano del PSOE hemos entrado en la recta final del siglo, la que nos lleva hacia el año 2000. La cortesía política ofrece tradicionalmente un período de cien días antes de comenzar los análisis, valoraciones o críticas, desde el inicio de la actuación de un determinado gobierno. Sin embargo, la tentación de vislumbrar ya desde los primeros momentos por dónde van los tiros de las actuaciones económicas del “cambio” es difícil de evitar.
Desde luego, no se ha dado ninguna pausa el superministro de Economía, Hacienda y Comercio para empezar a actuar, demostrando inmediatamente y en primer lugar lo que ya sabíamos: que es en la cazuela de la economía donde se va a cocer el guiso principal y que es aquí donde, por encima de todo o casi todo, se lo juegan todo. Sin casi haberse sentado en su sillón ministerial, el señor Boyer nos comunicaba, con prisa y sin pausa, la devaluación de la peseta en un 8 % respecto al dólar, el incremento del precio de los carburantes y la subida en un 1 % del coeficiente de caja de bancos y cajas de ahorro.
Fue en el 81 cuando la peseta rebasó por primera vez la frontera de las cien pesetas por dólar. De marzo del 81 a marzo del 82 el valor de la peseta descendió por el sistema de flotación un 21,3 % respecto al dólar, teniendo entonces un cambio de 106,04 pesetas por dólar. Desde marzo hasta la reciente devaluación se perdió otro 6% aproximadamente. Sumando pues todas estas depreciaciones el resultado nos da un 36 % de devaluación de la peseta frente al dólar en los últimos veinte meses.
La gran cuestión es el paro. Si nos encontráramos en un país con un buen nivel de desarro­llo, con un 4 ó 5 % de parados, pocas dudas habría técnicamente sobre el camino a seguir y segu­ramente, pocas diferencias surgirían entre un gobierno de centro-izquierda u otro de centro-derecha. Pero las cosas no son así: Aquí y ahora el asunto no es tan fá­cil: ¿có­mo incluir en un plan económico la de­sesperación de un padre de familia, ya maduro, en paro y acabado el derecho al subsidio?... Ante la magnitud del problema, an­te la necesidad de afrontarlo, las dife­rencias en los esquemas de los distin­tos planteamientos políticos se agrandan porque surge la necesidad de tirar para un lado o para otro. O ha de ponerse el acento en la confianza en el sector privado, diseñando una política económica pensada para que lleve el peso de la salida de la cri­sis, o se pone en el sector público y en la intervención estatal.
¿Hacia dónde va la economía del cambio? La continuidad en un plan de estabilización traería consigo la imposibi­lidad por parte del sector privado de realizar inversiones que crearan pues­tos de trabajo. La consecuencia sería pues agravar el paro o iniciar un pro­ceso de asunción de recursos por el Es­tado, que actuando con grandes dosis de dirigismo le hiciera asumir el pro­tagonismo de la actuación económica.
Desechando este planteamiento, hay que pensar que el plan del Gobierno es realizar solamente una especie de mini-estabilización acelerada, ca­si tan solo unos “pildorazas” estabiliza­dores, para inmediatamente intentar en lo posible una política de relanzamien­to, aunque las circunstancias hagan que tenga que ser necesariamente suave y cauto. Y habrá que decir que aun así las cuentas no salen. Con un crecimiento del producto interior bruto del 2,5 % (que se ha puesto como objetivo), no hay mucho que hacer en el problema del paro. La tasa de inflación del 12 % será difícil de mantener y se superará. Pero hay, que intentar por lo menos poner sólidas bases y comenzar una ex­pansión que pueda proseguir después con más fuerza en años venideros. Hay que intentar ser optimistas y pensar en que la confianza, moderación, solidaridad y esfuerzo de todos han dado siempre resultados ex­traordinarios por encima de cualquier otra consideración.


Adiós a Marx
(01/02/1983)

La socialdemocracia es el PSOE. Así lo ha sentenciado Fernández Ordóñez y, seguido de sus exiguas huestes, se ha ido a la ventanilla a pedir el carné del partido mayoritario. Nuestra época es ingrata con los padres o puntos de referencia de las ideologías: El PCE renunció a las tesis revolucionarias de Lenin y el PSOE ha dado también puerta a Carlos Marx, aunque con frases cariñosas sobre “la luz que ha arrojado para contemplar y analizar la realidad social”. Ahora los socialdemócratas de Francisco Fernandez Ordóñez ratifican esta despedida. Pero algún problemilla pueden tener con algunos de sus nuevos compañeros de partido porque, aunque el marxismo puede verse como técnica, es también pasión y es fácil librarse de una técnica pero difícil librarse de una pasión.
El guión de la película de los últimos acontecimientos en nuestro país empieza en la mesa de negociaciones sindicatos-empresarios para el logro de un pacto social, que incluya topes al incremento salarial. El Gobierno necesita urgencia en el acuerdo; es vital que el engranaje la­boral funcione con las menos alteracio­nes y conflictos posibles. El Gobierno es­tá inquieto, pero los sindicatos, conscientes de que no pueden sacar ahora la artillería pesada, ceden.
La escena siguiente se desarrolla en las Cortes. Boyer presenta el sombrío cua­dro macroeconómico, varias veces recla­mado por la Confederación de Empresarios, englobado en un de­creto de medidas urgentes presupuesta­rias. Se muestra impresionado por la magnitud del déficit y obsesionado por la lucha contra la inflación. El cuadro si­gue ofreciendo panorama estabilizador y poca alegría en la creación de puestos de trabajo. Ante la propuesta del Grupo Po­pular de tramitar el decreto como pro­yecto de ley para que pueda ser discutido y oír a la oposición, transforma su an­terior planteamiento y cede también a las prime­ras de cambio (nunca mejor dicho).
Nuevo decorado: La Cámara muestra la comida de la Asociación para el Progreso de la Dirección. De izquierda a dere­cha, Claudio Boada, Felipe González, José María Aguirre González, Miguel Boyer y Carlos Ferrer Salat. El presidente repite una vez más: «El pacto con los agentes sociales es básico para proseguir el diálogo durante la le­gislatura ». Final provisional: tras maratonianas jornadas, hay acuerdo entre empresarios y sindicatos, con fijación de una banda salarial de incremento entre el 9,5 y 12,5 %. Las recomendaciones han sido escuchadas. Nadie quiere, por lo menos de momento, pinchar demasiado al Go­bierno ni intentar ponerlo contra las cuer­das. Sigue la tregua y la madurez.



El Gran Teatro
(08/02/1983)
De momento el escenario presenta un ensayo general. Todavía hay tramoyistas poniendo los decorados, carpinteros martilleando y un algo de desconcierto e improvisación. Hay actores ya situados en sus puestos, recitando su papel, aunque a sus parlamentos aún les falte el ritmo, la continuidad y la seguridad de una auténtica representación. Es que esto va en plan calderoniano y en el gran teatro del cambio, igual que en el del mundo, a cada uno le toca su papel: progresista, conservador, gobierno, oposición, ministro, periodista, ujier, espectador o cualquier otra cosa. Se irán incorporando nuevos papeles principales, algunos de los protagonistas pasarán a simples meritorios y viceversa pero, en definitiva, todos seremos comediantes.
Bajo los focos principales de las candilejas un Felipe González vestido con toga imperial, las Memorias de Adriano bajo el brazo, humanista, moralizante y con dudas “hamletianas”, conserva la mirada de consciente idealismo que nos ofrecía en las vallas publicitarias de su campaña. Sus gestos sutiles parecen querer transmitir un personaje idealista con cierto temor a dejarse llevar de su propio idealismo.
Alfonso Guerra, desde hace algún tiempo Alfonso Tregua, todavía no se ha vestido para la función. Está en el fondo, sentado detrás de una mesa, con gesto contrariado, intentando escribir para sí mismo un nuevo papel que, “mecachis en la mar”, parece no salirle. El personaje provocador anterior, que venía representando, no cuadra con la vicepresidencia del Gobierno y emborrona cuartillas, dudando entre la eminencia gris callada y sesuda, el humilde servidor e incluso el hábil diplomático. Las últimas líneas escritas van por una mezcla de Robespierre y cardenal Richelieu, pero no se le ve conforme del todo.
Boyer acaba de darse cuenta por el libreto de que su papel es brillante pero corto, porque termina en el primer acto y anda intentando remediar su destino. Fraga sigue en el camerino y, por el contrario, Verstrynge va por el escenario en plan de hacerse notar. En fin, todo sigue adelante y multitud de personajes se adivinan en las sombras, dispuestos a intervenir en cualquier momento. ¡Suerte, muchachos!



El entierro de la sardina
(22/02/1983)
Goya vio el final del Carnaval como un cuadro de realismo alucinado, mezcla de lo fantástico, lo real y lo grotesco. ¡Qué mejor fin para una fiesta surrealista, como es el Carnaval, que ese surrealista entierro de la sardina!
UCD ha elegido también esta época, con singular oportunidad, para su propio entierro. Hay que recordar que llegó a la transición en plan partido delfín, creció hasta ser grande y todopoderosa ballena, para acabar al final de la fiesta en escuálida sardina. Su Carnaval ha terminado y, fieles a la tradición, organizan ahora el entierro de la sardina.
Han acudido todos: amigos, enemigos e indiferentes; son cosas en las que hay que estar. Falta el fundador, entretenido con su nuevo CDS. Y allí van en la comitiva, tras los caballitos blancos y los caballitos negros. Claro que, como corresponde a un entierro de carnaval, la mayoría de los asistentes están contentos, casi felices, procurando que no se les note la sonrisa de «esto ya sabía yo que tenía que suceder».
Llega el momento de depositar el féretro en la fosa y hay una pausa embarazosa. ¿Es posible que nadie se lance a proclamar un discurso funerario?... ¿No habrá un Marco Antonio que ensalce el papel del César muerto e intente convertirse en su heredero?... Es difícil encontrarlo porque Marco Antonio es una figura que no toma parte en la muerte del César, pero la comprende, percibirá los beneficios de ella y luchará por el poder. En este caso lo que sucede en los presentes, es que entre todos la mataron aunque ella sola se murió.
Por fin el tribuno Roca, que adelantándose en 48 horas al entierro de UCD ya había presentado en Madrid su opción de centro, se decide y da un paso al frente. Reclama la herencia de lo que quede de esos antiguos seis millones de votos centristas, muchos de los cuales, según su opinión, se han ido hacia la izquierda. La prosa de Shakespeare queda algo rara en idioma castellano con acento catalán, pero por lo menos puede presentarse como ajeno por completo a las conjuras, dimes y diretes que im­pulsaron la destrucción de UCD. Reformismo y progresismo de dere­chas, allí está su mensaje. Llegar don­de no llega Alianza Popular y sus alia­dos, cubrir el centro pero sin las veleidades centro-izquierdistas o la cierta vocación “satelista” hacia el PSOE, que algunos aprecian en el intento CDS de Suárez. Roca quiere dejar las cosas claras desde el principio: el centro es derecha y ya está.
Su verbo es sensato pero su calor es­caso. Pide poco: sus afanes parecen contentarse con aprovechar en este momento los restos o migajas del centro derecha, porque nadie, ni Suarez, los quiere. Y claro, ya lo dice el Bhagavad Guita: «los finitos y transitorios deseos sólo producen fini­tas y transitorias recompensas».



Teléfono, mi casa
(08/03/1983)
Desde el jardín de un amplio chalet de Somosaguas, un hombre maduro que ha perdido su habitual sonrisa y que no puede ocultar, aunque lo intente, su profunda depresión, señala con el dedo a las Torres de Colón y, siquiera mentalmente, murmura con lánguida tristeza: “micaaaasa".
Lleva constantemente consigo un teléfono sin cable con el que intenta conectar con su mundo de hace muy pocos días. Pero ese mundo ya no existe y ninguna nave espacial aterriza en su jardín para trasladarle nuevamente hasta él.
La estrella Rumasa ha perdido su brillo y su apariencia de volumen. Es la teoría de los agujeros negros del firmamento: una estrella gigante pierde en un momento su luz, terminan en ella los efectos de la explosión inicial y se convierte en un agujero negro que conserva solamente su masa. Esa estrella se ha transformado para todo objeto celeste que ha circulado y circula a su alrededor en un potente aspirador que absorbe y puede destruir lo que sea, aplastándolo en su interior. Ya no es un cuerpo en explosión, sino en implosión. Antes lanzaba su energía hacia fuera, ahora hacia dentro. Cuanto más brilló antes, mayor es ahora su poder destructivo.
¡Qué difícil va a ser navegar cerca del agujero negro de Rumasa! Primero, los secretos: independientemente de las cuestiones de la propia Rumasa, miles de particulares tienen cuestiones delicadas dentro de un holding financiero como es Rumasa, siendo quizá lo más importante lo relacionado con el fisco. No nos engañemos, en mayor o menor grado, eso pasaría también con otras entidades financieras a lo largo del mundo; el secreto bancario es uno de los cimientos del negocio. ¿Hasta don­de querrá llegar en sus investigaciones el Gobierno co­mo nuevo empresario?
Segundo, los aliados. Muchos nombres prestigiosos y conocidos han estado en Rumasa. En consejos de administración, en asesoramientos, en operaciones de to­da clase. Financieros, políticos, aristócratas han tenido que ver con Ru­masa durante muchos años.
Tercero, los colaboradores de confian­za. Ahora parece como si Ruiz Mateos hu­biera hecho lo que haya hecho sólo con un cuaderno de notas y un bolígrafo. Algunos forman incluso parte del equipo de expropiación como si la cosa les fuera ajena por completo.
Y se puede seguir hasta el infinito. Di­ce la Tabla Esmeralda de Hermes Trime­gisto que «lo que está arriba es como lo que está abajo y lo que está abajo como lo que está arriba». Si Rumasa ha estado arriba, siendo lo que ha sido, es porque lo que estaba abajo era como lo que esta­ba arriba, aunque en estos momentos que­de Ruiz Mateos como extraterrestre solitario, aislado de sus acompañantes en el viaje espacial. Ni los cuarenta años de franquismo fueron sólo Franco, ni los veintidós de Rumasa fueron sólo Ruiz Mateos.



Cien días de viaje
(15/03/1983)
Al tren subimos todos hace cien días por­que así es la democracia. El conductor es el que ha gustado a más gente, pero hacen el viaje los que le votaron y los que no. La característica especial de este viaje era quizá las diferentes apreciaciones de cuál era el destino, según la opinión de los distintos grupos: ¿Era la meta el socialismo, un nuevo capitalismo, casi el mismo capitalismo o un viaje a ninguna parte?... ¿Era esto revolución, cambio, retoque o inmovilismo camuflado?...
Contemplando el paisaje por la ventanilla, después de los primeros cien días, la subjetividad del juicio sigue persistien­do. Es el momento de echar una mirada global a lo más so­bresaliente del menú hasta la fecha, para ver cómo nos pare­cen que son las cosas.
Lo político, en lo interior, ha ido de continuismo y, en lo exterior, tenemos una congelación de entrada de España en la OTAN, pero no salida y, por otra parte, se inicia una renegociación del convenio con los Estados Unidos. En lo económico, que es lo gordo y lo que nos ha hecho gastar adrenalina a tope, está la devaluación, el incremento de coeficiente de caja para la Banca, la inflación y la expropiación de Ru­masa.
Con este panorama podemos jugar. ¿Cómo lo ve usted? ¿Rojo perdido, moderado, reaccionario?... Los protagonistas insisten en que su planteamiento ha si­do y sigue siendo el de respeto al modelo de sociedad. Todo un poco confuso: re­cuerdo ahora alguno de los documentos oficiales del con­greso del PSOE en los que se hacía un análisis de la crisis mundial, en el sentido de que significaba el fin de un modelo capitalista (hasta aquí en la más pura ortodoxia marxista), para segui­damente indicar que el paso siguiente no había de ser un mo­delo socialista, sino un nuevo capitalismo con una mayor y más decidida intervención del Estado.
Pero el viaje continúa y a cada kilómetro recorrido ten­dremos más datos. Y qué quieren que les diga, si no se está conforme con la realidad preexistente, más vale viajar que estar parados. Por eso recibió el PSOE votos socialistas y no socialistas. Al fin y al cabo, siempre se puede en una democracia ir cambiando de rutas o mantenerlas, cada cier­to tiempo, según como esté resultando el viaje.



Las luchas de los edetanos
(22/03/1983)
La tribu de los edetanos lo­gró, a base de traficar con fenicios y griegos, que “Saguntum” fuera un importante em­porio comercial. Luego se metió por medio Aníbal en plan peleón y to­mó la ciudad, aunque los saguntinos se lo pusieron difí­cil y resistieron ocho meses de asedio. Tan sólo cinco años más tarde, los cartagi­neses fueron expulsados y, bajo la protección de los es­cípiones, Sagunto volvió a te­ner un gran desarrollo econó­mico. Era el 219 antes de Cristo y ya quedaba clara la vocación de ciudad pujante de Sagunto y las narices que saben echarle sus habitantes para defender su prosperidad. Un poquitín más tarde, en 1922, se crea la factoría siderúrgica que daría paso poste­riormente a una siderurgia integral, base principal de la actividad productiva de la ciudad hasta la fecha.
Pues fíjense que, con estos antecedentes, don José María de Lucía, presidente de Altos Hornos del Mediterráneo, se le ocurre presentarse en Sagunto para exigir un descenso en la producción, recorte que es considerado por los trabaja­dores y todo el pueblo como un primer paso para el des­mantelamiento de la side­rurgia. Despiste histórico desco­munal el del señor Lucía, que desconocía, por lo que se ve, el carácter luchador edetano. Entrar, entró, pero salir ya se le puso más difícil y el goberna­dor civil tuvo que hacer un llamamiento “in extremis” a las veinte mil personas que rodeaban la factoría para que las cosas no fueran a mayo­res. El gobernador señalaba que «casi toda la población de puerto de Sagunto está ro­deando las instalaciones». Menos mal que Eugenio Bu­rrel, gobernador de Valencia sí que sabía psicología e historia y decidió que era mejor negociar que no acoquinar, y tuvo buen cuidado de evitar en todo momento la actuación de las fuerzas de orden público. Dejó así bien señalado el camino: cualquier cambio a realizar en Sagunto ha de ser un plan lógicamente estruc­turado para no dar marcha atrás en utilizar la capacidad productiva, y mantener los niveles de prosperidad de un pueblo con bien demostrados genes históricos de iniciativa, laboriosidad y espíritu de lucha.



Las rutas del sur
(29/03/1983)
A González y Guerra les tiene que tirar el sur en estas fechas por aquello de los orígenes. Pero este año han tomado tanta carrerilla que, en vez de frenar en Sevilla, se saltan el Estrecho y aprovechan para hincarle el diente a ese gigantesco lío del Magreb. El “puzzle” es de los que hacen época: Argelia nos vende y nos cobra gas que no consumimos y apoya al Polisario. Marruecos no nos deja pescar, le gustan el Sahara, Ceuta y Melilla y va contra el Polisario. El Polisario impide la explotación de los fosfatos, de los que el INI aún tiene el 30%, y se nos opone también con la pesca, ya que no reconoce que Marruecos pueda hacer acuerdos sobre las aguas territoriales del Sahara.
Ahora que comienzan a echarse cables Argelia y Marruecos, urgía una acción española; no sea que al final nos quedemos sin pesca, sin fosfatos, con demasiado gas, con reivindicaciones de Ceuta y Melilla y, eso sí, con la tradicional amistad. Hay que participar, en algún sentido, en ese comienzo de creación del gran Magreb, aunque de momento lo único que parece existir para nosotros es el gran lío.
Puestas así las cosas, el nacimiento de un gato con dos cabezas en el barrio murciano de Aljucer les ha recordado a González y Guerra su típica actuación de felino con dos cabezas, y ensayan, esta vez a nivel internacional, lo que tan buenos resultados les ha dado a escala nacional. A Alfonso Guerra le ha tocado, obviamente, trabajarse a Argelia y al Polisario. La verdad es que el corazoncito y la emoción nostálgica del PSOE ha estado mucho tiempo por allí. La independencia de Argel en 1962 dio paso el régimen revolucionario socialista de Ben Bella, después de más de siete años de lucha. Una sensación de afinidad en la izquierda clandestina española de aquella época era inevitable. Con el Polisario no digamos; amigos para siempre, hasta que la responsabilidad de gobernantes les ha obligado a marcar las distancias.
Lo del gas ha quedado en el alero, pero con posibilidades de arreglo. En lo del Polisario y el Sahara, Guerra ha hecho su parte y declara que España no reconoce la soberanía marroquí en el Sahara. Felipe González puede iniciar así su visita a Marruecos, con su habitual “talante” componedor, pero desde una situación de firmeza y habiendo dejado caer por la boca de Guerra el mensaje más problemático.
Marruecos es, desde luego, otra historia y hueso difícil de roer. Llega Felipe González en vísperas de la entrada de año marroquí. En esta partida de poker, no exenta de faroles, igual que el presidente español se presenta desde la postura fuerte de la visita argelina de Alfonso Guerra y sus declaraciones, Hassan ha hecho también la jugada previa de endurecer los contro­les aduaneros de Ceuta y Melilla. Tiene además siempre, como sigilosa carta en la manga, la cierta afinidad con los USA. Felipe González habrá de emplear to­da su capacidad negociadora para lograr el indispensable arreglo de buena vecindad para las dos plazas. A eso va y eso conviene a ambos.



Huelgas, tambores y capirotes
(05/04/1983)
Toda protesta es un ruego, toda súplica una rebelión, toda oración un grito de auxilio. La protesta, la súplica y el grito son formas dife­rentes de expresar deseos y necesidades, con mayor o menor grado de angustia o con mayor o menor grado de irritación y violencia. Pero cualquiera que sea la forma de manifestación hay también una dosis de esperanza. Mientras hay acción hay esperanza; nadie hace nada, ni siquiera gritar, si no hay un rastro de esperanza de ser oído por pequeño y desfallecido que éste sea. La conflictividad laboral y las huelgas han surgido con fuerza en estas fechas alrededor de la Semana Santa.
La batalla contra la crisis no alcanza victorias visibles y es lógico y positivo que los que más la sufren alcen su voz para hacerse notar, para que nadie los olvide. A veces se reza en casa, en intimidad de diálogo interior, y a veces se sale a la calle con capirotes, en otra forma más espectacular y comunitaria de oración. Igualmente se trabaja y lucha en talleres, fábricas y oficinas contra las situaciones difíciles que la crisis provoca en los trabajadores, y las protestas se han plasmado ahora en expresiones más llamativas y colectivas como son las huelgas y manifestaciones. Semana de Pasión: huelgas, tambores y capirotes; estética de un sentimiento a la vez angustiado y esperanzado de la existencia.



Plan de planes
(03/05/1983)
Esas fuentes, de las que se dice siempre generalmente bien informadas, aseguran que poco después de las municipales tenemos plan económico. Pero no un plan normalito, sino a lo grande; un plan de planes que contemple el futuro inmediato y las grandes líneas para los años sucesivos hasta 1986.
La cosa puede comenzar por una estabilización, por mucho que se niegue y aunque no se reconozca, y posteriores medidas de relanzamiento. Los atisbos de estabilización se incrementan por momentos, teniendo en cuenta que en el mes de marzo ha sonado la alarma de las importaciones, que se han colocado en un veintisiete por ciento por encima de marzo de 1982, lo que supone un grave empeoramiento de nuestra balanza de pagos comercial. Por otra parte, los convenios se habrán firmado en breve y desaparecerá entonces la fuerte oposición de los sindicatos. Hay que tener en cuenta que si hubieran tenido que negociar convenios dentro de un plan de estabilización con psicosis de grandes sacrificios, sus reivindicaciones hubieran perdido fuerza de argumentación. El momento de presentar el plan de planes, con estabilización incorporada, puede estar, pues, al caer.
Sin embargo, no se fíen demasiado; en economía se falla mucho en las predicciones a corto y más en las de a largo, con la única excepción de esa que dice que en cien años todos calvos.


Tejas y tejados
(10/05/1983)
La escoba del PSOE volvió a funcionar con implacable firmeza. Barre, otra vez, en las municipales y autonómicas en parecidos términos de como lo hizo en las generales.
Pero hay detalles interesantes: en número de votos baja el PSOE alrededor de tres puntos, que son los que casi exactamente sube el PCE. Por otra parte, la coalición popular sube, también en votos, un uno por ciento aproximadamente, surgidos de los restos de votantes de UCD. Estos datos pueden significar las últimas tejas que configuren techos electorales prácticamente imposibles de superar. El PSOE obtuvo en las generales votos prestados de UCD y del PCE, alcanzando seguramente allí su techo. Las elecciones municipales, sin la presencia de UCD, no han supuesto ningún incremento de votos al PSOE, indicando que los que quedaron votando al centrismo, a pesar de su descomposición, son no-votantes convencidos respecto a la izquierda. Recogió el PSOE en las generales votos que eran una postura de «mejor a los socialistas que a Fraga», pero los que quedaron eran de «cualquier cosa menos izquierda».
Hay, pues, devolución de votos socialistas por su izquierda, consciencia de que aún les quedan votos prestados por su derecha y la casi seguridad de que más que les prestaron nunca les van a prestar. Lo de AP puede ser parecido pero peor. Ha recogido todos los votos de derecha y centroderecha menos los que visceralmente se declaran incompatibles con la coalición de Fraga y prefieren quedarse en casa o jugar a votantes del PSOE.
Estas elecciones, sin UCD y sin que ninguna otra opción de centro-derecha recoja ningún resultado significativo, es lógico suponer representa el techo para el producto que ofrece AP en la forma actual. Para llegar a todos sus clientes potenciales sabe, casi a ciencia cierta, lo que debe hacer: debe cambiar, ampliando su imagen y talante hacia un centro-derecha, progresista y moderno. Pero ¿es capaz?
Las conclusiones para el  PSOE, con la tranquilidad que le da tener un techo, pe­ro un techo muy alto, son más peliagudas. Cualquier desplazamiento a derecha o izquierda puede facilitar la pérdida de votos prestados del sentido contrario. Teóri­camente su posición de má­xima aceptación sería estarse quietecito en su emplaza­miento de centro-izquíerda moderada de las elecciones de octubre, con peligro de ir perdiendo votos prestados se­gún cómo se comporten sus oponentes, pero en la seguri­dad de que su colchón es am­plio y que «peor es menea­llo».
Una vez más, lo satisfacto­rio, lo esperanzador, lo que da tranquilidad y confianza es comprobar la gran capaci­dad de criterio propio y con­secuente del electorado espa­ñol, que emplea su voto con firmeza y libertad de espíri­tu, marcando las pautas de por dónde ha de ir la políti­ca de los partidos. Que dure.


Esperanza vergonzante
(17/05/1983)
Parece revolotear un cierto ambiente de desencanto y desinterés. ¿Pero es de verdad desencanto y desinterés o es más bien esperanza vergonzante?... Quizá sea nuestra España el único país o al menos la nación donde más ha proliferado ese estado peculiar de lo vergonzante. Hay que recordar a los pobres vergonzantes; hidalgos venidos a menos, hijos de antiguas familias arruinadas y también personas de todas clases sociales incluidas las más bajas que, sumidos en la miseria, pedían, sableaban, mendigaban, buscando la caridad de sus semejantes, confiando y necesitando de ella, pero disimulando y ocultando sus ansias y su realidad. Su imposibilidad de asumir sinceramente la situación era en sí misma una rémora para salir de ella. Quedaban como paralizados, esperando un hecho extraordinario que les sacara de ese estado para, entonces sí, recobrar la confianza en ellos mismos y demostrar la fuerza que tenían dentro.
¿Qué clase de vergüenza, qué demonios familiares nos ponen velos para asumir nuestras situaciones negativas y nuestras ganas y esperanzas de remediarlas? ¿Por qué preferimos, con gesto altivo, dar la impresión de estar de vuelta de todo, de que nada esperamos y en nada confiamos?...
Todos hemos oído frases como «aquí no hay nada quehacer», «voy a votar pero es igual, nadie arreglará nada», «los políticos son todos igua­les». Estoy convencido de que, en el fondo, esa postura no es cierta, no es completamente sincera. Sucede que es duro para nuestro carácter asumir que nos hemos sentido muy apurados por una crisis que golpea con dureza y también, aunque queremos olvidarlo, que nos han impresionado esos fantasmas del pasado que avivaban odios, atentando contra la democracia deseada. Nos es difícil asumir que, sin embargo, un sentimiento de esperanza ha estado latente y late en el país en los últimos años.
Hay de­masiados que ejercen de es­peranzados vergonzantes. Será necesario hacer el esfuerzo de transformar la esperanza vergonzante y calla­da en esperanza explícita y asumida, porque desde esa postura todo se hace más fá­cil. Fuera el temor a ilusio­narse y el miedo a la desilu­sión. Con esa fuerza la crisis se podrá capotear, y nada ha­brá que nos prive de seguir disfrutando de ese sabor que al fin hemos conocido, ese dulce sabor de la libertad.


La vida es un plus
(24/05/1983)
Semana de la paz y el desarme en Zaragoza. Una oportunidad más para reflexionar sobre lo kafkiano del asunto y lo complicado y raro que nos lo montamos en este planeta. Venga a fabricar toneladas de bombas que ni se sabe la que pueden armar: misiles, cabezas atómicas y toda clase de productos nucleares diseñados por cabezas de chorlito, basados en la extraña teoría de que cuantos más haya, más difícil será que se utilicen. Hasta los niños que comienzan a poseer el llamado uso de razón piensan que, si el emplear esos engendros significa el fin de la humanidad, hay que estar loco para fabricarlos, pero los sabios dirigentes, erre que erre, no cejan en gastarse cuartos y energías para hacer bien grande el almacén de la muerte.
Nada les hará cambiar. Incluso, un buen día, cuando desde su refugio antiatómico particular, contemplen como las nubes amarillas y los mares de alquitrán invaden una tierra despoblada, esos mismos dirigentes dirán que ha sido algo inesperado, que ¡quién iba a pensar que, a pesar de tantos controles, todo explotara!…
Y así seguimos: tal como están las cosas, la vida es un plus y cualquier día nos lo quitan.





Maniobras orquestales en la oscuridad
(31/05/1983)

El título de este artículo, que viene de un conocido hit musical, es una frase que describe muy bien la forma en que se lleva el diseño de las grandes líneas de nuestra política internacional.
Se nota, se siente, que anda nuestro Gobierno intentando definir el pito que queremos tocar en el concierto mundial, que no lo tenemos muy claro. El señor Morán se ha ido a la URSS a ver que pasa y con el objetivo de lograr un estrechamiento de relaciones en materias económicas y culturales. Va también a hablar de los misiles de alcance medio y de la postura soviética en Centroamérica y el Próximo Oriente. A la vez el presidente, como prólogo de su viaje a Iberoamérica y cada vez más cerca de su programado encuentro con Reagan, se lanza a una serie de declaraciones de comprensión de las posturas atlánticas sobre euromisiles, aunque ratifica que en España no se instalarán esos cacharros. En el tema de la OTAN, con el referéndum pendiente, realiza un despeje de los de patadón y mandar la pelota fuera del campo. Nada menos que coloca primero la necesidad de hacer una redefinición total de nuestra política defensiva, con un estudio que podría durar dos años, antes de volver a hablar del asunto. Se vislumbra un caminar prudente por arenas movedizas, con un pié puesto en los deseos y otro en las posibilidades reales.
El deseo, en estado puro, sería una política de neutralidad que la situación de las dos orquestas parece hacer extremadamente difícil, si no imposible. La cuestión es tan delicada, está tan llena de matices y presiones subterráneas que las actuaciones parecen, a veces, contradictorias y poco comprensibles, y quedamos, quizás inevitablemente, condenados a ser espectadores, demasiado lejanos de estas intuidas maniobras orquestales en la oscuridad.



El tránsito
(07/06/1983)
Ni estabilización, ni expansión; ni carne, ni pescado; ni chicha, ni limoná: El nuevo concepto es presupuesto de transición. Desde luego, el concepto de transitorio, en lo que tiene de pasajero y rápidamente perecedero, sí que le va bien a un presupuesto al que, cuando queda aprobado, le quedarán menos de seis meses de vigencia. Sus razones ha tenido, pero si se descuida un poco el señor Boyer, en vez del presupuesto del año que viene nos presenta el presupuesto del año pasado. La presunción para lo que quede de año es pues el tránsito y, de las dos horas de exposición del ministro, se desprende un “ya veremos” y gracias.
El análisis de Boyer, que ha venido repitiendo en los últimos tiempos y en el cual ha basado los presupuestos, podría, desde luego, ser certero. Vislumbra el señor ministro síntomas de recuperación mundial que pueden cuajar en pocos meses. Ese sería el momento para intentar relanzar nuestra economía. Sin embargo, prudentemente, se reserva la decisión por si no es así.
Pero hay algo que no acaba de pegar en la actuación emanada de este análisis. La medida más ortodoxa, si se preveían unas mejores condiciones futuras, era aprovechar la pausa y haberse preparado, ya desde hace meses, con medidas estabilizadoras que nos colocaran en situación sólida para el lanzamiento. Por allí apuntaba Boyer al principio de su mandato económico pero el coste de impopularidad era muy alto y finalmente ha faltado una decisión enérgica en este sentido.
De esta forma, nos quedamos en el tránsito. ¿Recuerdan ustedes términos tales como transición y reforma?... Pues vuelven a resurgir. En lo político la transición a la democracia dio paso a su consolidación y la reforma social, al cambio. En lo económico llegamos ahora al presupuesto de transición y a las grandes reformas: estructura industrial, administración, seguridad social, reordenación agraria, mercado de trabajo... Si salen bien, el destino es la expansión. Que el tránsito les sea leve.



Dos vaqueros
(21/06/1983)
El padre del presidente González era propietario de una vaquería en Sevilla. Allí, el joven Felipe ayudaba en lo que podía, dando el pienso a las vacas, ordeñándolas y bregando con los cántaros de leche. Ronald Reagan, por su parte, cabalgó durante su juventud en muchas ocasiones por las praderas cinematográficas, con su sombrero de ala ancha, la canana al cinto y el lazo en la mano, conduciendo las manadas bajo el tronar de los winchesters de los cuatreros. En el viaje o peregrinación americana que inicia hoy Felipe González, se encontrarán frente a frente los dos vaqueros. La pequeña diferencia es que uno lleva misiles y dólares fuertes en sus cartucheras, mientras el otro ha de apañarse con una navaja de Albacete y unas pocas devaluadas pesetas.
Así que ojo; hay que extremar los buenos modales y la sonrisa diplomática, no sea que se nos enfade por un quítame de ahí esa OTAN o cualquier otro detallito sin importancia. Nuestro presidente, con su expresión más angelical, tiene que soltar los diversos temas de su agenda, lo que va a constituir, si todo va según lo previsto, un brillante ejercicio de ir dando una de cal y otra de arena.
Comenzará, por ejemplo, recordando al primer mandatario USA sus recientes declaraciones donde «comprendía» el asunto de los euromisiles, una de cal, y acto seguido sacará la pancarta de «OTAN, de entrada, no», otra de arena.
Viene después el hecho de que se renovó sin problemas el tratado de amistad que une a los dos países, momento que se puede aprovechar para decir que, siendo amigue­tes, es lógico nos dé una recomendación pa­ra la entrada en el Mercado Común. Es nor­mal pedir recomendaciones a los amigos in­fluyentes.
Por último, en plan de componedor inter­nacional, el presidente González le sacará el recientísimo documento «R-M 39», con el que se intenta que la Conferencia de Madrid sobre desarme pueda desblo­quearse en su conclusión final, como quieren los americanos. El documento recoge las aspiraciones de Estados Unidos, Unión Soviética y países europeos, con el protagonismo de USA por encima de las Naciones Unidas. Felipe ha sido buen vendedor de consenso. Mientras Reagan lo lee complacido, González aprovechará el momento, se acla­rará la voz y, con Fernando Morán a la gui­tarra, le cantará eso de que “se vayan, se va­yan, se vayan, que se vayan los yanquis de América del Sur”...
Más o menos, así irán las cosas. Ganas de entenderse seguro que lleva Felipe González y hay fundadísimas esperanzas de que la reu­nión sea fructífera, ya que el colmo de los colmos sería que dos vaqueros hicieran el indio.



¡Reconvertiros hermanos!
(28/06/1983)
¡Reconvertiros, hermanos! ¡El fin de esta era está próximo! Además del cambio, llega ahora la reconversión. Carlos Solchaga, cual predicador de Cuaresma, nos exhorta a reconvertirnos si queremos alcanzar el paraíso económico.
Moralizados, cambiados, reconversos y reconfesos, nuestra situación quedará lista para afrontar el futuro. Sin embargo, la situación material del momento no está tan clara.
Primero, la crisis empresarial, que es el meollo del asunto. Sencillamente las empresas van mal y eso es lo mismo que decir paro y empobrecimiento. Hasta un setenta por ciento de las empresas consideradas grandes (aquellas cuya facturación es superior a los mil quinientos millones de pesetas anuales) han reducido sus plantillas en 1982 y siguen haciéndolo en 1983. Un dato es esclarecedor: hoy en día trabajan en España alrededor de trece millones de personas, mientras en 1976 trabajaban trece millones trescientas cincuenta y una mil. Ni los beneficios ni los salarios han subido lo que el índice del coste de la vida, lo cual implica, en resumidas cuentas y dicho claramente, que la vaca da menos leche y hay que repartirla entre más personas.
Segundo, la situación de nuestras finanzas y, como consecuencia, de nuestra moneda. El endeudamiento exterior anda cercano a los treinta mil millones de dólares; las reservas han experimentado una pérdida notable en 1983, debido al mal comportamiento del comercio exterior y a la escasa afluencia de capitales que financien el déficit resultante; las importaciones están disparadas y las exportaciones no aumentan. Nuestra capacidad de endeudamiento, en cauces normales, parece muy cercana al agotamiento y es muy posible que haya que acudir al Fondo Monetario Internacional, el cual impondría, ineludiblemente, la condición de proceder a una estabilización pura y dura.
Tercero, la nefasta orientación del gasto del país. El último informe del Banco de España pone todo el acento en que seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades, sin que se ejercite una acción drástica para contener el consumo.
En este panorama es donde hay que encuadrar la lógica y necesaria reconversión industrial. Una reconversión que necesitará una elevada inversión y cuyos frutos tardarán en recogerse. ¿Se puede afrontar esto sin fortalecer nuestra moneda, sin recuperar la confianza para la aportación de capital exterior, sin contener el consumo?...
La respuesta es negativa y hacerlo no supone otra cosa que un plan de estabilización, impopular y negativo políticamente para el Gobierno que lo afronte. Por eso hay que destacar la decisión, sinceridad y honestidad del ministro Solchaga, cuya figura toma una dimensión inusual en la vida política, si se analiza el terreno en que se mueve. Sin ninguna concesión a la demagogia, sin la mínima atención a no quemarse personalmente, aparece dispuesto a enfrentarse con la realidad, con la mirada puesta solamente en hacer lo que hay que hacer.
La “movida” ha empezado ya y con uno de los temas más duros: la siderurgia. Si no hay acuerdo en estos días entre las partes interesadas, el ministro sacará el día 1 de julio un decreto que pone en marcha la actuación en este sector. Poseemos tres side­rurgias integrales, cosa que no ocurre en ningún país de Europa, trabajan al sesenta por ciento de su capacidad y pierden alrededor de cuaren­ta mil millones de pesetas al año. Es lógico empezar por aquí pero, a pesar de su es­pectacularidad, es sólo el pri­mer paso. Han de seguir los astilleros, calzado, electrodo­mésticos, aceros especiales y textil, en lo que significará, si se consigue llevar a buen término, la auténtica revolu­ción del país. Ante lo enorme de la tarea, nos predica Solchaga la re­conversión, porque no pue­de ser sólo industrial. Supo­ne examinar nuestros peca­dos económicos, financieros y de comportamiento de con­sumo, confesarlos todos y cumplir la penitencia. Ni la ciencia económica, ni el catecismo, tienen ningún otro método para limpiar los erro­res pasados.




“Descarrillamiento” en el Comité Central
(05/07/1983)
El tren comunista ha “descarrillado” en el Comité Central, aunque a nivel de militantes y de poder real la cosa aún está por ver. Pobre don Santiago Carrillo: en vez de seguir el consejo de Fray Luis de Granada y optar por “la descansada vida del que huye del mundanal ruido”, ha preferido envejecer con las botas puestas y ha plantado cara a su propio delfín, Gerardo Iglesias, en el Comité Central del Partido. Gerardo le ha salido contestón y no respeta las canas y calva del que le puso en la cima del poder comunista.
La situación es que el informe del nuevo Secretario General se acerca a las tesis renovadoras de los disidentes que tuvieron que abandonar el partido, y Santiago Carrillo levanta la bandera de un comunismo más tradicional y combativo. Si en política internacional, Iglesias se queda en el concepto de neutralidad, Carrillo va más lejos y pide que los comunistas apoyen la propuesta del Pacto de Varsovia sobre desmantelamiento de misiles norteamericanos, franceses e ingleses. Sí en lo nacional, el nuevo secretario general aboga por un apoyo crítico al PSOE, el antiguo dice que hay que combatirlos porque hoy en día son socialdemócratas. Si Gerardo quiere regenerar el marxismo y realizar la apertura del partido, Santiago opina que de eso nada, que el marxismo necesita desarrollarse y avanzar pero no regenerarse porque no ha degenerado. En los duros debates, Carrillo ha tenido que ver cómo parte de la «vieja guardia» le abandonaba y apoyaba la propuesta del jefe actual. Así lo hacían Sánchez Montero, Romero Marín, Santiago Alvarez, Lucío Lobato y José María Meseguer, amén de Nicolás Sartorius, que no cuenta porque eso estaba claro. La votación final dio un respaldo al informe oficial de 43 votos frente a 27 y una abstención.
Ni se sabe a dónde hay que remontarse para encontrar antecedentes de que Carrillo pierda una votación en su partido. Al fondo de todo está el difícil callejón sin salida con el que se enfrentan los partidos comunistas en las democracias occidentales. Nadie los quiere para coalicionarse, lo que supone que para tocar poder tendrían teóricamente que ganar unas elecciones en solitario y la dinámica de la historia, como diría su propia autocrítica no va por allí. Apuntan por eso hacia formaciones testimoniales. Por eso busca salidas pragmáticas Gerardo Iglesias, y Carrillo parece olvidar que lo mismo hacía él, cuando cooperaba a inventar el Eurocomunismo.
La democracia es bastante implacable en poner las cosas en su lugar. En el caso del PCE ha supuesto manifestar su menor peso e importancia. Con la cantidad de comunistas que le salían a Franco cuando los contaba mentalmente y los pocos que luego, a la hora de la verdad, les han señalado las urnas.




Diez años después de Allende
(19/07/1983)
Verano del 73. En Argentina vuelve Perón y presenta su candidatura a presidente de la república. En EE. UU. se desencadena el mayor conflicto constitucional del siglo al negarse Nixon a entregar las cintas del Watetgate. En Helsinki se inaugura la Conferencia de Cooperación y Seguridad Europea con un desacuerdo básico, igual que ahora mismo, entre Occidente y el bloque comunista sobre libre movimiento de personas e ideas.
En España, un decreto de 9 de junio separa, por primera vez desde el final de la guerra civil, la Jefatura Estado y la Presidencia del Gobierno. El almirante Carrero Blanco es el nuevo presidente con un gobierno que incluye a Fernández Miranda, López Rodó, Barrera de Irimo, Navarro Rubio y José Utrera, entre otros. La dictadura continúa y medita sobre si es posible encontrar la forma de institucionalizarse a sí misma cuando sobrevenga la inevitable desaparición física del dictador. Todo apunta, sin embargo, a presuponer que “se va a acabar, se va a acabar: la dictadura se va a acabar”.
En Chile, el país de más larga y profunda tradición democrática de Sudamérica, las urnas han posibilitado el gobierno de la Unión Popular de AlIende que, por primera vez en la historia, está instaurando un régimen verdaderamente socialista, surgido del ejercicio libre de la voluntad democrática, no de una revolución armada.
Pero la situación es tensa; el 29 de junio una unidad blindada ataca el Palacio Presidencial y se rinde al cabo de cuatro horas al ver que su intentona ha resultado fallida. Se declara estado de emergencia en el país que sólo durará hasta el 5 de julio
Al Gobierno le parece que todo está controlado. No es así, y menos de dos meses más tarde algunas radios de la capital repiten machaconamente una extraña contraseña: «LIueve  en Santiago». En el cielo despejado de Chile llueve, desde ese momento, sangre, bombas, muerte, violencia y represión. Salvador Allende muere en su atacado Palacio Presidencias y Augusto Pinochet asume o agarra el poder absoluto.
Diez años después, diez años después de Allende, en España queda lejos la dictadura y el primer gobierno socialista de la democracia ejerce su política moderada nada parecida, por otra parte, a la que hizo Salvador Allende, en un clima de tranquilidad por lo que se refiere a aceptación del sistema democrático como forma de gobierno de los españoles. Los chilenos, oprimidos, arruinados y escarnecidos en sus derechos humanos desafían valientemente a su dictador a pecho descubierto y cantan por las calles que “se va a acabar, se va a acabar: la dictadura se va a acabar”; esa dictadura cruel, que nunca debió ser, que sigue ensangrentando Chile y avergonzando a toda la Humanidad digna de llamarse así.
Para muchos españoles, entre los que se encontrarán nuestros actuales gobernantes, el tema de Chile afecta especialmente a su sensibilidad. La distancia geográfica no impidió que gentes de izquierda y derecha se sintieran próximas a los sufrimientos de miles de chilenos, los comprendieran y compartieran profundamente sus afanes. Si se consigue la democracia en Chile será, sin duda, una buena noticia para la democracia española y para esa inmensa mayoría de españoles que la desearon y cooperaron  a posibilitarla.



Cuando llegue septiembre
(26/07/1983)
Un cuarto de estar absolutamente impropio para albergar a las catorce o quince parejas que se mueven por él. Mesa con croquetas, canapés y jarras de coca-cola con ginebra. El tocadiscos, nada automático, está conectado al altavoz de la radio y Karina gorgoritea con machacona insistencia que “cuaaando llegue septiembre toodo seráaa maravillooso”.
Era, claro está, un guateque de los 60 y el mensaje de la cancioncilla ramplona, sensiblera y chabacana resultaba como una versión populachera del “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett. La vida, entonces como ahora, dejaba mucho que desear y había que agarrarse a esperar a septiembre, a esperar a Godot.
Por un momento, se vislumbra una esperanza: es septiembre, es Godot. ¡Estamos salvados!... Después, cuando la realidad desvanece la ilusión, hay que conformarse: “¿No vendrá hoy?”... “No, señor”. “¿Pero vendrá mañana?”... “Sí, señor; seguro”.
Es un juego que está bien pero cuando llegue septiembre del 83, todo parece indicar que habrá un otoño laboral bastante agitado. Inevitablemente, el Gobierno ha de profundizar en medidas de austeridad, que pueden significar una clara disminución de las atenciones sociales. Por otra parte, está ya inmerso y ha de proseguir en una política de control monetarista para paliar los excesos anteriores.
Todo esto significa cerrar el año quizás más saneados, con los pies más firmes, pero con incremento del paro por encima de ese 17,48 % de mayo, con un incremento del producto interior bruto menor del dos por ciento y con un propósito de enfrentar 1984 aplicando una verdadera estabilización, en lo que se refiere a costes salariales y sociales.
Cuando llegue septiembre, en fin, seguirán existiendo el hambre y la miseria, las hipotecas impagadas no se pagarán solas y los suspensos de junio no se habrán convertido en sobresalientes por arte de magia. Bueno, pues ya está. Problemas los hay a montones pero, ¿cuándo no los ha habido?... ¿Cuándo no los habrá?… No hay que achicarse.
¿Saben lo que se puede poner esperanzadamente en el otro lado de la balanza? La firme voluntad de, con mayor o menor acierto, enfrentar­se a los problemas. No es lo de menos.
Con esta base podemos tomar una pausa. Cada momento tiene su afán y ahora es tiempo de vacaciones. Vámonos  física o men­talmente a la playa de nuestros de­seos para que el sol cicatrice las he­ridas de un año de lucha por la vi­da, y para disfrutar con el sabor de las sardinas a la plancha y con los pa­cíficos paseos al atardecer por el malecón del puerto.
Y, ¡qué demonios! Por muy iló­gico que, sea, nadie nos puede im­pedir pensar a ratos sueltos que, sin necesidad de Godot y aunque no sea este año, la justicia, la paz, la abundancia y la felicidad vengan, al fin, alguna vez, cuando llegue septiembre.





Crónicas de la Unión Monetaria
(1997/1998)

Punto de partida
09/02/1997
 Paro, inflación y Alemania
16/02/1997
Mercados fundidos
23/02/1997
El ordenador del Banco Central Europeo
02/03/1997
Los Mediterráneos
09/03/1997
Chubascos y tormentas
16/03/1997
China y dos palabras
23/03/1997
El más libre mercado
30/03/1997
Bolsas burbujeantes
06/04/1997
Arranca la cuenta atrás
13/04/1997
Elecciones eurofrancesas
27/04/1997
La Europa que nos duele
04/05/1997
Schuman, Delors y Kohl
01/06/1997
Incertidumbre
08/06/1997
La cohabitación europea
15/06/1997
Convivencia, convergencia y conveniencia
21/09/1997
Prólogo a la cumbre del paro
19/10/1997
Tres Europas nada más
09/11/1997
El factor humano
23/11/1997
Duelo por el Banco Central Europeo
30/11/1997
La Unión Europea del siglo XXI
14/12/1997
Presidente Blair
04/01/1998
En el valle de Davos
08/02/1998
Hablemos de deflación
01/03/1998
Turquía, Europa y la paz
08/03/1998
Treinta años después de Mayo
26/04/1998
Punto final
03/05/1998





Punto de partida
09/02/1997
Ya estamos metidos –amable lector–, y casi sin darnos cuenta, en la recta final de lo que representa el mas peculiar experimento económico –y en consecuencia ineludible e indisolublemente político– de todos los tiempos en los que la economía ha existido como tal. No hay que temer ser categórico y contundente con las palabras cuando lo son los hechos. Que un buen número de países con historias, idiomas y realidades diferentes decidan aunar su devenir económico hasta el punto de tener la misma moneda, asemejar sus políticas presupuestarias, intentar equiparar prácticamente sus tipos de interés y sus tasas de inflación, queriendo marcar, por tanto, un parecido ritmo de crecimiento o recesión, según venga el ciclo, es algo, todo eso, que nadie recuerda porque nunca antes ha existido.
Y ha de hacerse sin las características que marcó Bodin para definir al Estado: sin un poder coactivo, autónomo y soberano; se ha de hacer, se está haciendo, por acuerdo libre desde las soberanías nacionales.
En esta peculiaridad histórica, tan breve y groseramente pergeñada, se inscribe esta sección semanal "Crónicas de la Unión Monetaria", con el deseo de ser solo una mirada curiosa de estos momentos de cambio que, queramos o no, nos toca vivir. 
Todo el proceso está plagado de sombras transparentes. Aquí trataremos de acercarnos a ese otro mundo u otra dimensión que se esconde tras el umbral de la Unión con sencillez. Acercarnos a ellos juntos, mirar y ver. La realidad sobre los temas económicos se puede ver de forma natural; lo críptico y el abuso de cifras son, a menudo, vacuos.
Entrando en materia, vamos a partir, en este primer artículo introductoria, de algunas notas generales; cuatro apuntes de cómo por ahora se nos va presentando el proceso. Sólo reconocer el paisaje antes de la batalla:
1) No cabe duda de que el objetivo de racionalización que implica el cumplimiento de las condiciones de convergencia es deseable. Lo es también el conseguir estar en óptimas condiciones para poder integrarnos en la UEM desde el primer momento. Pero sin olvidar que los desajustes estructurales de economía real de nuestro país con los principales socios comunitarios –como el paro y el nivel de rentas– son de gran, enorme, calibre. España para converger realmente necesita de un buen ritmo de crecimiento económico. Debe hacerlo manteniendo buenos niveles de estabilidad de precios y control de las magnitudes económicas, pero debe estar atenta también a que el afán de igualar solo nominalmente los criterios exigidos no lesione o impida sus posibilidades de crecimiento.
2) En la primavera de 1.998 se establecerán los países que iniciarán la tercera fase de la UEM a partir del 1 de Enero de 1.999. En esa fecha, el hito importante es el establecimiento de paridades fijas irrevocables entre las monedas nacionales, lo que en la práctica supone que las monedas nacionales no serán, en sentido económico, sino acuñaciones distintas de una misma divisa. Entre ellas deja de funcionar la posibilidad de que se altere el tipo de cambio.
Cuando cada uno tiene su moneda y existen tipos de cambio, si se producen procesos internos en un país que hacen que sus precios suban más que en otros, resulta primero que los precios de los exportadores van perdiendo competencia y lo mismo lo que a los turistas les cuesta ir a ese país. Pero entonces el tipo de cambio baja (más pesetas por ejemplo por cada marco, franco, libra.....). Así los precios de la exportación y el turismo vuelven a ser competitivos y siguen tirando.
Si la peseta queda en Enero del 99 sobrevalorada o si tensiones internas hacen subir nuestros precios más deprisa que el resto, esto ya no funciona así. Con moneda única, una inflación superior al resto de socios significa precios no competitivos, sin poder arreglarlo fácilmente hacia fuera. En moneda única, los diferenciales de inflación  no son un problema, son una catástrofe difícil de reconducir.
3) Estamos situados todo el tiempo en la opción sobre la que ya afortunadamente hay acuerdo y deseo general de que España entre en la Unión Monetaria desde el primer momento, lo que cada vez aparece como hipótesis más plausible. Si no es así los esfuerzos ya hechos de inflación controlada y tipos de interés bajos que posibilitan inversión pueden irse al garete. Los brotes especulativos contra la peseta se desatarían posiblemente. La credibilidad y confianza en nuestra economía quebrarían en algún grado. La peseta tendería a caer y, para evitar la fuga de capitales, los tipos de interés iniciarían una imprevisible escalada al alza, pudiendo llegar nuevamente a los niveles perversos de dos dígitos. La prima de riesgo contra la peseta subiría. Se correría el peligro de que la escalada de tipos, desincentivara la inversión y el consumo y, en definitiva, se frenara el crecimiento y nos situáramos al borde de la recesión.
4) He dejado para el final de estas instantáneas de punto de partida, sobre las que iremos posando nuestra curiosa e interesada mirada, algo sobre lo que siempre se circula de pasada y se despacha con frases lacónicas de confianza en la buena voluntad de todos. Es el aspecto de que nunca la dirección económica ha estado separada de un poder político único. Ahí hay muchas reticencias, no lo duden. ¿Quién va a mandar en las decisiones económicas de la UEM?…  Nadie se atreve a preguntárselo si no es para asegurar que mandar, lo que se dice mandar, no mandará nadie. De momento queda en confianza de buena voluntad y reglas pactadas. Si la buena voluntad existe y las reglas son buenas y respetadas no se podría pedir mejor respuesta; pero claro, fácil no es.
Estas pinceladas dispersas del paisaje de fondo han sido inevitables para empezar la próxima semana el periplo por los aspectos más señalados que el proceso UEM nos vaya presentando. Yo encantado si Vds. –benévolos lectores–  tienen a bien acompañarme. 



Paro, inflación y Alemania
16/02/1997
Una premisa y un antecedente para empezar. La premisa: Alemania manda mucho en el seno de la Unión Europea. Para el antecedente hay que remontarse bastantes años:
Alemania hizo primero una gran guerra: Alemania perdió la guerra. Se reunieron en París los vencedores para dilucidar qué hacían con el vencido: Alemania debía pagar la factura. Y las cuentas se hicieron desde el concepto de lo que "debía" pagar, no de lo que "podía" pagar: 75% del cinc, 28% del carbón, 20% de cereales y patatas, y dinero, mucho dinero; cerca de doscientos mil millones de marcos oro en un plazo de treinta años. Pero el excedente total de Alemania en ese plazo no llegaría previsiblemente ni a la mitad. Estas afrentosas condiciones eran inviables.
Alemania tuvo que empezar a intentarlo. Como era de esperar, su economía estrujada no pudo responder. Surgió el  fenómeno espectacular que marcó el periodo y también, de forma indeleble, el inconsciente colectivo de los Alemanes. Fue la inflación; la descomunal hiperinflación: En enero de 1.919 el dólar se cotizaba a 8,9 marcos. En enero de 1.922, un dólar eran 191,8 marcos; en enero de 1.923 un dólar eran 17.972 marcos; y antes de que acabara ese mismo año, un dólar eran 4,2 billones de marcos; ya no existía moneda ni economía, sólo miseria. A partir de ahí, y hasta nuestros días, la inflación no fue para Alemania una magnitud económica, fue un arquetipo doloroso y cruel. Negro panorama de angustia, abandono y soledad; paisaje negro, razón opaca. Emergió el mundo oscuro que siempre, peligrosamente, late: Surgió el nazismo con la voz disonante y patética del resentimiento y la locura.
El modelo de crecimiento suave.
El túnel del tiempo nos lleva a Dublín en nuestros días. El bajo nivel de inflación que Alemania impone queda asegurado porque los criterios de convergencia exigen como máximo que sólo se puede permitir un diferencial del 1,5% con los tres países de mayor estabilidad de precios. El dato de España a Enero, publicado el jueves, nos mete ya en un esperanzador 2,9% de exceso; nos codeamos hasta con Inglaterra que, en tendencia contraria, ha subido del 2,5% al 2,8%. Pero luego hay que seguir porque el pacto de estabilidad exigido por Alemania significa que el criterio base innegociable para la UEM es la estabilidad monetaria.
Eso es bueno: los países se someterán a una rigurosísima disciplina presupuestaria. El presupuesto deberá estar casi equilibrado independientemente de como ande el ciclo económico. Como norma, para que pueda haber un déficit que exceda del 3% sin sanciones (hay algunas vías de excepción ligeras y previa autorización)  hay que estar metidos en una recesión superior a un  -2% del PIB. Podrá haber pues déficit en épocas recesivas fuertes, pero tendiendo a compensarse con superávits en periodos de crecimiento, lo que significa no poder lanzarse nunca a impulsar crecimientos elevados: Se consolida un modelo que busca el crecimiento suave.
El problema es que con los avances tecnológicos e incrementos de productividad esos crecimientos se muestran insuficientes para enfrentarse al problema del paro en nuestro país. Eso ya no es tan bueno.

El desafío del desempleo
El modelo pide medidas complementarias para impulsar la creación de empleo, pero las voces que han salido en este sentido se ven apagadas por una línea superortodoxa que no quiere ni oír nada que pueda parecer ajeno a disciplina dura. ¿Quién se acuerda del Plan Delors de inversiones para crear empleo?
España con nuestro paro récord debería mostrarse más flexible, pero hay miedo político. No nos sirve de mucho tal mesura. De cuando en poco, nos dan un "toque". Nos lo dio recientemente el habitual orfeón bávaro de políticos y banqueros (Stoiber, Zeitler, Cartellieri, Lipp…), que entonó la melodía fastidiosamente recurrente sobre la conveniencia y los planes de dejar fuera de la UEM a los países mediterráneos.
Lo gordo es que Alemania, ante la evolución de su índice de paro –con un incremento que lo sitúa en el 12,20% (que para nosotros lo querríamos)–, califican las nuevas cifras de aterradoras y reforman el presupuesto de 1.997, incrementando su déficit del 2,5% al 2,9%. Realmente –y nunca mejor empleado el adverbio– el que lo tiene claro y ha expuesto una opinión tajante en este sentido, ha sido el Rey Juan Carlos, que en la universidad de Lovaina ha señalado con acierto: “La integración europea tendrá sentido si responde al desafío del desempleo”. Y claro, por el contrario…




Mercados fundidos
23/02/1997
Es el título un deleznable y chocarrero juego de palabras con el que me refiero a las posibilidades que los mercados financieros tienen, en el proceso UEM, de quedar fundidos-unidos algunos y con los plomos fundidos otros.
En esquema los mercados no hacen sino dos cosas: La primera, poner en comunicación  a compradores y vendedores de las diversas modalidades de operar con dinero. La segunda, muy fundamental en economía, generar expectativas, de las que, hoy en día, son los mayores fabricantes. Las expectativas sobre el rumbo que lleva la economía no son simplemente un anuncio o una opinión. Uno de los grandes economistas de nuestro tiempo, Franco Modigliani, determinó cómo son en sí mismas fuente de inestabilidad, empuje o freno de la actividad económica de un país. De ahí el desatado afán de toda autoridad económica de tener contentos a los mercados.
Ahora son tiempos de cambio para ellos. Con la Unión los mercados se globalizan y pierden el carácter de nacionales. Los grandes emisores, inversores y operadores tenderán a concentrarse en torno a los mercados que en la actualidad son más líquidos y profundos. España tendrá que enfrentarse a mercados más potentes y voluminosos como son Londres, París o Francfort, sin el cobijo de que las monedas sean distintas. En el mercado español funcionan cinco bolsas de valores, tres mercados de renta fija, dos de derivados financieros y uno de no financieros. Se espera un proceso de fuerte concentración. Las bolsas periféricas, por ejemplo, pueden desaparecer o, si queda más bonito, pueden fusionarse todas con la de Madrid, quedando una sola.
Se presenta el EURIBOR
Un único tipo europeo de interés a corto plazo, el EURIBOR, sustituirá o fagocitará a los nacionales. Así, igual que el MIBOR entró en la vida de muchos de la mano de sus hipotecas contratadas a MIBOR más algo, hará entrada este simpático EURIBOR, que seguro los que disfruten de un recibo mensual por la compra de su piso desearán ver lo más bajo posible.
Y entretanto la vida sigue y los mercados detectan cada hecho inmediatamente: Nuevas dudas,  esta vez belgas, sobre las posibilidades de España e Italia de entrar en el pelotón de cabeza de la moneda única, debilitan a la peseta y obligan al Banco de España a intervenir. Consecuente cambio de expectativas de bajada de tipos hacia la contraria en menos de una semana. Pero eso, si no va a más, es circunstancial y sólo una muestra de la extrema "sensibilidad" de los mercados. Hay otro aspecto que puede tener mayor enjundia y aunque es noticia destacada no se comenta demasiado en clave UEM. Es la subida imparable del dólar. El excelente comportamiento de la economía de EEUU es suficiente explicación. Sin embargo aquí querría destacar que no deja de ser una muestra de confianza en un dólar fuerte frente al futuro Euro. No nos engañemos; cuando se confíe en que el euro sea fuerte, el dólar lo será menos y, ahora mismo, aparecen signos de lo contrario. Siempre cuando ha habido fortalezas exageradas del dólar significaba, además de cualquier otra cosa, que era moneda refugio de las ingentes masas especulativas de dinero frente a debilidades esperadas de otras monedas.
Ese tema nos quedaría al hablar de mercados: La consideración del fenómeno espectacular que en nuestros días constituye la especulación. Esa especulación monetaria a gran escala que busca la ganancia rápida y que solo trastornos produce. Hay siempre un temor latente de que aparezca en el proceso UEM, aunque se intente evitarlo. Pero esa…esa es otra historia; u otra crónica en un futuro.



El ordenador del Banco Central Europeo
02/03/1997

El Banco de España ha publicado su informe "La Unión Monetaria, cuestiones fundamentales", donde indica que  el Tratado ya rubricado por los Estados miembros compromete a lograr la convergencia, que esto condiciona sus políticas económicas y que no se podrán considerar independientes. Bien, no habrá política económica independiente. Pues eso supone el gran meollo de la UEM, el tema mayor: ¿Quién  la va a marcar? ¿Cómo se va a marcar?
Milton Friedman, premio Nobel 1.976, nos puede ayudar a comprenderlo. En una conferencia de marzo de 1.985 en la universidad de Chicago dijo textualmente: "Mis estudios monetarios me han llevado a la conclusión de que los bancos centrales podrían ser fructíferamente reemplazados por ordenadores dirigidos a proporcionar una tasa de crecimiento estable de la masa monetaria".
El pensamiento de Friedman ha tenido más amplia repercusión y mayor aplicación práctica que ningún otro economista en nuestros tiempos, dentro de las economías desarrolladas. Claro que nadie ha ido tan lejos como expresa esa frase. Hasta ahora.
Digo hasta ahora porque a partir del 1 de enero de 1.999 el Banco Central Europeo será el responsable de definir la política monetaria única. Todos los gobiernos renuncian a su política monetaria y ésta es asumida por un órgano técnico sin contrapeso político. Pero no corramos; primero los protagonistas y luego la película.
El sistema
El Sistema Europeo de Bancos Centrales está compuesto por el Banco Central Europeo (BCE) y los bancos centrales nacionales (BCNs). Su tarea es definir y ejecutar la política monetaria, con el objetivo último de estabilidad de precios. Dentro del "sistema" el BCE define la política y vigila el cumplimiento; toma las decisiones y los BCNs ejecutan. Los gobiernos dejan su política monetaria a un "sistema". No tiene enfrente, guiándole o influyéndole a ningún gobierno porque no hay un gobierno europeo; lo más parecido que hay efectivamente es el Consejo de Ministros de Economía y Finanzas (Ecofin) y ni pensar que formen un bloque homogéneo en sus opiniones que han de responder a diferentes intereses.
Así pues, introducido ese objetivo o razón de ser de la estabilidad de precios, lo que tiene que hacer el sistema o, en definitiva el BCE, que es el que manda, es cumplirlo técnicamente. Se barajan dos opciones de cómo hacerlo, aunque en definitiva son una: Fijarse directamente en el proceso general de la inflación e inyectar liquidez cuando baje y drenar cuando suba, o fijarse en el volumen de masa monetaria e incrementarla cuando baje de lo predefinido óptimo y rebajarla cuando suba, pensando en este caso que la inflación depende exclusivamente de la cantidad de dinero en circulación y que automáticamente queda controlada, como dice Friedman.
Los problemas
El primer problema consiste en saber de qué inflación estamos hablando ¿la de los países que dentro de la Unión la tengan más baja? ¿la media de todos los socios? ¿una cifra aleatoria idónea?… Tengan en cuenta que nadie discute –yo no desde luego– la necesidad de controlar la inflación, pero la tecnificación hasta extremos absolutos puede dejar fuera consideraciones sociales graves. Miren, es lógico que el presidente del actual Instituto Monetario Europeo (que se transformará en el BCE), Alexandre Lamfalussy declare en estos días que hay que reformar a la baja de costes y prestaciones la Sanidad Pública y la Seguridad Social en toda Europa. Su responsabilidad y visión son técnicas y técnicamente eso es impecable. Lo que pasa es que detrás están las personas y las consideraciones humanas han de estar presentes porque, de momento, aún nadie se ha atrevido a cambiar el concepto fundamental de que la economía está al servicio de las personas y no al revés.
El segundo problema es que no toda la política económica es política monetaria; está la fiscal, laboral, de educación, inversiones, infraestructuras, industrial, comercial, de servicios y asistencias y un largo etc. Todo eso queda en manos de los gobiernos, que esos sí son personas que han de cuidar y dar cuenta ante sus electores de la mejor atención de sus necesidades por la cuenta que les trae; pero es tan dependiente la o las políticas económicas generales de la monetaria que no queda claro como se conjuga la posibilidad de su ejercicio real.
La cuestión no deja de ser que ineludiblemente es toda la política económica la que habrá de armonizarse, lo que no debería significar igualarse sino recoger las diferencias e integrarlas solidariamente. En el principio o enunciado se está de acuerdo –es lo más fácil–; en cómo hacerlo, todavía no –es más difícil–. Es un tema que habremos de seguir de cerca; es la substancia y gran cuestión de fondo de la UEM.



Los Mediterráneos
09/03/1997
Mediterráneo: Las civilizaciones que crearon a Europa navegaron por tus aguas, y ahora algunos ingratos te vienen con reticencias en relación a la Unión Monetaria…
Hacen mal; Europa es plural y debe aceptarse su pluralidad, así como la singularidad de los elementos que la componen. Para que esto marche bien habrá que estar dispuesto a unificar, además de la moneda, esos cánones de forma de vivir solidaria que constituyen el asiento de toda comunidad. Menos reticencias y más solidaridad debería ser otro criterio de convergencia.
Desde que los gobiernos europeos firmaron el Tratado de la Unión Monetaria –Tratado de Maastricht–, se fueron acuñando etiquetas o intentando agrupar países. Están los "nucleados" –Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Austria, Luxemburgo–, bastión fuerte y modelo del diseño; los "reticentes" –Reino Unido, Dinamarca, Suecia–, que estarían bien vistos, pero que cuentan con una resistencia interior a la unión de tal calibre que sus políticos no se atreven a ponerle el cascabel al gato y lo van dejando de momento; el escandinavo que no quiere y votó en contra –Noruega– y el que sí quiere fervorosamente –Finlandia–, le cueste lo que lo cueste, porque lo ve como un asunto incluso de seguridad nacional de alejarse definitivamente del antiguo bloque del este. Quedan Irlanda, que a su aire tiene ya tantas posibilidades como el que más de estar dentro y, por fin, los Mediterráneos – Italia, Grecia, España y Portugal (metido en el saco, aunque sus costas las bañe otro mar).

Áreas Monetarias Óptimas
¿Se pensaba verdaderamente en los Mediterráneos como aspirantes a la primera velocidad de incorporación?…
 No sé… Resulta que en la teoría económica tradicional, que define las características de un Área Monetaria Óptima (AMO) que es a lo que debe aspirar la UEM, lo que se baraja no son magnitudes como inflación, deuda o déficits. Lo que se considera importante es tener niveles parecidos de renta y flexibilidad del trabajo, entendida como una real posibilidad de que los trabajadores se desplacen dentro del área a encontrar trabajo donde lo haya. En realidad se considera vital todo lo que provoque que las demandas en cada país se igualen que no caigan en uno y sean pujantes en otro.
Paul de Grauwe, catedrático de economía de la Universidad de Leuven, ha plasmado en un gráfico los condicionantes de esta teoría y sucede que los países "nucleados" forman un AMO y si se introducen todos los demás no, por mucho que las magnitudes de convergencia se logren. Los criterios de convergencia, más que un camino hacia formar un Área Monetaria Óptima, parecerían definir unas condiciones de entrada que los más igualados cumplirían y los otros no, una especie de barrera.
Letra y espíritu
Sin embargo, las cosas que tiene la economía son tan graciosas que ahora los Mediterráneos (excepto Grecia), y en situación especialmente favorable España, si no cumplen a rajatabla los criterios, pueden tener grados de incumplimiento leves similares, en algún caso, a países "nucleados". La misma Alemania puede tener problemas de cumplimiento estricto. El tratado da la solución porque prevé que las condiciones de déficit y deuda pública puedan no cumplirse al pié de la letra y el examen se apruebe si se está en el buen camino. Hay letra y espíritu.
Puestos así, pasa que Alemania y otros "nucleados" tienen problemas políticos de aceptación de la UEM por parte de sus ciudadanos. Les sería más fácil venderla sin la incorporación de países mediterráneos. Pero ¡hombre!, no sería de recibo que los mismos porcentajes se juzgaran distinto; sería gordo que un déficit del 3,2% en Alemania fuera posible y uno igual de España no. 
Aquí podemos ver la clave (lo que en estas crónicas buscamos entre todos) de los comentarios nerviosos que, imprudentemente y dañando al proceso, están surgiendo:  Con países similares habría habido una gran elasticidad de espíritu, porque los criterios exactos no son importantes; por otra parte, muchos hubieran respirado si objetivamente se hubiera podido dejar fuera a los mediterráneos; pero ahora el buen espíritu se ve necesario para todos, y eso puede llevar a una Moneda Única con un núcleo amplio de países, incluidos los Mediterráneos, salvo Grecia. Y eso a algunos les cuesta aceptarlo deportiva y fraternalmente.
De cualquier manera, cierro con lo que decía al principio. Para que la casa común europea quedara bien cimentada, el buen espíritu debería emanar de consideraciones supraeconómicas. Se trata ahora de atrevernos a convivir. De construir un nuevo concepto, de verdad común, de civilización europea solidaria.



Chubascos y tormentas
16/03/1997
No, esto no es el parte meteorológico. Lo que pasa es que, siempre que se habla de la especulación monetaria, aparecen referencias a perturbaciones de la naturaleza. Creo que inconscientemente se identifica con fuerzas fuera de control. Esas fuerzas están empezando a aparecer. Han caído algunas gotas, pequeños chubascos; pero lamentable y posiblemente anuncian tormentas.
Esta semana, se han expresado opiniones coincidentes con los razonamientos de la crónica anterior: No habrá demoras en la UEM (ministros de economía francés y alemán) y se hará amplia con flexibilidad de criterios (informe del Commerzbank, Erich Welteke, consejero del Bundesbank, y otros). Se disipan, de momento, nubes, y encima ha salido el sol del mejor I.P.C. posible. Seguimos adelante, aunque el Banco de España ya ha tenido que mojarse en defensa de la peseta. Nos queda la pregunta ¿por qué la zozobra si nada en España iba peor?
La respuesta está en el viento, en el soplo sombrío, disonante y frío de la especulación monetaria que ha adquirido en nuestros tiempo una proporción desmedida. El necesario libre comercio ha llevado a la consecuencia lógica de  libertad de traslación de capitales entre países, y ha propiciado una situación de peligro latente para la estabilidad económica. Ahora, el volumen de las transacciones en divisas que corresponden a operaciones de comercio internacional de bienes o servicios o de inversión apenas tiene importancia sobre el total (no llega al 10%). El resto es juego a la búsqueda de beneficio rápido: Se compran y venden valores de billones de dólares, sólo para volverlos a vender y comprar. La estabilidad es su enemigo -no hay ocasiones de ganancia- y las tormentas su elemento.
En enero la situación de la peseta era de máxima fortaleza dentro del Sistema Monetario Europeo. Han bastado unas especulaciones infundadas, que sembraban la duda sobre la entrada de España en 1.999, para que nuestro banco central haya tenido que realizar operaciones por valor de 200.000 millones de pesetas, con el fin de frenar su debilitamiento. Rojo ha optado por bajar un 0,25% el tipo de interés, dado el I.P.C. de febrero, pero si hay ataques monetarios se pueden necesitar retoques contrarios.


China y dos palabras
23/03/1997
Estaba iniciando unas líneas sobre Europa y China, país al que la muerte del ambiguo Deng Xiaoping ha puesto en el ojo del huracán de la actualidad. Deng, de forma impredecible y errática, estableció profundos cambios que han supuesto liberalizar grandes sectores económicos. China ha estado creciendo a una media del 10% anual, durante 14 años, y su renta se ha multiplicado por tres. Las empresas de capital mixto o exclusivamente extranjero han proliferado con esos números mareantes que sólo allí se dan: 140.000 en ese periodo. La inversión exterior se concentra en las zonas especiales de protección económica por donde no circula la moneda china –Yuan o Kuai– sino el dólar de Hong Kong. 
Pensaba, como les digo, en esa China compleja, donde la fuerza de consumo es ya enorme y su importancia como mercado no tiene parangón, y en la necesidad Europea de luchar por ese mercado en el que EEUU, apoyado en la preponderancia del dólar, está tomando la delantera; recordaba lo que había dicho recientemente Juan José Sanz, el presidente de "nuestra" General Motors: "si sólo un 1% de la población china adquiriese un vehículo, tendríamos un mercado equivalente a Europa"; consideraba lo poco que falta para que, Hong Kong, el gran centro industrial, comercial y financiero de Asia oriental se incorpore nuevamente a la madre China, y el impulso suplementario que eso iba a representar…
En esas estaba, cuando una ráfaga de pensamiento, aparentemente sin hilazón, cruzó por mi cabeza y desembocó en una escena en la que un anónimo amigo lector imaginario me espetaba: "Vale, tu venga a escribir y escribir, pero a ver, en definitiva, y dímelo en dos palabras: ¿Para qué se hace el Euro?"
Toma ya, vaya con las jugarretas del cerebro y el amigo imaginario. Con lo poco comprometedor que es explicarlo extensamente y él lo quiere en dos palabras. Son ganas de meterme en un brete… En fin, los amigos son los amigos (el plural es porque a esas alturas ya les incluía a todos Vds. en mis reflexiones), y si hay que hacerlo se hace.
Para vender
En dos palabras: "Para vender". El Euro se está haciendo por la necesidad de competir mejor en los mercados exteriores; para poder contrapesar la preponderancia del dólar en las transacciones internacionales (hoy en día alcanzan el 50% del total). Por eso interesa sobremanera a los grandes exportadores europeos con Alemania a la cabeza. Por eso se hará.
Las implicaciones del establecimiento de la moneda única europea son enormes y afectará -soy de los que creen que para bien, que los "pros" son superiores a los "contra"- a todo el sistema económico. Pero sin el objetivo claro e inmediato para los países mas pujantes de Europa de mejorar su competitividad exterior, muy difícilmente se hubiera iniciado.
Esta competitividad exterior mejorada de cada nación tiene dos ámbitos. Uno, los demás países del área euro, donde las ventajas son evidentes: Un gran espacio económico, funcionando como si de tu propio país se tratara, sin ningún riesgo ni temor de variaciones del tipo de cambio. Dos, el resto del mundo: La potencia de penetración depende de haber conseguido crear empresas líderes; si lo ha hecho EEUU es asentándose primero en su gran mercado interior de 260 millones de personas. Con el euro, el mercado interior del área europea será de mas de 340 millones de personas, la mayor base interior del mundo para lograr las mejores cotas de productividad, innovación y precios agresivos hacia el exterior.
De vuelta a China
Callado ya en mi mente el visitante comprometedor, sigo por donde iba que ha resultado ser el mismo asunto. Les decía que China ya no es un gigante dormido que puede despertar; Deng Xiaoping hizo sonar el despertador. Se han despertado de un sueño de treinta siglos y tenemos a 1.200 millones de Chinos en plan productivo y consumista.
Para abordarlo con fuerza, tendremos el euro, nacido para vender. Es vital: En las economías europeas, la espiral de cada vez mas inversión de capital por unidad de trabajo, de cada vez mas producción por trabajador provoca el exceso de capacidad productiva, el sobrante de trabajo, el paro. Faltan consumidores para todo lo que se podría producir. La lucha contra el paro y por el crecimiento se llama incremento de exportación. Se necesitan nuevos mercados, nuevas necesidades a cubrir, fuerza de demanda. China nos ofrece sus carencias, su deseo intenso de eliminarlas y la realidad actual de su transformación de necesitados a consumidores.
Esto va a suponer un test fundamental para la Unión Monetaria. Vender más y mejor, entrar en nuevos mercados, es la vocación del euro y el único camino para luchar contra el paro.



El más libre mercado
30/03/1997
Cumpleaños feliz, que cuarenta años -cumplidos esta semana- no es poco en la construcción de Europa. Cumpleaños a festejar con la consecución de una ambiciosa etapa a la vista: la  que tenía como meta llegar al más libre mercado que se pudiera alcanzar entre países distintos. Eso es el espacio UEM: El fin del proceso que arrancó con "cooperación" y "coordinación" hasta llegar a la auténtica "integración", que significa crear una unidad de mercado con absoluta transparencia y completa liberalización como si, en este sentido, de un sólo país se tratara.
El 25 de marzo de 1.957 seis Estados iniciaron el camino con la firma del Tratado de Roma. En 1.968 estos seis países instauraron la Unión Aduanera, que suprimía las barreras arancelarias entre ellos y adoptaba una tarifa exterior común frente al resto del mundo. Pero eso no significaba todavía un mercado único; la igualdad de oportunidades precisaba de algo que de forma real tuvo que esperar hasta 1.993: la libre circulación de los factores productivos, trabajo y capital. Cerca de 29 años después del Arancel Aduanero Común, vivimos la etapa final liberalizadora con la muerte anunciada del último bastión protector de los mercados nacionales: la moneda.  
Sin barreras, vértigo
La moneda nacional es otra forma de proteccionismo. Por muy liberalizado que esté el comercio internacional, las monedas diferentes y la distancia son dos barreras, frenos o protecciones ante la concurrencia en idénticas condiciones de los foráneos. Suponen costes de transacción y de información (analizados por Ronald Coase y George Stigler), que generan ventajas para las empresas locales o nacionales en sus mercados. Cuando la diferencia de monedas a efectos de transacciones comerciales desaparezca (1-1-99), sólo quedará la lejanía física y cultural o social para proporcionar alguna ventaja a los productores cercanos. Pero las distancias se hacen cada vez mas pequeñas, no sólo por la facilidad de viajar y transportar mercancías, sino por la inmediatez de los contactos, y también la cultura y costumbres se identifican, consolidan y generan conjuntamente; estamos en la aldea global donde la comunicación no se desplaza mas o menos rápida por tierra, mar o aire: se produce prácticamente instantánea en las autopistas hertzianas de la información.
 Los costes de transacción e información se minimizan y las monedas se unifican. Este mercado transparente sin el freno de barreras físicas o sociológicas, distancias, o monedas diferentes está encima, y la cercanía de este más libre mercado -quieras que no, es comprensible- produce cierto vértigo o temor difuso en algunas empresas, sobre todo en las más acostumbradas a desenvolverse en mercados próximos.
El fondo es que los mercados locales y nacionales se abren y a los considerados mas propios llegan nuevos vendedores a vender y cobrar con la misma moneda que la nuestra. La solución positiva, el problema convertido en ventaja es de perogrullo: Incrementar la venta exterior más que la merma interior que se pueda sufrir; tocar a rebato, salir a vender.
¿Cómo hacerlo? A base de precios y calidades competitivos que serán los elementos decisorios en este territorio de libertad. Conviene intensificar al máximo la investigación de mercados; pueden existir nuevos mercados o nuevos canales de distribución que lleven a reestructurar compras y ventas. Hay que aprovechar las oportunidades iniciales: Las diferencias de precios entre los distintos países se harán patentes y producirán cambios de clientes y proveedores.
En resumen, se hace preciso racionalizar estructura y costes y prepararse para salir a vender más. Hay que hacerlo ya, sin recurrir a la coartada dilatoria de si va a haber retrasos o si España entrará. Mas importante que los hechos es el sentido de su movimiento; y el sentido de su movimiento es, sin duda y desde hace cuarenta años, hacia el más libre mercado.



Bolsas burbujeantes
06/04/1997
A las bolsas europeas les ha tocado sufrir esta semana. Bajan, en principio y como causa inmediata, porque el banco central norteamericano (la Reserva Federal) decidió subir un 0,25% el tipo de interés, lo que, en sí mismo, tampoco sería para tanto. Pero estos retoques de tipos son la forma en la que las autoridades monetarias lanzan mensajes, y la forma de interpretarlos no está absolutamente relacionada con la contundencia de los mismos; dependen también del estado de los que los reciben, de sus temores, por ejemplo.
Las bolsas bajan y antes han subido; las bolsas siempre subirán y bajarán porque son un mercado y el precio no depende absolutamente de lo que valen los valores que allí se negocian, sino de la cantidad de dinero que llega en un momento dado. Si el dinero acude, la bolsa sube valgan lo que valgan realmente las acciones. Es un ejemplo de inflación monetaria: Si a una bolsa no llegan nuevas acciones y nuevas empresas y llega nuevo dinero, ineludiblemente sube lo que hay. En parte, cuando el precio de los valores se hincha, se compran burbujas, aire empaquetado envuelto para regalo, porciones de nada en fundas transparentes.
Como consecuencia del bajo nivel de tipos de interés, tanto en Europa como en EEUU,  el dinero ha buscado refugio y expectativas de beneficios superiores y ha acudido con profusión a las bolsas. No es de extrañar que sea una situación en la que cualquier mensaje perturbe bastante, a lo mejor más de lo que debiera.

Contrasentido
La economía de los EEUU lleva ya un largo periodo de seis años con crecimiento, paro e inflación muy satisfactorios. Todos los datos conocidos que se siguen produciendo abundan en ratificar esa envidiable situación. Por la Calle del Muro (Wall Street) se ha estado respirando optimismo y la bolsa ha alcanzado alturas considerables. Aparentemente "no problem" ¿verdad?… Pues resulta que "sí problem", y lo peor, además, es que son problemas principalmente para Europa, que la pobre no se metía con nadie.
Llevan algún tiempo con el contrasentido lógico (por mucho que tenga lógica económica) de que, para la bolsa y los mercados de deuda americanos, las buenas noticias son malas noticias. Objetivamente no parece que a los mercados les guste lo bueno: En EEUU se esperan las cifras del paro y la producción no para inducir compras y subidas si son buenas, sino justamente lo contrario, si son malas. Si son buenas, se teme un recalentamiento de la economía que conlleve tensiones inflacionistas; podrían subir tipos de interés y harían bajar precios de deuda y bolsa. Al revés pueden seguir los tipos bajos, que es lo que anima la bolsa. Es una distorsión entre el interés humano y el de mercado.
Prudencia, por favor
Una y otra vez no pasaba nada, porque la realidad indicaba que no había rastro de signos inflacionistas. El secretario de la Reserva Federal, ínclito Alan Greenspan, hablaba sin parar de esa posibilidad y de que estaba atento para cortar de raíz cualquier desequilibrio, subiendo los tipos. Los desequilibrios no se han dado y Greenspan se ha cansado de esperarlos y ha decidido que sube tipo de interés como profilaxis. Se teme que lo que haya decidido es iniciar un proceso de subidas, que sería más grave.
Si no es algo aislado, las consecuencias pueden ser importantes: No sólo bajada de Wall Street y freno al crecimiento U.S.A., sino -y de forma más virulenta porque su situación es peor- también en Europa: Caída de mercados, tipos de interés al alza, soplos recesivos y, como consecuencia, graves problemas en el proceso de creación de la Moneda Única.
Confiemos en que reine la prudencia. Lo malo es el punto o clave que apuntábamos al principio: La reacción a las medidas y los mensajes se escapa al control del que las toma o los da. Si se empuja a los mercados y a las fuerzas especulativas hacia algún sentido, no es fácil pararlos cuando se quiere. Las actuaciones de aprendiz de brujo de algunos responsables económicos, intentando manejar estas fuerzas a su antojo, son de temer.
Pedirle a un secretario de la Reserva Federal americana que sea prudente con el daño que puede provocar a Europa es pedir bastante, hay que reconocerlo. Máxime recordando que si el euro fuera un éxito completo, representaría un gran logro para Europa y para el mundo, pero no especialmente para la preponderancia económica de los Estados Unidos de Norteamérica. Aún así puede reclamársele porque esta escalada de tipos, si se produce, afectaría a la economía real, al crecimiento; y cuidar el crecimiento en escenarios económicos en los que está presente un fuerte paro y, en general, en un mundo de carencias, es una obligación moral exigible universalmente.


Arranca la cuenta atrás
13/04/1997
La integración europea se ha ido construyendo día a día, verso a verso, desde hace mucho tiempo, pero nos damos cuenta a golpes discontinuos, sólo en momentos determinados. Es como ese padre de familia que siempre ve a su hija como una niña y un buen día se encuentra con que le anuncia que va a casarse; mira entonces el libro de familia y ve que la niña tiene veintitantos años y eso se veía venir. Estamos en vísperas de boda monetaria y podemos ir planchando el traje. Claro que hasta el último momento, hasta el sí definitivo, puede estropearse el plan -casos numerosos ha habido- pero lo lógico es pensar lo contrario.
Usando la técnica cinematográfica de desplazarnos vertiginosamente por algunas escenas sueltas en el tiempo, podemos hacernos una idea de la larga marcha. De diez en diez años, por ejemplo: En 1.948 el éxito del Plan Marshall dependía de la cooperación entre los países europeos y de la liberación comercial entre ellos, por lo que se creó la Organización Europea de Cooperación Económica, que más tarde sería la OCDE. En 1.958 entraron en vigor los Tratados de Roma y en 1.968 (el 1 de Julio, en plena resaca de la exuberancia del Mayo) se completó definitivamente la Unión Aduanera. Por el 78, los países menos desarrollados del sur (Grecia, España y Portugal), habiendo salido de sus regímenes autoritarios, intentaban ser aceptados y acabar con su aislamiento; Inglaterra ya había entrado, tras levantarles el veto los franceses. En 1.988 se expresó la necesidad de crear una Unión Económica y Monetaria y se encargó la elaboración del plan al entonces presidente de la comisión Jacques Delors. Finalmente, esta semana en Noordwijk nos han contado que en  Mayo de 1.998 un grupo de países estará definido para unificar su moneda, la mayor parte de su política económica y la consecuente armonización política general.
Sin dudas
La reunión de ministros de Economía comunitarios en Noordwijk ha servido principalmente para lo más necesario: luchar contra las dudas, contrarrestar las temibles incertidumbres: Nada más llegar, casi antes de sentarse a la mesa, manifiestan con firmeza que se hace la Unión Monetaria; y para afianzar su credibilidad señalan Mayo del 98 como la fecha en la que se determinarán los países que acceden al euro en la primera tanda. Extraoficialmente van más allá: Filtran, sin ningún disimulo y con absoluta precisión, que se hará precisamente el 2 de Mayo del 98; en fin de semana, tal como se hacen estas cosas. Por su parte, dentro de esta escalada eurooptimista, el ministro alemán de economía Theo Waigel tiene un desliz -traición del inconsciente, quizás- y, con lo que es él, da un giro considerable y dice que el tratado de Maastricht no exige exactamente un tope de déficit del 3% para pasar a la moneda única. Al día siguiente quiso rectificar, pero ya era tarde; se le había entendido. El mensaje estaba cogido y ha calado. Léanlo así: Aunque Alemania o Francia sobrepasen en unas décimas el 3%, entrarán igual y no habrá retrasos, lo que, desde luego, es de lo más natural porque no tiene ningún sentido económico, político ni lógico que el buen fin de un proyecto de este calibre se haga depender de un par de décimas en el porcentaje del déficit sobre el PIB.


Con fuerza y premura
Por último, lo más importante y definitivo: Con una probabilidad que dejan en el aire, pero que viendo todo el contexto raya en certeza o al menos en clara intención, dicen que previsiblemente se determinará también en esta fecha, sin dejar ningún periodo intermedio, los tipos de conversión de las distintas monedas entre sí de forma irrevocable.
No se puede hace más para intentar transmitir fe y confianza: La Unión Monetaria se acerca, diríase que inexorablemente… Mayo del 98… Parecía tan lejos y está encima… Quedan 55 semanas… Arranca la cuenta atrás.



Elecciones eurofrancesas
27/04/1997
El euro convulsiona. Cuando empezamos hace unos meses a reunirnos en la cita semanal de estas crónicas, se veía venir, sin requisito de profeta, que la Unión Monetaria no era una cuestión técnica económica, sino algo que desde la economía rebasaba su ámbito para influir en la estructura social y, por ende, en la vida concreta y diaria de los ciudadanos europeos. Los acontecimientos se acumulan. Vamos con el menú del día: Elecciones Francesas e Informe de Primavera de la Comisión Europea.
El Embajador
En la U.E. se han repartido tres papeles principales: Alemania, locomotora económica (aunque un pelín renqueante ahora); Gran Bretaña, ancla o freno para cualquier aceleración (¿o para cualquier movimiento?); y Francia, que se ha erigido como locomotora ideológica y tren de alta velocidad, luchando con estas armas por el coliderazgo con Alemania.
He tenido ocasión de escuchar directamente la posición oficial de Francia en el ámbito europeo a través de su embajador, Monsieur Patrick Leclercq, que vino a Zaragoza para asistir al excelente foro de debate "club de las naciones" del Colegio Mayor Miraflores. Los franceses van más lejos que nadie en integración europea. Juzguen Vds. sus planteamientos:
Francia enarbola la bandera de impulso de un cierto patriotismo europeo. Presenta la ambición de una Europa superpotencia que limite el poder de los americanos. Un concepto de Europa abierta en el que deben entrar cuanto antes se pueda los doce nuevos países (siete de Europa central y oriental, los tres países bálticos, Chipre y Turquía) candidatos a la adhesión. Para eso hay que revisar estructuras, reformar las instituciones: En el Consejo debe desterrarse la unanimidad para los acuerdos y eliminar el derecho de veto. La comisión ya no puede ser un comisario por cada estado miembro. Proponen la elección de un presidente y este elige sus comisarios con un techo de 10 ó 12. Se hace necesario una sola voz y un sólo rostro para la política exterior, una persona que la encarne como paso necesario para tener verdaderamente  política exterior unida.
Todo eso tiene un matiz de gobierno europeo y habría que dotarlo de esencias democráticas, aunque sea indirectamente. Para ello proponen una asociación de parlamentos nacionales y una comisión común paritaria de miembros del Parlamento Europeo y de los nacionales. Flexibilidad: El que no quiera tirar adelante con ritmo rápido que se espere, pero que no lo impida. Por último, defensa: OTAN y política de defensa europea pueden coexistir, pero fuerzas europeas bajo mando americano, ni hablar.
Ya es Primavera
Con este discurso se clarifican las razones para adelantar elecciones. La economía francesa está medio estancada (crecimiento del 1,3% en el 96, que rebasará en poco el 2% en el 97), un déficit público del 4,1%, que se resiste a bajar hasta el requerido 3%, y todo ello con un paro del 12,5% y creciente.
El Informe de Primavera, que no es examen sino aviso a navegantes, anima a casi todos los países con un "si quieres puedes". El gran toque se lo da a Italia, "así no llegas", y Grecia, nada, porque ya lo tiene asumido.
Así, ¿cómo va a permitir Chirac que la situación económica le ponga contra las cuerdas de no cumplir los criterios, convertirse en un freno y dar posibilidades a otras opciones de socavar su protagonismo? Ha quemado las naves. Y la maldita economía, también es mala suerte, precisamente ahora le exige un ajuste extremado y por tanto impopular. Necesita subir impuestos y exagerar el control del gasto. Es duro, demasiado duro; ha pensado que es mejor correr el riesgo de hacer antes las elecciones, que después sería aún peor.



La Europa que nos duele
04/05/1997
En la Europa sin fronteras, desgraciadamente, como en todas partes, sí que existe una frontera estrambótica y ominosa que determina la materia oscura del universo económico, una  línea que nos separa de la necesidad y los necesitados. Es la Europa que nos duele, cuya erradicación siempre debería ser el primer objetivo de la economía.
He tenido problemas para encontrar datos de la marginación y la pobreza europea; los excluidos no son objeto de las estadísticas económicas. Es el mundo de los que no cuentan. Finalmente, los he encontrado en Caritas; para ellos sí cuentan.
Los excluidos
La pobreza es un concepto relativo que está en función del nivel de vida y la riqueza media, y aquí hablamos de la que se encuentra en países en los que sus habitantes  viven con uno de los mayores grados de bienestar humano medio alcanzado nunca en la historia de la humanidad. ¿Quienes y cuántos son los pobres de Europa o mejor los excluidos, que es un concepto más preciso?...  El propio Ecofin los define: "Individuos cuyos recursos (materiales, culturales y sociales) son tan bajos que quedan excluidos de los modos de vida aceptables en el Estado miembro en que viven". Si esa desigualdad se cifra en unos ingresos menores que el 50% de la media de su país, las cifras existentes nos llevan a algo mas del 14% de la población, algo mas de 50 millones de habitantes de la Unión Europea. En cuanto situamos el umbral en el 40%, en vez del 50, la cifra se rebaja a unos 26 millones, casi la mitad. De cualquier forma, estamos hablando de un país de excluidos en el seno de la Unión Europea de un tamaño de de 3/4 partes de lo que es España, país sin territorio propio ni criterios de convergencia porque da igual ser pobre en euros que en otra moneda.
El último folleto oficial de la Unión sobre este tema dice cosas bastante gordas. Vean (textual): "La exclusión social amenaza el progreso en Europa, la unidad europea y, en definitiva, podría amenazar también la propia democracia". El problema es que los objetivos económicos van por otro lado. Lo anota el Consejo de Asuntos Sociales: Los estados se ven obligados a disminuir el gasto público y con ello la atención a los excluidos.
Habría más que decir, pero es importante entrar en el fenómeno de los nuevos excluidos, en la evolución actual: ¿Hacia donde va el proceso? ¿Cuál es el nuevo factor distintivo?... Se lo están imaginando, es inevitable, siempre presente el paro.

Siempre el paro
El desempleo de larga duración o crónico vive junto a la pobreza y la alimenta. Así lo expresa el dictamen del Comité Económico y Social: El desempleo induce situaciones de pobreza y los sistemas de protección social no bastan para erradicar esta evolución. El riesgo de que se desarrollen dos sociedades en el seno de los Estados miembros, una laboralmente activa bien integrada y otra de excluidos del mundo laboral y en consecuencia de la sociedad en que viven, es muy elevado.
El paro está en la UE en una cifra récord de 18,2 millones, media 10,8%, que, como es sabido, España encabeza con 21,7%, seguido a mucha distancia por Finlandia con el 15%, Francia con el 12,5%, Italia con el 12,2%, Suecia con el 10,9% y Alemania 9,6% (datos de abril de la oficina europea de estadística de Luxemburgo).
El Parlamento Europeo ha exhortado a los gobiernos a que en la revisión del tratado se especifique como uno de los objetivos el pleno empleo y, excepcionalmente, el Acuerdo sobre la Política Social (no firmado por el Reino Unido) autoriza a adoptar decisiones vinculantes en este tema por mayoría, sin que requiera unanimidad. A pesar de ello, desde diversos lugares de Europa se ha iniciado la marcha de parados que concluirá en Junio en Amsterdam, porque no está claro que finalmente se incluya ninguna disposición efectiva.
Y es que el problema de los excluidos, y el del paro que los nutre, sólo se pueden abordar desde planes específicos que chirrían con la deseable política económica general de lucha contra los déficits. Sin embargo, es ineludible que sea la excepción a la regla, porque si no la regla pierde su sentido. El objetivo general definido oficialmente para la Unión Europea es el de paz y prosperidad. No dice para quién, pero supongo que estamos de acuerdo en que quiere decir para todos.


Schuman, Delors y Kohl
01/06/1997
Hoy deciden los franceses el gobierno que va a protagonizar el impulso y ampliación de la Unión Europea y el establecimiento de la moneda única. Lo deciden con más incertidumbre de la que Chirac pensaba y con una gran paradoja: En esta segunda vuelta necesita buena parte de los votos que apoyaron a Le Pen en la primera y, justamente, esos son los votos de los que se oponen frontalmente a la construcción europea; necesita los votos antieuropa para defender, conjuntamente con Alemania, la más ambiciosa postura de apertura e integración política europea. Aunque finalmente pueda formar gobierno, no parece que la idea de Europa salga precisamente reforzada; esa idea que hoy, a la espera del incierto resultado electoral francés, puede ser pertinente recordar.
De una foto y una lágrima que se escapa surge la forma de hacerlo: La foto fue tomada en Grenoble. En plena campaña electoral, Jacques Delors se dispone a pronunciar una conferencia en el Instituto de Ciencias Políticas. Unos destemplados manifestantes anti-unión europea le arrojan una tarta de nata y fresa que le impacta en pleno rostro. Su cabello, frente y contorno de cara se tiñen de blanca nata, su nariz y boca, de fresa roja. La lágrima escapada estuvo en el rostro de Khol, ante el recuerdo que Clinton dedicó a su trayectoria desde muchacho que tomaba la sopa de la ayuda americana a Canciller de todos los alemanes y adalid de la apertura europea al Este.
Las obras las hacen los hombres y algunos, con todos sus fallos y defectos, dotan de altura sus propósitos. Muchos han trabajado con ilusión por la Unión Europea y, de entre ellos, como símbolo, ante la cara roja y blanca de Delors, la lágrima de Kohl y la vehemencia antieuropea de Le Pen, podemos fijarnos en los tres que dan título a esta crónica.
Schuman, Delors
Robert Schuman fue en los finales de los cuarenta y principios de los cincuenta ministro de finanzas francés, primer ministro y ministro de asuntos exteriores. La idea europea tenía su razón de ser en hacer imposible un nuevo enfrentamiento franco-alemán, y este hombre -político francés formado en Bonn, Munich y Berlín- parecía predestinado a encarnarla. Así fue: propuso en 1.950 la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y en 1.952 la Comunidad Europea de Defensa. El que hoy es considerado "padre de Europa" se colocó en una posición políticamente incorrecta, la oposición visceral que sus propuestas desataron le hicieron quemarse en su defensa y tuvo que presentar la dimisión de sus cargos de gobierno. Pero antes, al menos en parte, el plan Schuman fue aprobado, y la Unión Europea inició su andadura.
El 19 de Julio de 1.984 Jacques Delors, hasta entonces ministro francés de economía es nombrado presidente de la comisión de la CEE. Los fuertes desequilibrios económicos del inicio de la década de los 80 habían ralentizado o aparcado la idea de una integración monetaria, incluida en el Plan Werner de 1.968. Para este tema, siempre latente, se crea un Comité de estudio, que en principio era una forma normal en la vida comunitaria de ir tanteando temas conflictivos. Pero lo sorprendente e inusual fue que el propio presidente Delors asumiera, con todo el riesgo político que eso significaba, la dirección y elaboración de lo que resultó el plan concreto y ambicioso de la creación de una moneda única europea.
Y Kohl
Alemania soñó desde 1.949 en la recuperación de su propia identidad. El concepto de reunificación nunca les abandonó desde entonces. Y el capítulo final que realizaba este sueño lo protagonizó Helmut Kohl en 1.990. Pero las cosas habían cambiado mucho, tanto que en la política de altura de Kohl, eso no era solamente una cuestión alemana, sino también el eslabón necesario para que nada impidiera ya tomar el papel que la Alemania según Kohl debería representar en Europa: Reorientar la política europea hacia el Este. Europa también es el Este, dice, y Alemania se caracteriza precisamente por ser capaz de aglutinar las dos partes de Europa para que alcance desde el Atlántico a los Urales. Motivos económicos los hay sin duda, pero no es sólo eso. La palabra paz está afortunada y verdaderamente implicada en la construcción europea, y la pieza del Este debe también incluirse en el puzzle para que quede completo.
No sé si Kohl ganará las elecciones del 98 y podrá seguir como locomotora personal de la Unión Europea, no sé si otro lo será igual o más, pero no está de más destacar aquí y ahora el dulce sabor que siempre queda cuando en la política y los políticos se aprecia, a veces, un trasfondo de ideales. Como, en el aspecto de la construcción europea, muestras cumplidas han dado Schuman, Delors y Kohl.



Incertidumbre
08/06/1997
La UEM no ha sido nunca un mundo de certezas, pero ahora va camino de batir su propio "récord" y nos está empezando a sumir en la incertidumbre. El "habrá o no habrá Unión", el "se retrasará o no" han estado presentes constantemente, pero, mientras se han mantenido en el aspecto de llegar o no a cumplir exactamente los criterios de convergencia y quienes lo lograrían, estábamos debatiendo aspectos circunstanciales que era difícil hicieran peligrar el nacimiento del euro en la fecha prevista. Ahora, aunque la apuesta firme por las fechas marcadas continúa, ha surgido algo más peliagudo, de mayor calado.
Parece que el tiempo de las anécdotas da paso al de las categorías. Lo categórico en la Unión Económica y Monetaria es que lleva consigo una igualación absoluta en la política monetaria, lo que significa un equiparamiento en la política económica, lo que a su vez nos lleva a unas determinadas tendencias de modelo general para Europa. Y las preguntas que han estado latentes son las de ¿qué política? ¿qué modelo?
Llegó a parecer que el tema estaba cerrado. La opción era lo que en estas crónicas hemos denominado "modelo de crecimiento suave": Estabilidad ante todo y crecimientos pequeños que no la hagan peligrar, ajustes severos, ausencia de déficits y menores cargas sociales. El "modelo de crecimiento suave" se caracteriza por limitar el crecimiento en defensa de la estabilidad; ya no se confía en que los gobiernos apuren su capacidad motora de incrementar la demanda agregada por temor a dejar desatado ese monstruo devorador del progreso económico que es la inflación. Pero el problema es que, si los ciclos económicos siguen existiendo y en auge se crece poco, las esperanzas de creación de empleo y progreso en el nivel de bienestar son exiguas. El modelo se basa y confía en que las crisis casi desaparezcan, y el crecimiento sea pequeño en intensidad, pero prolongado en el tiempo. Muy largo me lo fiáis parecen decir los ciudadanos de a pié, mucho sacrificio presente para tan tenues esperanzas. En este decorado alguien ha dicho acción y la UEM se mueve.
Uno, dos y tres
Uno, John Major llega a las elecciones del Reino Unido con unas cifras macroeconómicas impecables (crecimiento 3%, inflación 2,3%, libra fuerte) y con planes serios de control de pensiones, reformas de sanidad, estabilidad y eficacia. Las urnas le mandan el camión de la mudanza a Downing Street 10.
Dos, Chirac, maquiavélico él, tiene la escopeta cargada con un profundo plan de ajuste -necesario no solo para cumplir los criterios sino para situar la economía francesa en esa "onda" de economía contenida-, y convoca elecciones para poder asegurarse un horizonte largo con un gobierno afín y no tener que preocuparse de minucias. Los electores le ven la escopeta, lo desarman y le ponen al lado un primer ministro de la oposición que lo marque estrechamente.
Tres, Kohl también necesita de medidas drásticas si quiere seguir por donde las cosas iban, pero lo suyo es otra cosa. Empieza a temblar la firmeza del modelo. Da claras muestras de que, enfrentado a dificultades económicas importantes y concretas, se apea de la superortodoxia económica que predicaba, enfrentándose sin éxito inmediato a su sólo a veces querido Bundesbank.
Uno, dos y tres, lo que antes era ya no es.




La cohabitación europea
15/06/1997
No ganamos para sustos. Alemania y Francia discrepan profundamente. Tampoco es extraño y quizás hasta sea bueno que aflore antes lo que puede surgir después. El peor de los peores escenarios imaginables -y mejor no imaginarlo- es que la UEM fracasara después de ponerla en marcha. La cohabitación izquierda-derecha francesa no es sino un pálido reflejo, una versión mínima, de la ineludible cohabitación europea. Lo previsible es que en Europa coexistan gobiernos de distinto signo y la identidad sea la excepción. Gobiernos socialdemócratas y conservadores van a cohabitar en una política económica virtualmente única; eso es la UEM. ¿Quien podía pensar que eso era fácil? ¿Cómo se hace una política económica única, si los que han de diseñarla y realizarla piensan distinto?
La respuesta, ya comentada en otras crónicas,  fue dar por sentado que estaba sólidamente establecido un pensamiento económico único y diseñar mecanismos automáticos que hicieran imposible desviarse después de las premisas establecidas antes. Fue el "Pacto de Estabilidad" que podemos recordar consiste en que, una vez creada la UEM, los países miembros han de tender a que no haya déficits y, en todo caso, nunca superiores al 3% del PIB, bajo pena de multas que hacen prácticamente inviable salirse de esta disciplina.
Política presupuestaria
El presupuesto en manos de los gobiernos es un instrumento de política económica. La política monetaria lo ha sido también, pero ya en muchos países -igual que en la futura UEM- ha sido traspasada a la autonomía de los bancos centrales. Pero si el gobierno maneja el presupuesto sin limitaciones, la política monetaria tiene de alguna manera que seguir sus pasos.
Es cierto que el volumen de producción de un país se eleva hasta donde la demanda global efectiva es capaz de adquirirlo y que, si esta demanda no tira, el presupuesto deficitario la impulsa. Pero el déficit crea el endeudamiento que expropia por decisiones presentes las iniciativas venideras, grava el futuro y genera inflación. Hay acuerdo en que estas son las dos caras del déficit; ya nadie defiende déficits continuados. Pero en el matiz de que, a veces, no hay otro remedio, sí que hay discrepancias.
Cuando los gobiernos se han puesto la camisa de fuerza del plan de estabilidad, han renunciado también a buena parte de las posibilidades de uso del presupuesto como instrumento de política económica. No pueden decidir un impulso deficitario del gasto (ni aunque sea el de inversión) por lo que se autocercenan las opciones de intervenir decisivamente en el proceso económico, impulsándolo desde el sector público. Precisamente lo que ha sido una de las características de la social democracia durante mucho tiempo. Eso es lo bueno, dice Alemania; sin eso no se puede ir a una Unión Monetaria, porque los países indisciplinados presupuestariamente nos introducen tensiones inflacionistas a todos y debilitan la moneda común. ¿Cómo puedo cerrarme hasta ese punto la posibilidad de hacer política presupuestaria ante la realidad del paro y las necesidades sociales, prioritarias e inmediatas en el programa que he presentado a los franceses? dijo Jospin.


Botón de muestra
El planteamiento francés para firmar el pacto pasaba, a principios de semana, por dotarlo de flexibilidad cuando el ciclo económico lo hiciera necesario. Dominique (el superministro económico francés) argumentaba que lo necesario no es excepcional. Pero si eso se admitiera, todo cambiaría substancialmente. Si puede haber déficits necesarios no penalizados, alguien tiene que decir cuáles son los necesarios (eso ya no es objetivo y automático), hace falta un órgano político que los juzgue; y esa es la segunda parte de la propuesta francesa.


Convivencia, convergencia y conveniencia
21/09/1997
Hoy por hoy esta Europa indefinida no es un pueblo ni una nación. Lo más que somos ahora es el prólogo; si ha de serlo, le falta por lo menos tiempo. Entonces no es muy realista pensar que la convergencia va a guiarse por esos principios de convivencia que unen o deben unir a los pueblos. Mucho me temo que así nos quede principalmente la conveniencia como motor materialista, y por tanto corto e incompleto, de los afanes de aproximación entre las economías de la UE.
Pues bueno, si mientras llegan vínculos más sólidos hay que jugar a lo que conviene a cada uno, juguemos todos y veamos, de verdad, cuales son las conveniencias en liza con el tema vital para la UEM de lo que en estas crónicas denominamos siempre fondos de solidaridad, ahora en entredicho por la posición Alemana.
Se partió de que para estar en el club del euro, una serie de países más pobres que otros y con economías -se decía- menos disciplinadas tenían que hacer un gran esfuerzo antes y después de entrar. Pero había premios generosos al esfuerzo. De esa Unión Europea surgían fondos solidarios para ayudar a las economía más retrasadas, los más ricos eran contribuyentes netos y el que más, Alemania, era lógicamente el mayor pagano.
Llegarían así unas economías en vías de acercamiento, se extendería el plan a otros países para crear una Unión Europea amplia y se intensificarían reformas para lograr un mayor grado de unión política.


Pagar menos
Pero Alemania empezó a tener vías de agua económicas y a replantearse la situación. Su discurso más obseso ha pasado a ser "quiero pagar menos" y eso tiene mucha miga. Porque resulta que la solidaridad en la UEM, no es que sea sólo una cuestión ética, que lo es, sino que constituye un requisito necesario para el correcto funcionamiento del sistema. La integración monetaria supone renunciar a mecanismos de devaluación que pueden compensar la competitividad inferior de uno u otro territorio. Independientemente de la marcha general que lleven los países UEM, al prescindir del mecanismo compensatorio del tipo de cambio, las diferencias entre ellos no harán sino aumentar, de no ser que existan esos fondos estructurales y de cohesión de los que los más pobres (no olvidemos nunca, dentro de la euforia, que allí está España) nos estamos beneficiando. Podemos ponernos como ejemplo: Nuestra inferior competitividad ha ido mejorando a golpes de devaluación por un lado y con fondos de ayuda por otro. Si España puede y debe asumir el gran reto de la UEM es, en buena parte, contando con los fondos compensatorios destinados a este proceso de igualación. No se puede renunciar a la vez a la posibilidad de adaptar el tipo de cambio y a los fondos relanzadores, porque nos quedamos sin ninguna vía de aproximarnos aceleradamente a los niveles medios de renta y riqueza de nuestros socios. Podemos sacrificar una de las vías, pero no las dos. Lo mismo les pasa a los nuevos países aspirantes, así que no es posible pensar en ninguna rebaja -todo lo contrario- en dotar de fondos a la Unión Europea.


Un negocio
Esos fondos de solidaridad no se dan gratis; forman parte de un negocio y como tal hay que tratarlos: Alemania, la más rica y ahora quejosa, no podía seguir pensando en mantener, a la vez, una moneda fuerte y sobrevaluada y una economía pujante, porque su fuerza es la exportación. Eso lo puede hacer mejor, cuando es preciso, EEUU, basado en su gran mercado interior. El mayor beneficiado en términos incuantificables va a ser Alemania, que obtiene un enorme mercado con una misma moneda. Entonces, hay que seguir las reglas del juego: Nos convertimos en ese mercado interior abierto a la competencia, pero "a cambio" hay que seguir manteniendo e incrementando los mecanismos compensatorios de fondos de ayuda que nos acerquen.
Alemania, con el 28,65% de todo el PIB de la UE plantea el desafuero del "retorno": sólo pago lo que luego me devolverán a mí en servicios o prestaciones. No es admisible. Deben decidir de una vez si lo que les conviene es una integración económica, política y social de grueso calibre. Porque eso cuesta, y no sólo esfuerzo y voluntad, también dinero, mucho dinero. Hay que dejarlo claro cuanto antes; luego puede ser demasiado tarde. Por convivencia y convergencia que es lo que debía ser o por conveniencia, que parece que es lo que hay, ese flujo de fondos tiene que seguir.



Prólogo a la cumbre del paro
19/10/1997
Será el mes que viene en Luxemburgo. Cumbre europea contra el paro. El gran problema de Europa, el más grave desequilibrio y el desmentido real de la convergencia española.
 Europa tiene una media de paro del doble que Estados Unidos, España tiene el doble que la media europea. En general, nos encontramos en Europa con el fenómeno de que los incrementos de producción no generan empleo sino de forma muy reducida. En los últimos años la economía americana ha sido capaz de crear puestos de trabajo a una tasa del triple que la europea. 
Las razones que se apuntan giran alrededor de dos grandes cuestiones. Una es las diferentes características del mercado de trabajo en Estados Unidos, la otra, que no tiene nada que ver, es la muy distinta situación en la adaptación y la posición de dominio en los avances tecnológicos. Es importante separar ambas cuestiones porque nada de lo que se haga en el mercado de trabajo puede convertirnos de la noche a la mañana en dueños y señores de las nuevas tecnologías. Y no es que, dentro de esa globalización de la que ya cansa hablar, no estén a nuestra disposición que sí lo están, lo que pasa es que somos subsidiarios y el efecto es muy distinto: Se depende de asistencia técnica, de "inputs" intermedios, de software etc. y, entonces, nos quedamos con la reducción de puestos que la aplicación de las tecnologías produce y, por el contrario, sin la generación de otros distintos que su investigación, puesta en marcha, mantenimiento y servicio generan.

La controversia
Visto esto, volvemos a lo más controvertido: Su mayor flexibilidad del mercado de trabajo y menor protección social, que redundan en un menor coste del factor trabajo y en una mayor facilidad para las iniciativas empresariales. Y hay que decir que sí, que los costes laborales, sobre todo en España pero también en la Unión Europea, no han evolucionado acordes con la escasez de trabajo que significan las altas tasas de paro.
Pero el panorama no está completo sin contemplar más exactamente el proceso americano: Desde 1.973 a 1.975 el PIB  ha aumentado un 36% y los salarios reales de los obreros no supervisores (la mayoría) se han reducido en un 14%. El proceso ha avanzado a base de oleadas de despidos masivos y recolocaciones posteriores, pero en las recolocaciones han sido normales las pérdidas del 25% de salario. El 32% de todos los varones de 25 a 34 años de edad gana menos de lo necesario para mantener una familia de cuatro miembros por encima del umbral de pobreza.
Desde este vistazo general podemos intentar resumir las posturas: Todo se reduce a obtener el volumen global de producción que corresponde al pleno empleo. A partir de aquí, los hay que dicen que eso lo sabe hacer el mercado, con tal de que no se le moleste con trabas e intervenciones. Otros dicen que no, que no sabe sin ayuda, que se estanca antes y se llega a una situación de equilibrio con crecimiento sostenido y paro convertido en estructural, o bien con salarios muy bajos que crecen muy por debajo del incremento de productividad y pierden constantemente valor adquisitivo.


Término medio
Los asistentes a la cumbre no acuden con la pretensión de calcar el modelo norteamericano. Es lógico porque en primer lugar no se puede pensar que daría los mismos resultados (la situación es muy distinta) y, en segundo, tampoco esos resultados son los ideales. Europa parece que busca el término medio de complementar con políticas activas la generación de puestos de trabajo, aunque aprendiendo la lección de unos salarios relacionados con la productividad.
Francia, que ha puesto con decisión el problema encima de la mesa, llega a la cumbre con una cierta confusión entre intenciones y posibilidades. La bandera de las 35 horas semanales se impregna de la filosofía del "reparto" de trabajo más que de "creación" de nuevo trabajo y eso es todo otro mundo. No existe la fórmula para que este tímido avance en esa filosofía, que a lo mejor es de futuro, no signifique un claro incremento de costes laborales que consuma posibilidades de creación de nuevos puestos. De momento, sustituir creación por reparto es un mal negocio. De todas formas, estamos en el prólogo y el examen de las medidas concretas queda para cuando se celebre la cumbre.
En esta crónica me he esforzado en mantener el tono dentro de las frías coordenadas del análisis económico; pero no puedo terminar sin dejar anotado, al menos, que la tragedia del paro provoca en muchas personas carencias materiales, mina su equilibrio psíquico, entorpece sus relaciones sociales y familiares y, en definitiva, si no se palía, les expulsa en algún grado de la sociedad. Ninguna solución que no tenga presente esto merece la pena.



Tres Europas nada más
09/11/1997
Tres Europas nada más: La liberal, la socialista y la nacionalista. Seguramente en el siglo XX no hay ni ha habido sino tres pensamientos sociales, o ideales de convivencia, o morales políticas, como quieran llamarlos: Liberalismo, socialismo y nacionalismo. Afortunadamente, ni en economía ni en política, esas ideologías se plasman hoy en estado puro. Todas las facciones o partidos que las representan en los sistemas democráticos tienen mezcla. Los programas liberales llevan elevados componentes de intervención, protección social y transferencias dirigidas de renta, los socialistas no digamos: la versión social-demócrata al uso casi se roza con la liberal. La otra idea, que es de otro cariz, el nacionalismo, se impregna también de dosis liberales y sociales y, sobre todo, de esencias democráticas que suponen que su versión económica, el aislacionismo, no se lleve nada. Liberales sociales, socialistas de libre mercado y nacionalistas internacionalistas pueden ser los dialogantes herederos de fin de siglo de posturas que lo fueron menos.
Esto es muy positivo porque, mientras llega lo que a la larga parece la evolución natural (un ejecutivo europeo surgido de elecciones parlamentarias directas por sufragio universal), hasta entonces el gobierno económico europeo ha de ser por consenso; y gobernar así, sin que un poder real emanado de las urnas marque una u otra tendencia, no es fácil. 
En Estrarburgo
En Estrarburgo el parlamento europeo, tras su debate anual sobre el estado de la Unión, ha exigido a la Comisión reformas que marquen nuevas normas de entendimiento más rígidas y precisas para evitar llegar a puntos paralizantes. Y abordar ya el estudio de un sistema parlamentario con un poder ejecutivo europeo que de él emane directamente.
Cuántas más posibilidades existan de entendimiento económico entre distintos pensamientos, más tiempo habrá para dar estos pasos. Para los que nieguen la mayor de nuestra reflexión (la posibilidad de que, dada la mixtura ideológica que actualmente llevan las diferentes posturas, los acuerdos son posibles) les anotaré un chascarrillo que anda por Rusia sobre sus propias dificultades de entendimiento: Cuenta cómo en un país se había decidido estudiar el sentido de la circulación de los coches, y unos decían que tenían que ir por la izquierda y otros por la derecha. La decisión fue que los coches con matrícula par fueran por la izquierda y los impares por la derecha. Obviamente el resultado fue un montón de chatarra producto de las colisiones. Si piensan que cada uno va a ir por su lado en la Unión Europea, esto está muy negro, y las reformas para llegar a un auténtico gobierno europeo tendrían la máxima urgencia.
El nacionalismo
El sentimiento natural de apego a lo próximo, de encontrar en una propia identidad satisfacción, confianza y eficacia ante el exterior, se plasma a menudo en un lícito y lógico nacionalismo. Es una idea tan fuerte que observamos cómo en tantas partes, después de decenas de años de haberse aparentemente suprimido, casi siempre bajo una imposición dictatorial, resurge en cuanto se recobra la libertad. Por eso es importante que se integre en la construcción de Europa, porque esta construcción debe dar respuesta a los deseos de los hombres y los grupos.
Lo malo e intolerable es que ese resurgir haya venido acompañado con la reaparición de la guerra en este viejo continente. Los componentes nacionales resurgidos en la Europa Oriental y del Sureste han traído un mar de fondo violento en las reivindicaciones de unas naciones que quieren tener los atributos de soberanía estatal. Bosnia, con baño de sangre y paz tardía e inestable ha sido un claro ejemplo de lo que no debe ser y también de la inoperancia europea para una acción exterior conjunta que solucione rápidamente las contiendas.
Las vicisitudes de las identidades regionales y nacionales, y las lógicas diferencias ideológicas que han de coexistir exigen que el proyecto europeo sea algo más que un enunciado de la globalización económica. Las tres Europas ideológicas pueden y deben integrarse en un conjunto de comunidades coexistentes y solidarias en lo político y lo económico, con una base de valores fundamentales comunes.






El factor humano
23/11/1997
La filosofía del nuevo liberalismo, reformada y adaptada a los nuevos tiempos y saberes, se basa en la postura clásica ortodoxa de oferta y demanda: Los precios varían para vaciar los mercados, subiendo para eliminar excesos de demanda sobre la oferta y bajando para eliminar los excesos de oferta, lo que, aplicado al mercado de trabajo, implicaba que las reducciones de salarios acabarían con el desempleo. El intervencionismo, que durante un largo periodo (1945 a 1.973) imperó de la mano teórica de Keynes, surgió porque, sin embargo,  existían recesiones y grandes depresiones cíclicas que provocaban paro y sufrimiento y de las cuales no se salía con el automatismo clásico. Hasta finales de los 70, muchos gobiernos fueron por esta senda, protagonizaron la inversión y creció extraordinariamente el sector público. Pero la expansión excesiva de lo público dejó sentir finalmente efectos negativos; se provocaron espirales inflacionistas al incrementar sin tino la masa monetaria y se utilizaron de forma ineficiente ingentes cantidades de recursos, impidiendo que los empleara la economía privada. La capacidad motora de crear empleo se agotó.
Lo bueno es que la nueva adaptación implica un exquisito cuidado para no entrar en tensiones inflacionistas, que se consideran la causa de las recesiones. Lo malo es que así los crecimientos previstos no parece puedan dar salida en el corto o medio plazo a las grandes bolsas de paro europeas, si la relación crecimiento creación de puestos de trabajo es la misma que se está dando. Hace falta pues que el mismo crecimiento previsto sepa crear más puestos. Y a eso se han ido a Luxemburgo, a ver qué se puede introducir en el sistema para incrementar su capacidad de crear empleo.

Objetivos y medidas
Los objetivos numéricos alcanzan su valor sólo a través de la aplicación de medidas. Sin medidas específicas se crearán los puestos de trabajo que estructuralmente supone el crecimiento del PIB en las condiciones actuales (para España sólo hay crecimiento neto a partir de un incremento del 2,6%), es decir insuficientes.
Las medidas de la cumbre son más bien líneas de actuación, difícilmente mensurables, lo que no quiere decir que no sean concretas: Políticas activas para jóvenes y parados de larga duración que establecen el compromiso de que estos grupos estén formándose, o trabajando en prácticas, o actualizando conocimientos en cuanto pasa un tiempo determinado de paro. Eso supondrá elevar mucho en España el porcentaje de sólo el 13% de los parados que siguen estos programas. Desarrollar espíritu empresarial son normativas claras y ayudas a la creación de puestos de trabajo para las PYMES. Organización flexible se refiere sobre todo a nuevos contratos laborales y, en España, especialmente al contrato a tiempo parcial del que sólo hay un 6% frente al 15 y el 14% de Francia y Alemania.
Miren, lógicamente cuesta aceptar que las peras del empleo no pueden surgir directamente del olmo de una reunión, pero hay cuestiones de fondo muy positivas. Una es que nadie en Europa va a poder sacar políticamente el pecho de una buena situación económica, pasando de puntillas por la evolución del paro. La otra es que el hecho de orientar actuaciones específicas a elevar la producción de puestos de trabajo (no sólo que estos sean consecuencia del crecimiento) supone la constatación y manifestación de que el trabajo es el factor humano de la economía, un derecho preferente y un requisito de convivencia ineludible. Las conclusiones son muy distintas si el trabajo se considera exclusivamente un factor de la producción, que si se parte de que es un factor humano y se actúa en consecuencia.



Duelo por el Banco Central Europeo
30/11/1997
El presidente del Banco Central Europeo (BCE) va a ser el hombre con más poder en el día a día de la UEM. Este señor tan importante tenía hasta hace poco cara y nombre indiscutidos: La cara afable y rotunda del actual presidente del Instituto Monetario Europeo, de nombre Willem F. Duisenberg, de 62 años, ex ministro de economía holandés y el candidato más alemán que se pueda encontrar entre los no alemanes.
Sin embargo, indiscutido no ha resultado indiscutible y ya las cosas no están tan claras; llega un forastero: Francia ha propuesto oficialmente a Jean Claude Trichet, de 54 años, presidente del Banco de Francia, un muy respetado coautor del Tratado de Maastricht, con una reputación a prueba de bombas en la defensa de la ortodoxia monetaria de estabilidad.
Encima, la noticia del duelo en el corral BCE ha corrido por todo el oeste y surgen supuestos duelistas a montones (todos con extraordinarios antecedentes de férreos controladores monetarios): Carlo Azaglio Ciamnpi de Italia, Claude Junker de Luxemburgo y, con mayor probabilidad que estos, nuestro Luis Angel Rojo, que caso de que los dos contendientes oficiales caigan víctimas del fuego cruzado, tiene posibilidades de recoger la estrella de Cherif del BCE.
La sombra del BUBA
La sombra del BUBA es alargada y flota sobre el futuro BCE; pero que éste sea una completa clonación del banco central alemán empieza a ponerse en entredicho. Dice Schumpeter que la personalidad que se requiere para una fase de innovación es completamente diferente que para una situación establecida. El euro no es simplemente una extensión del marco; es algo nuevo, y no está de más pensar si las características necesarias para dirigirlo son también distintas.
Pero al fin y al cabo, si todos los contendientes son rígidos defensores de la ortodoxia monetaria ¿cual es la cuestión?, dirán. Pues no es lo mismo. Esos señores, caballeros de la orden antiinflación, están dispuestos a arremeter a golpe de subida de tipos de interés contra cualquier desajuste de precios presente o presunto. Pero la forma de encarar la tarea puede ser distinta: Se puede hacer simple y únicamente manteniendo una tasa de crecimiento estable de la masa monetaria. Eso es fontanería pura: Decido cuánto dinero tiene que haber en circulación para que la cosa no se desmadre; si esa masa sube, cierro el grifo; si baja, abro el grifo. También es posible ir directamente a examinar, predecir o intuir los movimientos de los precios, en el pensamiento de que hay otras muchas cosas que los influyen además de la cantidad de dinero en circulación. Alemania y su Bundesbank están en el esquema fontanero; Reino Unido, Francia y España, entre otros, actúan incorporando además objetivos directos de inflación. Duisemberg es el duro entre los duros, partidario de objetivos de crecimiento de la masa monetaria. Trichet, con un grado más de flexibilidad, está clasificado con preferencias por la otra alternativa.
Prudencia sí, miedo no
No es una mera cuestión técnica, casi nada lo es en política económica. La opción masa monetaria es más férrea, automática y calendario; no deja lugar a consideraciones de oportunidad o necesidad del momento. Aun con inflación aparentemente contenida, si la cifra de dinero en circulación está aumentando porque la economía está muy animada, se elevan los tipos de interés, porque se está convencido de que tarde o temprano subirán los precios. Esto equivale a cortar siempre un proceso expansivo potente de la economía. El otro sistema de objetivo inflación puede aguantar más expansiones en las que los datos no indiquen todavía subidas indeseadas de precios. Hoy nos estamos moviendo en un escenario en el que ha surgido la posibilidad de que la inflación sea un virus mutante y que su relación con un determinado volumen de masa monetaria haya variado.
A veces les doy mi insignificante opinión y, en este caso, confieso que preferiría a alguien que abogue por vigilar la evolución de los precios directamente. Es lógico que haya que tener miedo a la inflación, pero también hay que evitar que la aprensión desmesurada desaliente la voluntad de ir hacia adelante.
El objetivo intermedio de control de la masa monetaria puede suponer en determinados momentos rendir el crecimiento a un enemigo inexistente, invento del temor. El mayor bienestar para más personas sólo sale del crecimiento y esa es la meta final deseable.



La Unión Europea del siglo XXI
14/12/1997
La tan traída, llevada y evidente globalización de la economía no significa o se instrumenta en una relación sin fisuras de todos con todos, sino muy por el contrario en una intensificación extraordinaria del papel de los "bloques". Concretamente, tres grandes polos protagonizan esta fluidez de interconexión económica mundial: Uno, alrededor de los Estados Unidos, otro en torno a Japón y otro la Unión Europea. Los Estados no incluidos en los bloques prácticamente no tienen otra alternativa que intentar entrar en alguno de ellos o crear otros, y esto último es bastante difícil.
El bloque de integración más definido, con mayor reglamentación formal, más organismos y políticas comunes, más transferencias de renta entre los miembros y mayor vocación de unión política es sin duda la Unión Europea; y ahora está convocado el concurso-oposición para entrar a lo que, los que están fuera, consideran un club elitista y cerrado. Esto es una oportunidad histórica para los aspirantes, el evento fundamental donde comienza la Unión Europea del siglo XXI, e incluso la muestra de nuevas tendencias de apertura de bloques hacia otros países que significaría dotar de más y mejor contenido al concepto de globalización. De la ampliación de los bloques ha de surgir la esperanza de la extensión del desarrollo mundial. Nuevos desarrollados significa nuevos consumidores, mayor mercado, y afortunadamente, en este caso, aunque sólo sea para los que están más cercanos a la prosperidad, la lógica económica los arrastra hacia mejores escenarios.

Tal como son
Este fin de semana, el Consejo Europeo se ha reunido para sentar las bases del proceso de incorporación de los nuevos estados que llaman a la puerta. Corremos el riesgo de empaquetar a los aspirantes, pero la realidad es que nos encontramos con 11 países diferentes (más uno con suspenso en democracia), y cada uno de ellos tiene sus propias peculiaridades políticas y económicas.
Hoy viernes, cinco países parecen mejor situados para acceder a la primera velocidad: Tres de Europa Central, un Báltico y un Balcánico. La República Checa casi no tiene paro, crece a ritmos del 5% y el sector privado proporciona las dos terceras partes del PIB; su amalgama política (llegó a tener 111 partidos) ya se va encauzando (ahora tiene "solo" 16). Hungría gusta al FMI porque le hizo caso al lanzar un férreo plan de austeridad; los excomunistas del Partido Socialista Húngaro se han convertido velozmente en demócratas, ultraliberales y europeistas; privatizan y controlan, pero se siguen peleando con inflaciones tipo 25%. Polonia, también con excomunistas conversos, ha despegado con fuerte crecimiento y ha olvidado la hiperinflación de 1.990; claro que aún le queda lo suyo para bajar de la segunda decena. Estonia sigue enfrascada en líos fronterizos con Rusia y tiene problemas de mafias corruptas, pero ha enraizado bien una economía de mercado que promete. Eslovenia, más que nada surgida del deseo de sustraerse mediante la secesión a regímenes nacional-comunistas, necesitará bastante tiempo para asentar sus estructuras y desarrollar un entramado empresarial todavía débil.


Tal como somos
A partir de este panorama general, tal como somos, al bajar al terreno concreto comienza el consabido juego de los intereses creados. Una rápida y numerosa incorporación cuesta en dinero más que un proceso lento por el que los aspirantes fueran llegando uno a uno a los niveles requeridos. Pero, por otra parte, la relativamente rápida ampliación favorece más a los que mejor pueden aprovechar las nuevas oportunidades de mercado; así Alemania y otros colegas defienden elegir a los más preparados, congelar a los otros, y todo dentro de la negativa tajante a aportar más fondos.
Las pequeñas pinceladas de muestra sobre los cinco aspirantes mejor situados nos sirven para subrayar que estamos hablando de países con un nivel de riqueza inferior al 30% de la media comunitaria, con grandes déficits de infraestructura, con un tejido industrial necesitado de inversión y con un peso agrícola en sus PIBs de más de tres veces la media de los actuales integrantes. Imagínense lo que los fondos estructurales y de cohesión y las subvenciones de la política agraria comunitaria (PAC) tendrán que cambiar para asimilar todo esto.
El camino va a ser arduo. Habrá que llegar a transacciones de compromiso continuamente. Pero es engañarse pensar que todo va a seguir igual para España. Si algo debemos saber es que ha llegado el momento de poner la mente y el esfuerzo en el campo de la convergencia real; hay que confiar cada vez más en el crecimiento y la competitividad y menos en las ayudas. Así será la Unión Europea del siglo XXI, amigos míos.




Presidente Blair
04/01/1998

 En 1.860 el matemático Charles L. Dogson publicó en Oxford un estudio en el que demostraba las posibilidades de existencia de la paradoja. También, bajo el seudónimo de Lewis Carroll, escribió un cuento para la hija de un amigo suyo que se llamaba Alicia y que constituía otra visión diferente (más adaptada a mi gusto particular) de la misma proposición. Se titulaba "Alicia en el país de las maravillas".
Ahora, por si alguna demostración faltara, para el periodo en que se van a definir los países que comienzan con el euro y se da el espaldarazo definitivo a la moneda única, para dirigir el proceso, cantar sus bondades y solucionar los impedimentos que surjan tenemos un presidente que no ha querido formar parte de la UEM, que no se fía, vamos. Año nuevo, presidente nuevo y paradójico del Consejo Europeo; presidente Blair.
Tony Blair ha prometido que el Reino Unido recuperará u obtendrá en la Unión Europea un papel protagonista a todas luces improcedente dada la tibieza integradora que demuestran. Pero, en esta situación, ¿qué impronta puede dar Blair a su presidencia? ¿le conviene empujar o frenar, cooperar o desmarcarse? 
Vieja Britania
Gran Bretaña no fue miembro de la Comunidad Europea hasta el 73. Cuando arrancó el proceso UEM, en Madrid 1.989, las reticencias británicas se desataron: Su informe se oponía a la creación de la moneda única y del Banco Central Europeo. En 1.990 hace otro intento, proponiendo esta vez que lo que se instaure sea un "Ecu fuerte" como moneda paralela, pero manteniendo las nacionales. Y por fin, en Maastricht, tras obligar a quitar el termino "federal" con el que se calificaba la unión europea, exigieron para firmar el tratado que hubiera una cláusula especial de exclusión mediante la cual a ellos se les permitía quedar al margen de la moneda única; y están haciendo uso del permiso.
Blair tiene muy difícil definirse con Europa y no se define. Durante la campaña electoral prometió, igual que los consevadores, que el Reino Unido, en todo caso, sólo entraría en la UEM previo referendum nacional. Prometió protagonismo y sin embargo ha heredado un camino de marginación. Por si fuera poco, allí está toda la criticable política que han llevado con la encefalopatía espongiforme bovina (vacas locas). Realmente, Gran Bretaña sobrado de prepotencia y artimañas ha sacrificado a pocas de sus vacas, sembrando intranquilidad y pérdidas en todo el sector bovino europeo. Ni dentro ni fuera de su país está el panorama como para que Blair saque brillo a su presidencia.






En el valle de Davos
08/02/1998
Una parte granada y florida de los que en economía pintan, un muy completo resumen del "quién es quién" económico y político presentes o representados, se pasean una vez al año por una pequeña villa del cantón de los Grisones, en el valle suizo de Davos, para filosofar y dar su mensaje. Es una reunión amable siempre, porque Davos es un foro de pensamiento que a nada compromete, lo que no quiere decir que sea inútil o carezca de interés. Por el contrario, el pensamiento de personas de tanto ringo-rango económico y/o político es, desde luego, influyente y de importancia substancial en los acontecimientos y avatares mundiales posteriores.
En Davos se habla de muchas cosas grandes y pequeñas, pero, sin embargo, es posible cada año identificar "el espíritu" que emana. El año pasado, la verdad es que tuvieron un serio tropiezo porque "el espíritu de Davos 97" fue apostar por la continuidad del milagro asiático y asegurar que Asia iba a seguir creciendo pujantemente, que su modelo era envidiable y que allí había mucho que ganar y mucho que copiar. Luego ha resultado lo que ha resultado, todo al revés de lo previsto, y, a lo mejor, eso ha influido en que este año los aires respirados sean sensiblemente distintos. No es el neoliberalismo a ultranza el viento que ha corrido. Personas tan dispares como Henry McKinnell, del gigante farmacéutico Pfizer, Gro Harlem Brutland, ex primera ministra noruega que estrenaba su nuevo puesto de presidenta de la Organización Mundial de la Salud, Kofi Arnan, secretario general de la ONU, responsables de economía de muy distintos países, sindicalistas y banqueros y hasta Hillary Clinton, que es que llega a todo, han coincidido en la defensa de algunas reglas limitativas a los excesos de los mercados y un cierto estado de bienestar tirando a europeo, aunque, eso sí, "nuevo" o "reformado".
El invento europeo
El estado de bienestar es un invento del capitalismo europeo. Justamente nació por temor a la revolución marxista. El conde Otto von Bismarck, en la Alemania de 1.884, logró se promulgaran un conjunto de leyes que otorgaban una protección elemental en accidentes, enfermedad, ancianidad e invalidez. Lloyd George lo copió en Gran Bretaña hacia 1.911 y, siempre con cierta tardanza y bastante resistencia, en los Estados Unidos hubo que esperar a la etapa Roosevelt de los años 30, cuando la Gran Depresión hizo absolutamente indispensable atender socialmente las miserias que produjo.
Después vinieron los tiempos en los que la intervención pública cogió demasiado las riendas del protagonismo económico y, posteriormente, su ocaso y la tendencia de vuelta al clasicismo que representa el neoliberalismo. Pero atender las necesidades de los económicamente improductivos por edad, condición o circunstancias de la economía, eso  que se llamó y se llama Estado de Bienestar, no está esencialmente ligado con la intervención pública productiva directa. En principio, tanto se puede dar esta protección con más o menos intervencionismo público que con la más acérrima asignación al sector privado de toda actividad productiva que pueda soñar el neoliberal más empedernido. Sin embargo, se identifican los nuevos tiempos con el desmantelamiento del Estado de Bienestar, y ello es debido a un problema de competencia: El modelo asiático, el denominado "modelo Singapur", desreglamentado, sin costes ni protección social y con una importante laxitud fiscal atrae a sus territorios a empresas multinacionales que pueden producir a costes mas barato. 
El invento asiático
Davos muestra lo que ahora está latiendo: El modelo asiático tiene pies de barro; no crea sociedades potentes y estables que lleven en sí mismas el germen del desarrollo sino centros de negocios carentes de control y objetivos sociales, navegando en mares tumultuosos sin botes de salvamento, como el Titanic. El modelo occidental de bienestar edifica más sólidamente. Y la clave económica es la demanda interna pujante que da la estabilidad social y la confianza en el futuro. Modigliani y Milton Friedman introdujeron los conceptos de que la demanda interna no depende sólo de lo que se gane en cada momento sino de las expectativas y la seguridad en el mantenimiento de status o nivel alcanzado en la sociedad.




Hablemos de deflación
01/03/1998

El prestigioso y difundido manual de economía de Samuelson y Nordhaus destina un capítulo integro y más de 40 páginas a hablar de la inflación. Lo que dice, sin embargo, de la deflación cabe textualmente en esta crónica: "Lo contrario de la inflación es la deflación, que se produce cuando está descendiendo el nivel general de precios. Se trata de un fenómeno raro actualmente. En Estados Unidos los precios bajaron por última vez en 1.955. Las deflaciones prolongadas, en las que los precios bajan varios años, van unidas a periodos de depresión, como la década de 1.930 o la de 1.890".
Entonces, ¿a qué viene, a estas alturas de la vida, ponernos a hablar de la deflación y sus riesgos? Puede que a nada, pero resulta que, de un tiempo a esta parte, el comportamiento de los precios en la economía mundial está teniendo peculiaridades importantes sobre lo que estábamos acostumbrados y la crisis asiática ha introducido elementos que llevan gérmenes deflacionarios. Aún así, creo que hubiéramos estado calladitos de no ser porque el presidente de la Reserva Federal americana, Greenspan, levantó la veda, y no tuvo empacho en mencionar, en un discurso reciente, dieciocho veces la palabra deflación. Si a una figura tan cabal no le parece irresponsable mentar la bicha, parece que entra dentro de lo sensato y aceptable dedicarle algo de atención al asunto.

Los signos del firmamento
Todo el 97 hasta el crash asiático fue un continuo pronosticar que en la economía estadounidense iban a surgir fijo tensiones inflacionistas. Dado que los efectos de la crisis asiática bajaron las expectativas de crecimiento, pudimos seguir diciendo que, de no haber sido por eso, sí que hubiera surgido inflación, pero que conste que el hecho fue que la realidad negó lo que ponían los libros, que los analistas estaban desconcertados y que los precios que deberían haber subido no subieron.
Hoy se ha llegado a una situación peculiar en los factores que influyen en la oferta y la demanda. Por el lado de la oferta la productividad se incrementa constantemente y hay nueva tecnología que produce mucho más. Por el lado de la demanda, en algunas partes como Estados Unidos, el descenso de los salarios reales reduce el ingreso de los asalariados y en otras (Europa) el auge no crea empleo ni incrementa los salarios y así el consumo se hace más remiso.
Ahora llega lo asiático: Devaluaciones a tope que hace temer en una invasión de oferta a Estados Unidos y Europa a precios muy bajos. Los japoneses no hacen caso a las súplicas de que incrementen su consumo interno y hay temor a que el yuan chino también caiga, lo que bloquearía sus compras al exterior. El último pito es que cuando coincide algún crash de mercados de valores, el volumen de riqueza de empresas y particulares disminuye y esto también deprime la demanda. Costes bajos que producen rentas bajas, mucho querer vender y poco querer comprar, desplomes de bolsas y pinchazos de burbujas; cuando todo eso se da de golpe, si no se consigue frenar y se prolonga, supone la deflación.
Si viene la deflación
Si viene la deflación, nos coge desentrenados. En ese caso hay que animar la demanda y lo que se inventó en su día era el Keynesianismo (incrementar el gasto público), que hoy no se lleva. Habría que incrementar la demanda, pero sin forzar la intervención pública (recuerden que los del club UEM tenemos un pacto de estabilidad que sujeta los déficits).
Se podría rebajar tipos de interés, pero ya están bajos y, además, en estas circunstancias, la sensibilidad de la demanda de dinero al nivel de los tipos de interés es mucho más baja de lo que parece; es el efecto cuerda: Se puede constreñir el crédito cuando hay alegría inversora y consumista subiendo tipos y reduciendo masa monetaria, eso es tirar de la cuerda. Pero no se puede empujar la cuerda: Cuando hay depresión, si los beneficios empresariales se dañan o se hunden, por mucho que se bajen tipos nadie quiere préstamos.
Décadas de inflación han dado experiencia en tirar de la cuerda, pero no en empujarla. Por eso es vital evitar la deflación antes de que se produzca, porque tenemos los cañones de política económica amarrados y apuntando al lado contrario. Está bien que máximos responsables económicos se hayan puesto a hablar de ese riesgo para prevenirlo antes de que pueda producirse. Seguramente, hoy en día, respecto a la deflación, sabemos mucho más de vacunarnos que de curarnos.




Turquía, Europa y la paz
08/03/1998
El presidente de Turquía nos ha visitado. De esa Turquía pasional: efusiva, vehemente y deseada. Por efusiva, hospitalaria hasta el límite, por vehemente, propicia a fanatismos y violencias, por deseada, orgullosa. El orgullo o su pariente más positivo, aunque peligrosamente cercano, la dignidad extremada, es una característica con la que se define tópicamente al pueblo turco; y la Unión Europea ha herido su orgullo y su sentido de la dignidad, cerrando las puertas a su vocación europeista.
No es que falten motivos para el rechazo a iniciar el proceso de su incorporación, dadas las continuas violaciones a los derechos humanos fundamentales que lamentablemente abundan, la duda estriba en si el mejor método para que Turquía se reconduzca hacia valores de concordia y humanidad y para defender la paz es el aislamiento.
Pero no está dicha la última palabra a pesar de que, ofendido, el primer ministro turco haya rechazado la invitación para participar en la próxima conferencia sobre la ampliación de la Unión Europea.
Su economía
Turquía tiene una economía de guerra o, al menos, influida considerablemente por el conflicto con los kurdos separatistas de sudeste, que es prácticamente una guerra (parece que a España van a destinar ahora un pedido importante de armamento). Esto le cuesta unos cuatro millones de dólares diarios y coopera a su inflación, que ha llegado al 95,8%, y al volumen de su deuda externa de 75.000 millones de dólares, proporcionalmente una de las mayores del mundo. Lo sorprendente es que con estos condicionantes su potente crecimiento sea del 6,4% real.
Su principal proveedor y cliente es la Unión Europea (47,2% de importaciones y 51,3% de exportaciones). Las exportaciones a las repúblicas antigua URSS son oficialmente de unos 2.200 millones de dólares al año (16,4% del total), pero eso no es nada porque el contrabando con esos mismos supera los 12.000 millones de dólares. Si sumamos Unión Europea, Europa del este y la parte correspondiente de contrabando vemos que sus relaciones comerciales son absolutamente europeas.
El PIB por habitante (6.133 dólares; menos que la mitad de España) se ha doblado en 10 años y tiene una estructura típica de país desarrollado: 17,1% agricultura, 30,7% industria y 52,2% servicios. El resumen es que una Turquía en paz, sin gastos bélicos y con correcto funcionamiento democrático, con turismo boyante, ascendencia en el comercio con el este y crecimiento pujante podría ponerse rápidamente en una línea económica propicia a la integración en la Unión Europea.
Puente de Europa
Pocas dudas hay del sentido europeo de Turquía para el turista que, como es habitual, visita la mitad occidental, con las ciudades de Estambul, Izmir y Antalya y la larga y limpia linea costera del Mediterráneo. Otra cosa es para el que se aventura por la zona oriental a la busca de alguno de los paisajes montañosos más asombrosos del mundo.
Si Turquía no es estrictamente Europa, sí que es un auténtico puente con un pié en Europa y otro en el mundo musulmán. Turquía fue fundadora de las Naciones Unidas, es miembro de la OTAN desde 1.952 y está asociada con la CEE desde 1.964. Pertenece, así mismo, a la OCDE, la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pero también a la Organización de la Conferencia Islámica y al Banco Islámico de Desarrollo.
Su desquiciamiento político y social es el problema, y no hay espacio ni este es el sitio para analizar su complejidad. Lo que aquí se pretende destacar es el tema recurrente de lo verde que están las posibilidades de una política exterior europea de altura; y que es en esta inoperancia donde se ha de inscribir el hecho de despachar el tema de Turquía con un portazo. La influencia turca se extiende por las nuevas repúblicas musulmanas de Asia Central y las partes musulmanas de los Balcanes y, en general, por todos aquellos que ven a Turquía como un modelo a seguir para combinar las creencias musulmanas con modernas políticas sociales y económicas e integración o acuerdos con bloques occidentales. La posición estratégica de Turquía como vínculo de unión es vital para los equilibrios y la paz del siglo XXI.
Cuando el riesgo de guerra se ha cernido y aún se cierne sobre Irak y renace en los Balcanes, Europa no tiene voz común y propia para intentar ser artífice de paz. La Europa unificada debe reinventar su papel en el mundo (¿dónde, por ejemplo, termina Asia y empieza Europa?). Hay que ensanchar los puentes de paz, no dinamitarlos. Que no suceda lo que relata el poeta Hafiz: "No moví a tiempo y la partida acabó. Ahora, ¿a qué jugaré? Sobre el cuadriculado suelo de la noche y el día, la muerte ha ganado la partida".




Treinta años después de Mayo

26/04/1998
Para gente de mi edad y generación, el Mayo en singular y con mayúscula, el Mayo por antonomasia, fue, por supuesto, el del 68. Un viento ardiente atravesó la sociedad y su fuerza la movió o al menos la conmovió. Para los lectores más jóvenes, y un poco para todos, comprender lo que pasaba o pasó es complicado porque parece que, cuando grupos sociales numerosos se echan a la calle, ha de haber siempre algo material y concreto detrás, y eso es difícil de identificar en Mayo 68. El caso es que un buen día la efervescencia estudiantil de la época estalló y 49.000 estudiantes andaban de pronto manifestándose por las calles de París. Y, a diferencia de siempre, la manifestación no terminó; siguieron día y noche, levantando barricadas y produciendo enfrentamientos que dejaban más de 1.000 heridos en dos días. Era una revolución imposible a la busca aparentemente de nada (“no pidáis nada, que os lo darán”). Reclamaban el poder, pero para nadie (“la imaginación al poder”), y exigían, sobre todo, el cambio del enladrillado social (“levantad los adoquines, debajo está la playa”). Vertiginosamente, en cuatro días más, se producía una huelga general y eran 800.000 las personas que se manifestaban. Francia contaba con 10 millones de huelguistas y los enfrentamientos eran continuos; la conmoción se extendía por Europa y Estados Unidos.
Si alguien había explicado y previsto lo que iba a pasar era el filósofo-gurú de la época, Herbert Marcuse. El año anterior, en la Universidad Libre de Berlín, durante cuatro días seguidos había estado explicando e insistiendo en sus ideas de que se había creado una conciencia de “fin de la utopía", no porque hubiera acabado el afán por ellas, sino porque había nacido el sentimiento de que esos sueños no eran utopías, eran realidades posibles. Después de no pedir nada, los revolucionarios de Mayo consiguieron exactamente eso -nada- y, sin embargo, el cambio social que se impulsó fue de tal calibre que pasó a la historia porque la influyó; qué cosas.

El euro esencial

A lo que iba es que, ahora, treinta años después de Mayo, también es fácil que se nos escape el significado de lo que está pasando. Este mayo 98 es también el final de una utopía porque se realiza: Todo está preparado para que el próximo fin de semana se firme el compromiso de una moneda única para once países, que objetiviza y lleva al terreno de las realizaciones reales irreversibles la idea del camino a una Europa realmente unida, que  ha existido sólo en el territorio de lo imaginario. También parecerá que no pasa nada en el día a día, y también supondrá, poco a poco, un cambio social que hará historia.
En esta crónica previa a la cumbre del próximo fin de semana no es ya momento de describir o analizar diferentes aspectos de la UEM. Sería cuestión de vislumbrar al menos lo esencial del cambio y su por qué: Los razonamientos de Marcuse nos dirían que normalmente las organizaciones y estilos se enquistan y tienden a perpetuarse porque las necesidades viejas se hacen hábitos y se reproducen. Para cambiar ha de existir previamente la necesidad nueva de suprimir las necesidades viejas y su reproducción. La necesidad de suprimir los viejos hábitos monetarios europeos y crear el euro ha sido el nuevo comercio; el nuevo comercio ha salido de las nuevas relaciones económicas internacionales, y éstas han salido de la nueva tecnología. A remolque de la revolución científico tecnológica, igual que en tiempos de la revolución industrial, cambia la economía y cambia la sociedad.



Punto final
03/05/1998
En febrero de 1.997 se publicó la primera de estas crónicas que indicaba cómo "en la primavera de 1.998 se establecerán los países que iniciarán la tercera fase de la UEM".
Pues la primavera del 98 ha venido: Este fin de semana, once países han decidido prescindir del signo nacional de una moneda propia, para adentrarse por un camino que todos deseamos venturoso, y mejor que lo sea, ya que es de casi imposible retorno.
Llega también el momento de despedir esta sección que, dado el amable interés manifestado por ustedes -y que les agradezco-, se ha prolongado durante 55 citas semanales. Sin embargo, todo tiene su tiempo y su función; estas crónicas, confidentes y compañeras, ya han cumplido su propósito durante seis estaciones. Es hora de que la UEM vaya saliendo de apartados especiales para integrarse en la normalidad de lo cotidiano.
Cuánto hemos cambiado
Los informes definitivos de convergencia fueron una fiesta. La convergencia nominal resultó ser posible entre países de muy diferente convergencia real. Hay que decir que eso no fue lo que se pensó en principio; las condiciones de convergencia se pusieron como barrera o freno: Dejarían fuera a los países pobres desestabilizadores y harían nacer "el club elitista del euro", compuesto por los cinco o seis países de más parecido nivel económico. El tiro les salió por la culata porque, finalmente, algunos poderosos han llegado a tener más problemas que los, en principio, puestos en entredicho.
Lo importante en la UEM es que lleva consigo una igualación absoluta en la política monetaria. Esto significa un equiparamiento en la política económica, lo que a su vez nos lleva a unas determinadas tendencias de modelo político general no idéntico, pero sí suficientemente compatible para Europa. Hace poco más de un año la definición era muy tajante hacia lo que en estas crónicas hemos denominado "modelo de crecimiento suave": Estabilidad ante todo y crecimientos pequeños que no la hicieran peligrar; ajustes severos, ausencia de déficits y menores cargas sociales. Era el modelo neoliberal, definido entonces como “pensamiento único”. Pero hoy, debido a los resultados electorales de Francia y Reino Unido, las tendencias que se aprecian para los próximos comicios alemanes y la quiebra del modelo asiático, la UEM llega con una apuesta clara por compaginar la deseada estabilidad con el mantenimiento de un estado de bienestar reformado y, sobre todo, con acciones de lucha contra el paro.
Y cuánto cambiaremos
Hacer realidad estabilidad, mantenimiento estado de bienestar y lucha contra el paro no es nada fácil, con las limitaciones presupuestarias que lleva consigo la UEM.  Los gobiernos están limitados por el plan de estabilidad y las miradas deberían ir hacia el presupuesto comunitario. Pero allí, la batalla planteada por los mayores contribuyentes para limitar sus aportaciones no hace vislumbrar, de momento, ningún buen panorama de que los fondos para la solidaridad fluyan suficientemente. Pero ya cambiará; cambiaremos en esto como en tantas cosas porque son las consecuencias lógicas del camino emprendido: Si en los países no va quedando ningún instrumento de política económica completamente autónomo que utilizar, será porque, a la vez que dosis de soberanía, habremos de ceder problemas y necesidades a las instancias supranacionales.
El futuro ya no es lo que era, decía Oscar Wilde. Y en alguna base habrá de asentarse ese futuro común: Algún sentimiento nacional europeo habrá de surgir, algo tendrá que haber como cimiento de la Europa del dinero y el mercado. Tenemos la historia como patrimonio para transitar de un pasado común a un futuro solidario, tenemos la cultura y la civilización para adaptarnos y aceptarnos, y tenemos el afán asumido en el acervo comunitario de paz y prosperidad. No es poco.
Llega un buen mañana; es un buen día para decir adiós y hay que aprovecharlo: Las “Crónicas” dicen adiós, aunque el cronista no lo haga; tendremos ocasiones de nuevas citas: no les digo adiós sino hasta mañana porque, además, siempre, en algún lugar, hay un mañana.




Crónicas de la Crisis del XXI

Signos y fundamentos (2005/2007)
Tiempos de crisis (2008/2010)




Signos y fundamentos (2005/2007)

La hipoteca de tu vida
24/08/2005
Hambre en Níger
18/09/2005
El año por delante
08/01/2007
La vida después del ladrillo
05/02/2007
Explosión controlada
12/06/2007




Tiempos de crisis (2008/2010)

Los enemigos del pueblo
06/06/2008
Cambiar de modelo
04/09/2008
La refundación del capitalismo
01/11/2008
Objetivo: crear empleo
14/11/2008
Cumbres y sistemas
21/11/2008
Receta socialdemócrata
28/11/2008
Sueños de Obama
16/01/2009
Moncloa 2
30/01/2009
Primero de mayo y paro
02/05/2009
El salario del capital
09/05/2009
La preferencia revelada
13/06/2009
Economistas inéditos
04/07/2009
7 reformas
28/11/2009
Samuelson y nosotros
18/12/2009
Galletas de barro
15/11/2010
El ahorro chino
22/01/2010
Bajistas y pactos
05/02/2010
El consumo eficiente
26/02/2010
Hablando de finanzas
12/03/2010
Llega la ministra
30/04/2010
Después de la crisis




La hipoteca de tu vida
24/08/2005
Recuerdo cuando los jóvenes enamorados se prometían amor para toda la vida. Ahora el uso es prometerlo hasta que hayan pagado la hipoteca, que viene a ser lo mismo. Y para los adquirentes de una preciosa e hipotecada vivienda que ya entran en la madurez también han cambiado los conceptos: pensaban antes que ese piso quedaría el día de mañana en herencia para los hijos y saben ahora que lo que dejarán será la hipoteca, eso sí a medio pagar; algo es algo.
Porque esa es la cuestión: La suma de precios desorbitados y plazos de pago exagerados lleva a que hace falta una vida por delante para ver el final de una hipoteca. Precios y plazo, dos cuestiones íntimamente relacionadas que, junto con los bajos niveles de tipos de interés, conforman el panorama actual de esa importante parte de la vida que ha llegado a ser la hipoteca.
El nuevo mercado de la vivienda se mueve en unos niveles de precios que todos calificamos de imposibles pero que pagarlos se pagan porque allí están; existe demanda. ¿Y como es eso, pues?…
Es en primer lugar por lo que hablamos, la duración de las hipotecas: El comprador para uso propio se encuentra con unos plazos que alcanzan los 30-35 años en nuestro entorno y que en sitios y casos excepcionales ya existe la posibilidad de formalizar una hipoteca, probablemente intergeneracional, a 50 años. Si a esto sumamos un coste del dinero muy bajo, resulta que “relativamente” parece más fácil comprar un piso; la carga mensual es más liviana, aunque vaya a durar toda una vida.
Por eso, nuevos compradores acudieron al mercado, la demanda cambió y los precios aceleraron su crecimiento. No era aún la burbuja, era un cambio de demanda efectiva real, eran mas compradores de vivienda para uso y la burbuja no existe ni puede existir por compra de pisos para uso propio; eso es vivienda consumo y lo que allí se emplean son capitales estables. A la vez, claro, se aceleró la otra demanda inmobiliaria de inmuebles y solares, la inversión-especulación-acaparamiento que esos sí son capitales volátiles, burbujeantes. El sueño de conseguir enormes beneficios con una revalorización constante es lo que lleva a la burbuja. Cuando esa creencia se instala a nivel general, la burbuja está servida.
Ahora tenemos en nuestro país el 15,5% de pisos desocupados, el que más de al Unión Europea. El segundo a mucha distancia es Portugal con el 10,5% de desocupados y los demás van del 7% para abajo hasta llegar a Suecia con el 0,4%. CCOO da el dato de que la vivienda ha crecido 14 veces más que los salarios desde 1.987. La espiral de precios continua, el importe  de las hipotecas concedidas sube el 36,5% el año pasado y ahora mismo la presión compradora sigue igual; esto se pone feo.
La consecuencia de todo esto  es que la vivienda pide proporcionalmente menos esfuerzo mensual o cotidiano, pero en conjunto más esfuerzo total. Para la mayoría de la población la mejor medida es el trozo de tu vida laboral que vas a emplear en estar cobijado y no hay duda: Esta dinámica nos ha llevado a que el comprador ha de sacrificar en el altar de la vivienda mucho mayor trozo de su vida laboral que nunca en la historia económica moderna en nuestro país. La ley del mercado te pide más trozo de tu vida.
En Estados Unidos el esfuerzo de que hablamos ha subido de 3,2 años de salario íntegro para compra de vivienda en el 2.000 a 4,2 años en el 2.004, nivel que se considera inaceptable. En nuestro país, el Banco de España dice que en el 2.004 la compra de un piso ha requerido el salario de 8,4 años íntegramente, un récord histórico. En el 2.003 eran 7 anualidades, en el 2.002 eran 6,2, en el 2.001 5,6 y así. De menos de 4 a más de 8 años del fruto de tu trabajo.
El camino no es por ahí. Rebajar el precio en años de vida laboral es un objetivo ineludible: El joven que compra piso ha de hipotecar su casa, no su vida.

HAMBRE EN NÍGER

18/09/05
Al sur de la frontera de la imaginaria frontera del bienestar se encuentra la tierra de los consumidores imposibles. Son los que nada pueden comprar porque nada tienen, los que de vez en cuando, como ahora en Níger, no tienen si quiera alimentos que comer y se mueren de hambre si la caridad y la solidaridad fallan.
Es un mundo en crisis perpetua que casi no existe para la economía, no cuenta; no se puede identificar en ningún modelo, en ninguna curva, en ninguna ecuación, ni se ve. Solo de vez en cuando, en las situaciones extremas, cuando la muerte se hace noticia y aparece en la televisión, se alteran las conciencias, nos despiertan por un momento y reclamamos ayudas, alimentos, quizás porque nuestro subconsciente ve que es el método más rápido y mejor para que esas imágenes que nos alteran desaparezcan. Y efectivamente, las imágenes desaparecen, pero el problema continúa y queda latente hasta la próxima, y así una y otra vez.
Pero ¿quién o qué mata a los que mueren de hambre?… ¿Personas o sistemas?…
En nuestro sistema, sobre una población mundial de 4.500 millones de habitantes, sólo 1.700 millones de personas son "clase consumidora" y 2.800 millones de pobres sobreviven con menos de dos dólares al día. El 14% de la población mundial está subnutrida y  854 millones de personas en todo el mundo carecen de alimentos básicos. Cada día mueren 24.000 personas de hambre o por enfermedades causadas por la desnutrición.
Entretanto, los países centrales o desarrollados gastan al año  17.000 millones de dólares en comida para mascotas, frente los 19.000 millones que se destinan a la lucha mundial contra el hambre, combaten las enfermedades del consumismo como la obesidad, mientras cada siete segundos muere de hambre un niño menor de diez años y cada 4 minutos alguien pierde la vida por falta de vitamina A. Y sigue la explosión demográfica de estos niños que nacen a un mundo que no los acepta y en el que todos los bienes, hasta la comida, tienen ya dueño. Mundo en el que sólo pueden vivir por compasión y, si tampoco la encuentran, no pueden ni vivir; están excluidos. Apocalipsis Malthus a pesar de que Malthus estuviera equivocado.
Está situación supone la inestabilidad y el desajuste económico mundial. ¿Cómo puede mantenerse a la larga o a la corta una economía que mata de hambre sin que entre en crisis?… Porque el hambre y la indigencia no son inevitables, no son "naturales". El subdesarrollo –la carencia de lo elemental– hoy no es un fatalismo, es una invención humana. La economía global es potencialmente capaz de generar bienes básicos suficientes para todos.
Desde el siglo XIX en que el progreso tecnológico se disparó, el avance de la ciencia nos ha llevado al punto en el que, si se emplean los recursos necesarios, hay posibilidad concreta, material, de acabar con la pobreza. La efectiva mitigación del hambre depende de un comercio internacional justo, traídas de agua, abonos, tecnología agrícola y acceso a la tierra, a las semillas, a los conocimientos y al crédito por parte de los agricultores de menores recursos. Habría que gastar dinero y habría que replantear el comercio mundial alimentario, quizás todo el comercio mundial. Son situaciones que por un lado necesitan primero de grandes inversiones y luego, además, cambian el orden económico establecido, con lo que la resistencia a realizarlas se hace enorme; las dificultades devienen imposibilidades. No se trata de no poder o no saber; se trata de poder y no querer saber.




El año por delante

08/01/2007
La física cuántica muestra que no es posible medir exactamente el estado de un sistema, así que no se puede predecir con precisión lo que éste hará en el futuro. Lo mismo, desde luego, pasa en economía. El futuro no está escrito y hay un año por delante. Tras el 2006, año de ladrillo y bolsa, momento histórico en el que el crecimiento sostenido y pujante nos ha llevado a rebasar el billón de euros en el PIB español e hito de volumen de riqueza nacional, podríamos, en principio, mirar con optimismo a este año aún casi nuevo.
Pero hay que reconocer que los economistas tendemos a ser aguafiestas, debe ser algún virus que circula por las facultades y escuelas de la materia, y siempre aparecen pegas o matizaciones en el horizonte, vaya por Dios. Maticemos: Somos más ricos, pero paradójicamente también hay un record de endeudamiento, o sea que somos más ricos pero más endeudados. No hay trampa; la vivienda se ha ido a la estratosfera, la bolsa no digamos, y cada día nos dicen, y es verdad, que ustedes y yo somos más ricos porque no solo la casa que no pueden comprar los jóvenes vale un Potosí, sino que la casa en que vivimos, de golpe, nos ha hecho considerablemente millonarios, al menos en pesetas. Lo mismo nos pasa con los ahorros metidos en el fondo de pensiones invertido en acciones, por ejemplo. Claro que no podemos comprarnos un coche ni pagar la cena en un restaurante de estrellas Michelín con esa riqueza adquirida porque seguimos viviendo en el mismo piso y el fondo de pensiones es indisponible hasta la jubilación, pero, como somos más ricos, no hay problema en pedir un crédito y hacer un arreglo de la cocina o lo que sea menester. Lo hemos conseguido: Somos más ricos y debemos más dinero.
Maticemos aún más: El PIB español está creciendo que da gusto verlo, (3,7%, estimación 2006). Crece con excelente ritmo, pero siempre se habla mucho más del porcentaje de crecimiento del PIB que de su volumen y es bueno poner las cosas en su contexto y hablar de la cifra en sí misma; le damos cien vueltas a lo que nos crece el niño, y vale, crecer, crece, pero ¿cuánto mide?… Mide ahora un billón de euros como ponía al principio. ¿Y eso es mucho o poco?… Pues en PIB per cápita a paridad de poder adquisitivo, que es el que nos interesa, estamos en el puesto 25 del total de los 192 países del mundo incluidos los territorios de sangrante economía de la miseria. Para poner referencias les diré que entre los 24 países más productivos que nosotros se encuentran todos nuestros compañeros de la Unión Europea de los 15 (antes de las ampliaciones al este) menos Grecia y Portugal. Así que crecer crecemos y mucho, pero no hay que olvidar que nos es necesario porque éramos relativamente pequeñitos, más que nuestros socios, y que nuestro crecimiento debe ser prolongado en el tiempo. Para eso debe existir un modelo de crecimiento continuado, no especulativo, sólido y basado en la productividad y la competitividad. Un modelo que aguante si resulta que el ciclo económico no estaba muerto y, tras esta extraordinariamente prolongada fase expansiva, surge la crisis.
Es el gran tema, el gran temor: Los bajos tipos de interés, prácticamente por debajo de la inflación, han propiciado un escenario excepcional: Se puede así incrementar puestos de trabajo de baja productividad que pueden cubrir los inmigrantes, se pueden comprar pisos y locales que se revalorizan mucho más que lo que cuestan los créditos; hay fiebre consumista y liquidez sin problemas; se puede comprar fuera y vender menos, provocando un elevadísimo déficit comercial debilitador… Nuestro modelo está funcionando en este mar en calma, pero hemos de saber que no tenemos otro preparado para olas enfurecidas. Es hora (en la última sesión el euribor a un año ha llegado al 4%)  de que, sin abandonar lo que tenemos, calafateemos el barco y nos dediquemos también a incorporarnos a los modelos de alta tecnología y organización productiva; que incrementemos las exportaciones, mejoremos infraestructuras y educación y echemos un cuarto a espadas a la investigación y desarrollo. Es hora de incorporarnos a la economía del conocimiento y la competitividad, lo que nos dará perspectivas sólidas de futuro incluso en aguas turbulentas.


La vida después del ladrillo

05/02/2007

Los cambios de siglo son un estímulo para que la imaginación, ebria de sueños de avances científicos y progreso, diseñe un futuro alrededor de los últimos adelantos, de los nuevos caminos. El modelo económico del siglo XXI, visto desde el XX, se caracterizaba por una nueva estructura productiva y de comunicaciones, nuevos sistemas de organización, extraordinario impulso a la investigación y universalización de las nuevas tecnologías. El empresario era sin duda ese apóstol de la innovación aspirado por Schumpeter y los obreros eran técnicos cualificados que manejaban sofisticadas maquinarias, ordenadores y robots, en la mayor revolución tecnológica de la historia.
Pero no, las cosas no han sido precisamente así por estos lares hispanos y lo que nos ha traído principalmente la realidad económica de los primeros años del siglo es el viejo juego de poner un ladrillo encima de otro, construyendo casas prácticamente igual que siempre se ha hecho desde que el hombre salió de esos adosados denominados cavernas, lo que pasa es que más altas y sobre todo muchísimo, pero que muchísimo más caras.
El modelo del ladrillo es muy suyo: El trabajo no es especializado y los avances tecnológicos se producen de forma muy reposada: No hay ningún problema en que mano de obra inmigrante sin demasiada preparación se incorpore al modelo y lo sostenga. Los costes son razonables y contenidos, excepto el estrambótico del suelo, pero es igual porque por mucho que luego el precio de venta se desquicie hay una demanda exuberante que lo compra todo al grito de tonto el último. Vemos a empresarios constructores que construyen y venden sin problemas, propietarios de suelo que multiplican su valor, empleo para mucha gente, inversores que ven crecer su dinero casi al minuto y usuarios que si bien al final van a pagar hasta la última peseta con el fruto de su trabajo, tienen el consuelo de que nominalmente esa casa en la que viven, su patrimonio, vale más cada día que pasa. El consumo, apoyado en créditos y más créditos, sigue boyante y las cifras macroeconómicas dan gusto verlas.
Pero el modelo del ladrillo es en el fondo un modelo insano: Y no ya por la ética de Santo Tomás de Aquino de que “vender algo más caro de lo que en realidad vale es intrínsecamente un acto injusto e ilícito” sino por tres cuestiones de profundo calado: La primera es que siempre todo lo paga alguien y aquí lo pagan los demandantes de primera vivienda, los jóvenes que se independizan, forman familias y construyen el futuro, que ven como para establecerse en la sociedad esta les cobra más del doble del valor del trabajo de toda su vida que cobró a la generación anterior. La segunda es la desidia en la lucha de la preparación, la formación, la innovación que es la base del mundo en el que ya estamos, la tercera es la que hoy quería resaltar: Que es un modelo absolutamente transitorio, eventual cual contrato de trabajo juvenil, y se agota en sí mismo, se acaba inevitablemente.
El actual ciclo expansivo del mercado de la vivienda ha presentado una intensidad y una duración extraordinarias, pero ahora hay signos que señalan el principio del fin: El FMI avisa de los riesgos de inflación en Estados Unidos y Europa, lo que lleva a subidas de tipos de interés; y los tipos de interés elevados son incompatibles con el modelo del ladrillo. La revista “The Economist, no tiene reparos es escribir textualmente que “el mercado inmobiliario norteamericano puede estar al borde del mayor desplome del precio de la vivienda de su historia”. La OCDE dice que el precio de la vivienda en España está inflado un 30% y el Banco de España también. 
Es hora de pensar decididamente en la vida después del ladrillo y eso no tiene nada de triste. Todo se reduce en ponerse a trabajar y sacar lo mejor de nosotros: Poner el dinero a trabajar en inversiones productivas, en vez de a soplar e hinchar el globo, en formación a los trabajadores que han venido a vivir con nosotros, en dejar de ser un país en cabeza del fracaso escolar, en mejorar la productividad, en modular la demanda sin deprimirla y mejorar las condiciones de la oferta. Un buen momento para diseñar una política económica para el siglo XXI, basada en los fundamentos y en lo perdurable, que además, por si fuera poco, resulta a la postre más igualatoria y satisfactoria.


Explosión controlada
12/06/2007
Habla el jefe del servicio de estudios del grupo BBVA, uno de los “templos” más prestigiosos del análisis económico en nuestro país, con más de ochenta economistas repartidos por el mundo, dedicados a analizar lo sucedido en el pasado económico y, sobre todo, a intentar saber lo qué va a pasar en el futuro inmediato.
El panorama que dibuja es lógicamente mesurado, ordenado, controlado. Primero porque los datos así lo presentan en este momento, y segundo porque lo exige, y debe exigirlo, el peso de la púrpura de aquellos que no solo expresan opinión, sino que la crean con sus comentarios. El servicio de estudios del BBVA pertenece a esta categoría de obligados a la máxima prudencia, por lo que nos explica su verdad de las cosas, pero abundantemente matizada y con algún ligero toque de maquillaje, eso sí, de primera calidad.
Pero lo que nos cuentan a nivel macroeconómico mundial, presentado a cara lavada y con conceptos desnudos, es que los próximos años no van a ser como los anteriores: Que parece vuelve la inflación a las economías, y que los precios del petróleo no bajan; que las economías desarrolladas se habían beneficiado de la globalización por los bajos precios de importación de los países emergentes y productores de materias primas, pero que sin embargo ya suben. Y como la inflación forma un binomio indisoluble con los altos tipos de interés, que a su vez suponen el encarecimiento y restricción del crédito, eso nos lleva al peligro de que si, por ejemplo, hubiera por ahí alguna burbuja de mercados inmobiliarios o de otros, pudieran explotar.
El gran economista Hyman Minsky, fallecido en 1.996 detalló con precisión las siete etapas de una burbuja: Primero, un cambio de escenarios por ejemplo una bajada de tipos de interés. Segundo, los precios del mercado empiezan a subir. Tercero, aparece crédito fácil. Cuarto, el mercado se recalienta. Cinco, euforia y, ¡atentos a esta expresión escrita hace más de quince años!: “los expertos manifiestan que, en todo caso, cuando los precios toquen máximos, habrá un suave aterrizaje". Seis, los grandes inversores recogen beneficios. Siete, el estallido.
Las burbujas, en realidad, no existen nunca en tiempo presente, porque no se reconocen hasta que explotan. En definitiva, con toda su exquisita prudencia, con todo el mimo del que han sido capaces, estos primeros espadas del análisis económico nos anuncian un cambio de tendencia y escenario. Una crisis, ¿no?


Tiempos de crisis (2008/2010)

Los enemigos del pueblo
06/06/2008
En un pueblo que vive de un balneario las aguas se infectan. Las fuerzas vivas quieren que no trascienda y se esfuerzan en ocultarlo y en tergiversar las noticias. Solo el médico levanta la bandera de la verdad, la primacía de la defensa de la salud y la prevención de posibles infecciones. Se convierte así en “El enemigo del pueblo”.
Es la obra quizás mas conocida del premio Nobel Henrik Ibsen que, como en muchas de las grandes obras de la literatura universal, hace que sus personajes devengan en prototipos que se repiten una y otra vez a lo largo y ancho de los tiempos.
La tentación de imbuirse en el papel de ocultar lo malo y resaltar lo bueno está siempre presente en políticos y cargos públicos, arrogándose atribuciones que nadie les ha dado: nadie los ha nombrado para ocultar la realidad, sino para gestionarla en uno u otro sentido, para  paliar lo malo y potenciar lo bueno. Siguiendo esta vieja escuela, hemos asistido al anatema de gente extraña que decía que había una burbuja inmobiliaria, y los próceres tenían que explicarnos que era “una suave adecuación entre oferta y demanda”. Luego estos incordiadores empezaron a decir que el modelo económico que sustentaba la fase expansiva del ciclo se había agotado y ya no funcionaba, que no se trataba de una desaceleración del crecimiento dentro de la misma situación, sino un crisis del modelo, que podría llevarnos a una recesión, sobre todo si no espabilábamos a tiempo, y que era necesario establecer un plan anticíclico en condiciones. Para eso, lo primero era reconocer la realidad porque ¿cómo se establece un plan contra la fase del ciclo, si decimos que estamos en la fase buena?
Las expansiones y las contracciones de la economía forman una característica del capitalismo. El médico francés Clément Juglar fue el primero que comenzó a tratar las subidas y bajadas de actividad como "ciclos", procesos ondulatorios continuos. Y ya entonces determinó o calificó a la crisis como el punto de transición en una fase ascendente.
Crisis es transición. No es lo mismo que recesión (PIB negativo) en el leguaje clásico, y no hubieran tenido que tenerle tanto miedo a la palabra, abusando del término desaceleración hasta un punto tan empalagoso y retorcido que ya se habla de desaceleración acelerada, casi como ese general que declaraba que sus tropas nunca retrocedían, en todo caso avanzaban hacia atrás.  Pero no hay demasiado problema en llamar a las cosas de una forma u otra, si se está de acuerdo en lo que hay detrás del calificativo. Lo malo es cuando las palabras se usan con una intencionalidad política determinada; entonces se cruza la frontera de lo deseable, porque impiden el correcto actuar. Cuando explotó la burbuja, esa que nunca existió, y organismos, fundaciones, servicios de estudio y el propio INE empezaron a torpedear diariamente las páginas de la información con datos deprimentes sobre la economía, parecía que al menos, dentro de lo malo, llegaba un consenso sobre la realidad que permitía y empujaba a realizar un plan anticrisis sin prisa pero sin pausa, sin miedo pero sin complacencia. Y que se podía hablar de todo eso sin convertirse en un “enemigo del pueblo”. Pues ahora resulta que no, al revés: es el propio presidente del gobierno el que dice que lo que pasa es que hay mucho pesimista (enemigos del pueblo) y el pesimismo no crea puestos de trabajo: culpable el que no siga el ritmo y se preocupe, culpable el que causa alarma y, si algo pasa, se debe a los que no están felices y contentos y se empeñan en ver nubes y predicar la compra de paraguas cuando es evidente que lo único que pasa es el que el sol pica un poco menos.
Mi verso brota siempre de manantial sereno, o al menos eso procuro, pero esto no me gusta nada. Es tan viejo eso de matar al mensajero, tiene tan poco respeto democrático… Por eso hoy querría homenajear a esos benditos “enemigos del pueblo”, siempre cargados de buena voluntad y siempre políticamente incorrectos, que por el mundo van, y que en definitiva hacen que ese mundo sea un poco más adulto, un poco más valiente ante las dificultades, un poco más sincero y, como consecuencia de todo esto, un poco más evolucionado, eficiente y seguro.



Cambiar el modelo
04/09/2008

En esto de qué hacer con la presunta pero ya obvia crisis económica, ni a nivel nacional ni mundial lo ponen fácil. No es ya que unos vean la botella medio vacía y otros medio llena, por lo que la urgencia de actuación es distinta, sino que hay los que ven, a la susodicha botella, como casi llena del todo, sin problemas, y sin necesidad de hacerle caso, y otros la ven más seca que el desierto del Sahara en un día caluroso y hay que dar un cambio total.
Lo del cambio está cogiendo entidad desde prismas muy distintos. Bush, Obama, Zapatero, Rajoy, analistas y políticos variados están proclamando su opinión coincidente de que hay que “cambiar el modelo”. Ciertamente una crisis general es el agotamiento o quiebra de un modelo, y en ocasiones además, como el candidato a la presidencia americana Obama opina que pasa ahora, es el fin de toda una filosofía económica.
¿Pero cuál es el modelo a cambiar? ¿Y por cual?… Eso es más confuso. Nuestra crisis global se está perfilando como la del modelo especulativo de los mercados; ese que nos ha hecho vivir en las nubes, cultivando unos valores y sueños materialistas ajenos al trabajo, la productividad y el progreso económico real, el que ha provocado se superen los límites naturales de las transacciones de bienes para transformar en productos financieros cosas como la vivienda, o los piensos, o la carne, la leche y las cosechas agrícolas, o el petróleo y todas las fuentes de energía… Todo eso ya no son bienes para el consumo o el uso de las personas, ni son tampoco “inputs” empresariales. Son activos financieros que pasan de mano sin otro fin que buscar plusvalías muchas veces bajo lo que se denomina “activos subyacentes”, elementos de la economía real que los mercados transforman en entes etéreos sin otra utilidad que apostar por ellos, comprando y vendiendo sus futuros en una actividad que sólo trae consigo el desquiciamiento de los precios.
Nada produce y nada aporta este gran juego, sin función económica de ninguna clase, si no es la negativa de retirar fondos, iniciativas y cerebros que necesitaría la economía productiva para dar el gran salto que el mundo pide. Cerebros también, porque muchos expertos de valía se dejan arrastrar, dedicándose en exclusiva a esta economía infecunda. Al mover las ingentes masas de fondos de un sitio a otro sus impactos hacen subir y bajar los precios  de lo que sea y, en cada uno de esos vaivenes, el volumen total especulativo crece, el globo se hincha. Así la burbuja amarillenta y viscosa cubre los mercados, consumiendo el oxígeno y produciéndoles la asfixia.
Cambiar el modelo no es fácil ni corto; y por eso, lo inmediato es paliar los daños en la parte que podamos, con medidas coyunturales, inmediatas y tajantes, a la vez que se sigue el proceso del cambio. Miren, el daño, drama y dolor inmediato de una crisis es el paro; los planes a favor del empleo han de impregnar todas las actuaciones.
La crisis es global, no lo duden, y parece que ahora la petición de cambio también. El modelo especulativo de los mercados y la filosofía que lo sustenta nos ha colocado al borde de un precipicio. Por esa ruta no se puede seguir; habrá que cambiar el rumbo.



La refundación del capitalismo
01/11/2008
En el siglo XIX, la extensión del ferrocarril primero y el impulso de las industrias eléctricas, químicas y automovilistas después fueron palancas de fuerza del desarrollo económico capitalista. El siglo XX es el de la revolución científico industrial con una oleada de innovaciones nunca antes vista. Cada una de ellas traía consigo un impresionante estímulo inversor (demanda de inversión), que generaba trabajo y riqueza y con ellos, a su vez, impulso de demanda de consumo. Esas eran las bases de los periodos de auge, estímulo y crecimiento, las bases del camino a la prosperidad que se ha seguido en largos periodos. Era un proceso que, desarrollándose en libertad, aunque siempre con sus más y sus menos, nos empujaba hacia el bienestar. La historia del capitalismo ha sido una historia de inestabilidad y cambio, de renovación forzosa, los “booms” y depresiones se han sucedido, con mayor o menor virulencia, y han dejado establecido que eran inevitables. Lo que no ha estado claro es si eso era síntoma de que el sistema fenecería tarde o temprano o si era algo que se llegaría a dominar.
El capitalismo, desde sus inicios, ha cojeado de egoísmo e injusticia, pero se ha abierto paso por su eficacia. Es la eficacia la que posibilitó su progreso, mientras que su debilidad en la defensa del oprimido socialmente facilitaba la aparición del sistema alternativo socialista o comunista. Este tenía bases distintas. Pensaba que el proceso económico, funcionando en virtud de su propia lógica inherente nos había llevado al capitalismo industrial, donde las relaciones económicas implicaban la expropiación por parte de los capitalistas de una porción del valor del trabajo de los asalariados. La clase trabajadora era explotada, a la vez que surgía un proceso de acumulación en el que las empresas menos productivas iban siendo absorbidas por otras, por lo que, en definitiva, las contradicciones del sistema lo harían inviable, opinaban.
Ocurrió todo lo contrario. Fue el sistema socialista o comunista el que un buen día se desintegró, se vino abajo por las buenas, por su propia incapacidad e ineficacia, después de tanta guerra fría y caliente. El capitalismo se quedó sin dialéctica y su muerte nos llevó a una conclusión quizás precipitada: si solo había dos sistemas y uno era el malo, sería que el otro era el bueno. Así, sin reparos ni matices, el capitalismo liberal se estableció como pensamiento único y, claro, si solo cabe una cosa en el pensamiento se corre el peligro de obnubilarse. Durante años nos hemos obnubilado con la no intervención hasta el paroxismo, convirtiéndola en dogma y oráculo. Hasta la ciencia económica se transformó en ciencia de los negocios y los “masters” eran variaciones al tema de cómo ganar más: la empresa, el grupo y yo, todos en busca de la riqueza rápida. Lo que faltaba a la economía que ya de por sí tiene tendencia al materialismo.
La máxima expresión de la confluencia de estas dos fuerzas, el egoísmo y la falta de control, ha marcado la evolución de los mercados financieros en los últimos 20 años. Sería largo y prolijo describirlo, pero el resultado es que se pasó de unos instrumentos que encauzaban y asignaban lógicamente medios financieros hacia uno u otro lugar de la economía a una apoteosis de operar por operar, sobre todo a crédito, con apalancamientos espectaculares y sin crear otro valor que el ficticio o monetario. La realidad ha mostrado que por ahí no se iba a ningún sitio. Cayó el materialismo en su forma de comunismo y el capitalismo que tomó la forma de especulativo nos ha puesto en la cuerda floja.
La crisis actual es una crisis del sistema, y lo novedoso es que los impulsores de su reforma sean precisamente los máximos mandatarios mundiales de ese sistema: Sarkozy y Brown lo proclaman e incluso, al otro lado del Atlántico, el ya presidente breve Bush no lo niega, mientras a la puerta está llamando, además, un reformador rompiente llamado Obama.
Esta página se acaba y habrá que abordar en otro u otros artículos las nuevas características técnicas y funcionales que ya se van vislumbrando. Pero sin olvidar que la refundación del capitalismo habrá de ser también la de su ética sustentadora, o, no lo duden, tapadas unas goteras, saldrán otras.



Objetivo: crear empleo
14/11/2008
La peor y más espectacular noticia del mes de octubre sobre la crisis (ya prácticamente recesión) en la que estamos metidos, no ha sido la caída de las bolsas, ni los PIBs que decrecen, ni los pisos o coches que no se venden, el puesto número uno del ranking inquietante del deterioro ha sido el paro, tanto a nivel nacional como regional. La cifra de paro registrado en España a finales de octubre se ha ido a 2.818.026 desempleados, con un incremento desbocado de 192.658. Las previsiones nacionales están obsoletas  y las de la Comisión Europea se elevan ahora al 13,8% para 2.009, lo que llevaría la cifra de parados a 3.166.423. En Aragón la cifra de octubre es de 58.331 de parados, con un incremento de 7.513 que es, en subida porcentual, de casi el doble que el nacional. La subida mensual del paro en España es la mayor registrada nunca en un mes.
El paro es, desde luego, mucho más que un indicador económico. El trabajo no es un factor de producción, es un derecho preferente de las personas, un requisito de convivencia ineludible y la forma en que se perfecciona el contrato de integración social de los ciudadanos. Nosotros actuamos como miembros de un grupo en el que, vía el desempeño de una labor, nos ganamos, no nos regalan, los ingresos necesarios para una vida digna. El objetivo primario de la economía desarrollada no debería ser otro que el pleno empleo, teniendo en cuenta, claro está,  que el concepto pleno empleo lleva consigo un paro de hasta un  5%, aproximadamente, necesario para que la economía tenga suficiente flexibilidad y los trabajadores pasen de unos a otros trabajos o situaciones.
Les ruego reparen en el concepto “objetivo primario”, que tiene, aplicado técnicamente, un alcance concreto más allá de las declaraciones de buenas intenciones. En estos tiempos en los que sin empacho se llega a decir que vamos a un cambio económico planetario, lo que sería también un cambio social, ¿cómo se hace si no?,  esta definición puede ser incluso la piedra de toque, o la prueba del tres, de que el tema va en serio. No nos engañemos, el objetivo de la economía capitalista ultraliberal es y viene siendo el crecimiento del PIB y de la riqueza. El incremento del trabajo para todos se da en su modelo por añadidura, no es un objetivo primario. Claro que no, el objetivo primario en los tiempos que nos ha tocado vivir, el único deseado, ha sido y es ganar dinero, cuanto más mejor, y confiar en que eso, además, de subsidiariamente tasas correctas de paro. El objetivo del pleno empleo como motor de la búsqueda del mejor funcionamiento de la economía y el mayor bienestar general es un concepto que quedó relegado a la vez que se olvidaba al autor que lo exhibía en su teoría general, un tal John Maynard Keynes. Lord Keynes creía que las economías capitalistas podían apartarse del pleno empleo durante periodos prolongados, caer en un equilibrio con subempleo, salvo que los gobiernos emprendieran políticas fiscales u monetarias para generar el nivel de demanda o de poder de compra que requiere el pleno empleo.
Ahora en España no manejamos política monetaria, se la llevó el BCE; pero no toda la política económica es política monetaria; está la presupuestaria, fiscal, sectorial, laboral, de educación, inversiones, infraestructuras, industrial, comercial, de servicios y asistencias y un largo etc. Este fin de semana en Washington los líderes del mundo van a dar el pistoletazo de salida a un cambio que aún no se sabe bien hacia dónde tiene que ir y cuyo diseño y puesta en práctica requerirán su tiempo (en Bretton Woods estuvieron dos años). Entretanto, con lo que está cayendo, lo mejor sería convertirse urgentemente a un cierto keynesianismo y actuar mirando al empleo.



Cumbres y sistemas
21/11/2008
Los acontecimientos económicos se amontonan y entrecruzan ahora muy rápidamente, en la evolución de esta crisis, la primera auténtica y completamente global de la historia. Aún estamos en un periodo de desconcierto, teórico y práctico, ante la contundencia y velocidad de los sucesos. Sin embargo, de alguna manera hay un cierto agrupamiento de las posturas alrededor de dos conceptos. Uno: se trata de una crisis clásica con mayor virulencia y extensión que lo normal, pero nada más. Dos: se trata del final de una determinada forma de organización que requiere de cambios profundos, lo que, en la denominación de moda, recibe el nombre de crisis sistémica.
Hasta ahora la economía se ha enfrentado a la organización de la complejidad global con un enfoque reduccionista que rechaza las regulaciones globales y deja las decisiones en manos de las naciones y de las organizaciones y empresas. Un mundo de libertad, en el que corresponde al mercado proporcionar automáticamente el equilibrio global. De otra de las formas empleadas en la historia, la holística, mejor olvidarnos porque significa una centralización completa de las decisiones, propia de los hundidos regímenes comunistas y/o dictatoriales.
Pero ahora, cuando los dioses del mercado niegan su papel equilibrador, se abren paso consideraciones sobre la necesidad de un cambio hacia la tercera forma de organización que proporciona la teoría de sistemas, y que por extensión califica a la propia crisis: la organización sistémica. En esta alternativa, los órganos de decisión tendrían una articulación flexible en la que coexistirían, a la vez, normativas mundiales que impidieran los desequilibrios, ámbitos nacionales o locales que gestionaran lo próximo y desregulaciones competitivas que mantuvieran ámbitos de libertad eficientes. Un ejemplo emblemático de organización sistémica es la Unión Europea: las naciones europeas voluntariamente se han sometido en algunas cuestiones a organizaciones supranacionales, sin merma de seguir en otras gestionando cada una su diversidad.
Armados con este bagaje teórico, nos acercamos a dos acontecimientos, dos cumbres. La primera es el Congreso CEDE celebrado en Zaragoza. Una extraordinaria reunión empresarial alrededor de personalidades como Solana, Roca, Rato o Felipe González. Los tres primeros se inclinan por la primera tendencia de apuntalamiento del sistema, sin llegar a reformarlo; apuntalamiento ético, competitivo, técnico y de coordinación. Y en estas llegó Felipe, con la más apasionada y taxativa intervención del congreso. Se asombra el ex–presidente por las visiones optimistas de algunos participantes, “cuando los que han salido de la pobreza están volviendo a ella, cuando a los países de la emigración ya llega menos dinero de los emigrados, cuando la pandemia financiera cubre el mundo, cuando el mercado pide auxilio a los políticos para no fenecer”. Felipe, en estado puro, en clave sistémica sin contemplaciones, hasta niega que sea una crisis cíclica (“lo que es cíclica es nuestra torpeza”).
La segunda nos lleva a Washington: Bush defiende el sistema capitalista y seguro que gana porque nadie solvente lo ataca (sería tonto atacarlo, no hay otro); lo que sí se discute, allí también, es si ha de cambiar su forma de organización a otra con más cesión de poder hacia lo supranacional y con mayor participación de países. Pero de momento en Washington nadie se moja demasiado. Sí a la coordinación, sí a medidas, sí a llamamientos a la actuación conjunta, pero basados en la buena voluntad, el diálogo y las reuniones; compromisos los menos, o al menos no de momento. ¿Son solo los acontecimientos los que tienen que encauzarse o son los sistemas los que tienen que cambiar? La respuesta queda pendiente. Quizás para abril, quizás en Londres, quizás con Obama. Quizás, quizás, quizás.






Medidas socialdemócratas
28/11/2008
Déficits presupuestarios previstos de hasta el 4% del PIB, transfusiones de liquidez, planes específicos de salvación de sectores como el automóvil, y continuamente medidas, contramedidas y avisos de que vendrán nuevas medidas. A nivel empresas lo mismo: puesta en marcha de los planes anticrisis y movimientos también dubitativos, inseguros y vertiginosos.
Se aprecia nerviosismo y turbación en políticos, economistas, empresarios y demás protagonistas teóricos o prácticos de la situación. Todo el mundo ve la necesidad de hacer algo o de que lo haga alguien; si fuera un partido de fútbol veríamos a todo el equipo persiguiendo atropelladamente a la pelota para darle una patada hacia cualquier lado. Pero de momento, el paro sube, la bolsa pierde el “oremus” y no sabe qué valor reflejar, los consumidores se cuentan uno a otro que las cosas van mal, incluso aunque al que hable le vayan bien, y hasta los precios tienen su pro y su contra. Tenemos un IPC contenido; afortunadamente por un lado, y también  peligrosamente por otro, ya que es signo de comienzo de exceso de oferta sobre una demanda que se deprime. Recordemos que la inflación es justamente un exceso de lo que ahora está débil, la demanda, y que la deflación es un exceso de oferta.
En ese marco precario se han de inscribir las medidas de Zapatero, basadas con sus propias palabras en lo “imprevisible de la crisis económica”. Hay sensación de incertidumbre, y es lógico, porque los problemas con los que se enfrenta ahora la economía son mutaciones de los anteriores. Lo que llama algo la atención es que nuestros presidente Zapatero lee ahora la crisis en clave ideológica socialdemócrata, y hay que tener cuidado en eso, porque las recetas globales, los pensamientos “únicos” de uno u otro signo han funcionado durante algún tiempo y han fracasado en otros.
Durante la década de los 70, muchos gobiernos fueron por la senda de la planificación y la intervención, protagonizaron la inversión y creció extraordinariamente el sector público. Y esta  expansión extraordinaria de lo público tuvo  efectos muy negativos: La economía pública utilizó de forma ineficiente ingentes cantidades de recursos, impidiendo que los empleara mejor la economía privada. Absorbieron mano de obra, pero consumieron rápidamente su capacidad motora de crear empleo; agotaron y sobrepasaron su capacidad de crecimiento dentro de la economía de libre mercado. La reacción llegó con una oleada neoliberal, que degeneró en especulativa y estableció un reinado del mercado sin control, que en sus últimas etapas ya ven donde nos llevó. Nos alejamos de los conceptos de creación de riqueza en la economía real para crear apariencias en forma de burbujas, que además  se querían ignorar  y tuvieron que explotar para hacerse visibles.
Ahora hay que mirar las cosas de frente. La macroeconomía de las expectativas es seguramente la base del futuro económico. Pero, contra los que tantos responsables creen, esas expectativas impulsoras no pueden crearse más que con la credibilidad que proporciona exponer la realidad rabiosa; lo peor de las burbujas pasadas fue no quererlas ver a tiempo.
Tenemos por delante una época poco clara en la que la recesión global de más de un año es prácticamente un hecho, y tras ese periodo es cuándo vamos a saber con mayor claridad la magnitud y profundidad de la crisis. En España, desde instancias oficiales, se dice que en la segunda mitad del 2009 la economía empezará a repuntar, la macro de expectativas racionales diría que en la segunda mitad se nos aclararán algo más las dudas. Nuestro comportamiento racional ahora es la prudencia.


 Sueños de Obama
16/01/2009
Obama aún no había nacido cuando su futura abuela blanca fue seriamente recriminada en el banco en el que trabajaba por su respetuoso trato con el Sr. Reed. Era éste un veterano de la guerra mundial que en su porte y en sus palabras rezumaba dignidad, pero del que no se podía ignorar su color. Reed, sin señor, era el conserje negro del banco y así habían de tratarlo. La futura abuela Toot “no debería llamar señor a ningún negro” le espetó una secretaria, sin importarle que el aludido la oyese. Al poco el  Sr. Reed lloraba en un rincón del edificio y le decía a la ascendiente de Obama: ¿Qué hemos hecho para que nos traten de forma tan despreciable?…
Han pasado cincuenta años y el próximo martes el nieto negro de la abuela blanca será investido Presidente de los Estados Unidos. Barack Obama será el muy respetado Señor Presidente Negro de la nación, todavía hoy, más rica e importante del mundo, el hombre más poderoso de la tierra.
La historia de Obama (escrita por él mismo con el título Sueños de mi padre) es una historia imposible: Un pastor keniata deja los rebaños y va con una beca política a estudiar en Estados Unidos; se casa con una jovencita blanca, tienen un hijo negro como el padre y apenas dos meses después del nacimiento, deja a la madre y al hijo para regresar a Kenia. La muchacha vuelve a casarse, ahora con un estudiante indonesio y se trasladan los tres a la otra punta del planeta. Tras años en Indonesia, el chico que será Presidente vuelve con sus abuelos blancos. Empieza entonces a asumir su color como limitación o dificultad social, ya que en Indonesia, los americanos, por el solo hecho de serlo, pertenecían todos a una raza superior y los auténticos inferiores eran solo los nativos. Interioriza, de alguna forma, y así lo cuenta después, que a la postre los negros de cualquier parte han sido siempre los pobres y necesitados, los golpeados por la injusticia y la explotación, sean del color que sean. El mundo está lleno de negros de todos los colores, esperando un cambio, y Obama, presidente sin fronteras, es una esperanza por lejana e imprecisa que sea.
El nuevo presidente USA aprendió a ser negro. En la tesitura de ser un licenciado en Harward, triunfador de color en un mundo diseñado en blanco, eligió el activismo. Obama se escapa a los estereotipos; él mismo es cambio. Si algo tiene y deja claro Obama es que no quiere ser el líder negro de un mundo blanco. Su sueño es ser el líder diferente de un mundo distinto.
Le espera, sin embargo, el mundo viejo de la economía y la guerra. En economía lo tiene todo anunciado. Políticas fiscales contracíclicas, la gran inversión de 700.000 millones de dólares y el aviso de déficits presupuestarios que superarán el billón de dólares durante años. Intervención más protección a los ciudadanos y pacto social es el programa.
Sobre las guerras, ha opinado de las de Afganistan e Iraq. La primera le parece de justicia, pero técnicamente mal desarrollada; la segunda le parece inaceptable, muestra de política belicista caduca y de una doctrina de guerra preventiva que condena sin paliativos. Las coordenadas de Obama se mueven dentro del concepto de defensa propia, el derecho a defenderse cuando se es atacado, no el de atacar por si acaso o por conveniencia. No hay que olvidar que es un hombre de fe cristiana, converso y practicante, que eligió ser bautizado en el seno de la Trinity United Church of Christ, tras atravesar periodos de escepticismo religioso. Sus creencias no le impiden el pensamiento libre y crítico, pero pone siempre énfasis en asumir la fe fundamental transmitida por su madre del “valor inmenso de esta breve vida que se nos ha dado a cada uno”.
Cuando acabé de leer el último libro de Obama, “La audacia de la esperanza”, lo coloqué en mi librería entre otros dos libros “esperanzadores”, “Yo creo en la esperanza” del ex-jesuita Díez Alegría y “Cruzando el umbral de la esperanza” de Juan Pablo II. Los tres humanamente tan distintos y los tres unidos en un discurso conjunto, que pasa de uno a otro, expresando que tener esperanza, asumirla y atreverse a ella es tener fe en el hombre, en el mundo y en Dios. Hombre de fe, ilusión, esperanza y sueños. Así se presenta el inminente Presidente de los Estados Unidos. ¿Por qué, de entrada, vamos a dudarlo?



SCARAMOUCHE
Moncloa 2
30/01/2009
Ahora que a Solbes en particular y al gobierno en general se les ha acabado cualquier justificación para continuar viaje por el país de las maravillas; ahora que se conoce la inutilidad de discutir sobre los grados de importancia y la duración de nuestros desastres económicos porque dependen de lo que hagamos; ahora que el gobierno con sus variadas y no excesivamente leales oposiciones pueden fácilmente constatar el hartazgo de los administrados ante sus estériles contiendas; ahora que vientos de idealismo práctico reclaman el papel controlador de la política sobre una economía que se ha mostrado en muchos aspectos irreal, abusiva e incongruente; ahora que el efecto Obama empieza a hacer pensar que “la grandeza”, además de quedar bien, gana votos; ahora puede ser un buen momento para dejar la ramplonería y embarcarse con generosidad en el pacto político y social que el cambio de modelo económico requiere.
¿Es necesario tanto?…  El comisario de la U E, nuestro Joaquín Almunia estima retrocesos superiores al 2% y tasas de paro de hasta el 19%; el parado cuatro millones ya existe en este futuro previsto. Standad & Poor´S nos rebaja el rating de solvencia. Item más, aparece el muy inquietante diagnóstico de que la recuperación en España será más lenta y problemática que en la mayoría de los países del euro.
¿Qué hemos hecho mal?… Cierre del año 2006: España vivía la vida alegre económica con un crecimiento del PIB del 3,7% y una sensación de riqueza basada principalmente en la revalorización inmobiliaria y bursátil. Pero el incremento del PIB no significaba incremento de riqueza real sino nominal, humo que ha desaparecido. Decíamos ayer: “Los bajos tipos de interés han propiciado un escenario excepcional. Se puede así incrementar puestos de trabajo de baja productividad que pueden cubrir los inmigrantes, se pueden comprar pisos y locales que se revalorizan mucho más que lo que cuestan los créditos; hay fiebre consumista y liquidez sin problemas; se puede comprar fuera y vender menos, provocando un elevadísimo déficit comercial debilitador… Nuestro modelo está funcionando en este mar en calma, pero hemos de saber que no tenemos otro preparado para olas enfurecidas. Es hora de que calafateemos el barco y nos dediquemos también a incorporarnos a los modelos de alta tecnología y organización productiva; que incrementemos las exportaciones, mejoremos infraestructuras y educación y echemos un cuarto a espadas a la investigación y desarrollo”. No lo hicimos, seguimos sin hacerlo y las olas han venido. Nuestra crisis española es la general más nuestra propia crisis de identidad económica.
La verdad es que, después de aquel tiempo en que tan fácilmente fuimos ricos, parecemos anquilosados: Bancos que no se atreve a quitar el freno de mano y recuperar la alegría, empresas que estudian “ERES” en vez de salir a vender, educación con elevado índice de fracaso escolar, bajo nivel de la cultura del esfuerzo y sacrificio, justicia inoperante para aplicar las leyes en vigor mientras se legisla a destajo, confianza destruida. Sistema financiero, educación, justicia, tecnología, ciencia, energía, sanidad… La respuesta es la reforma, inevitablemente consensuada si ha de ser de calibre, porque necesita medios y tiempo.
El 25 de octubre de 1.977 el gobierno de Adolfo Suarez y los principales partidos políticos, asociaciones empresariales y Comisiones Obreras, dando buena muestra de lo que era el patriotismo democrático, firmaron los pactos de la Moncloa para dar un giro absoluto a la economía y para estabilizar la transición política. No hay paralelismo en las situaciones, nada que comparar, salvo el precedente del efecto de una actitud noble y unitaria ante graves problemas nacionales.
 En aquella época se popularizó la expresión “El Espíritu de la Moncloa”. Como seguramente sigue vagando por los pasillos de la residencia presidencial, habría que aprovecharlo;  convendría que Zapatero, en alguna noche de desvelo, lo buscara, y juntos diseñaran los pactos de la Moncloa 2. Cierto que un acuerdo así es muy difícil de lograr en estos tiempos. Pero lo que hay que hacer ahora, conceptualmente es lo mismo que antes: Política con mayúscula para poder realizar cambios imprescindibles.


Primero de mayo y paro
02/05/2009
El Primero de mayo es el día emblemático del movimiento obrero internacional, el día mundial del trabajo y los trabajadores, como es bien sabido. El 1 de mayo de 1.886 se iniciaron en Chicago las jornadas de protesta y huelgas que, en los días siguientes, desembocaron en sucesivas tragedias con muertes de obreros por disparos de los guardias, muerte de un policía por explosión de un artefacto, y juicio y posterior ejecución de cinco obreros, sentenciados en un proceso lleno de pasiones y despropósitos.
El motivo que ha pasado a la historia para esta lucha obrera era el de la consecución de la jornada de ocho horas, pero se va olvidando que el motivo primero y el objetivo último no era trabajar menos (aunque había jornadas inhumanas de 12 y 14 horas) sino reducir el paro: que mas gente trabajara menos horas, repartiendo el trabajo para lograr así una menor desocupación. Por encima de aliviar el trabajo esclavizante, la motivación inicial era que pudieran trabajar los que estaban en paro, porque luchar por el trabajo era luchar por la comida del obrero y su familia; luchar por la vida.
Afortunadamente la humanidad ha avanzado mucho y la situación del  trabajo también; el tiempo y el progreso nos han llevado a que, al menos en nuestro mundo desarrollado y con excepciones, el sistema de bienestar dote de suficiente dignidad y protección al conjunto de los ciudadanos. El trabajo, además, se ha convertido en un derecho de los seres humanos, reflejado  en las leyes de mayor rango de los países como es nuestra constitución. El sistema otorga también protección para el parado mediante subsidios, aunque eso, por importante que sea, no sustituye a lo principal. Lo primero es la existencia de un deber y un derecho a trabajar: el trabajo no es una magnitud económica, sino la parte sustancial del contrato social, por el cual nos integramos en la sociedad, es un derecho preferente y un requisito de convivencia ineludible.
Ahora, en España, 17 de cada cien trabajadores no pueden trabajar. Con ellos la sociedad está incumpliendo su contrato de integración. Los anexos necesarios para no llegar a la ruptura total del contrato, lo que supondría asumir su marginación, son dos: uno, protegerles mientras dure la contingencia; otro, crear puestos de trabajo a pesar de todo: inseminación artificial mientras dure la esterilidad recesiva. El trabajo es agua en un cubo agujerado; siempre se están perdiendo puestos de trabajo, por lo que lo importante es que el grifo de la creación arroje al cubo mayor caudal que el que se pierde. La recesión supone hacer más agujeros al cubo y cerrar el grifo. Que aparezcan más agujeros es inevitable porque precisamente recesión es fracaso u obsolescencia de un determinado modelo con actividades que se desmoronan, pero el grifo no tiene por qué cerrarse. Los manantiales viejos están secos pero hay otros que descubrir o que explotar más intensivamente.
Con la estructura establecida, en España se generaba trabajo neto por encima del 2,4% de incremento del PIB. Y no es relación unívoca; no toda creación de riqueza produce el mismo incremento de puestos de trabajo; el modelo del ladrillo creaba mucho empleo no especializado que no tiene transformación inmediata, aunque el impulso de los servicios debe de sustituir al motor de la construcción. En definitiva, se van a crear los puestos de trabajo que estructuralmente suponga el crecimiento del PIB en las condiciones actuales, más los que emanen de medidas nuevas no contempladas en el modelo. Como la estimación de PIB es negativa, lo previsto, por este lado estructural, es destrucción de trabajo; y sólo nos queda el otro: el de medidas nuevas.
Elena Salgado, ha dicho que hará todos los esfuerzos para recuperar el crecimiento, generar confianza y cambiar el modelo económico. Eso no será en un día, por lo que entretanto es imprescindible intervenir con medidas específicas para que pueda existir creación de empleo adicional: un plan integral contra el paro incluido en el plan general anticrisis, y todo ello, dado lo grave e inaceptable de la situación, dentro de la reclamación, hasta el momento ignorada, de un pacto de estado entre gobierno, autonomías y oposición. ¿Si no es en este primero de mayo, cuándo?


El salario del capital
09/05/2009
Aunque dicho así pueda parecer raro, el capital tiene también su salario que es el tipo de interés. Y hubo un tiempo en que eso no parecía demasiado bien éticamente; la usura no tenía buena imagen en la Edad Media y Santo Tomás, por ejemplo, no estaba a favor de que se cobrara por prestar dinero. Era cosa de buenos vecinos; igual que te dejo una sartén, te dejo dinero si te hace falta. Después todo se complicó y, desde luego, en los tiempos modernos, no se concibe el funcionamiento de una sociedad desarrollada sin que el capital coseche su correspondiente salario. Dinero gana dinero; a todas horas, todos los días, incluso los domingos.
Pero al pobre capital le han llegado las vacas flacas porque ahora los tipos bajan y tienden a cero. En esta escalada, el BCE lo ha dejado ayer en el 1% por dejarlo en algo. ¿Y esto puede ser? ¿Podría funcionar una economía sin tipo de interés? ¿Se imaginan un escenario donde, como el aire, el dinero valiese cero para el que necesitase emplearlo?
Tranquilos que no nos estamos metiéndonos en el campo de la economía ficción ni en la versión libre de la Utopía o el Apocalipsis, según quieran mirarlo; esto ha sucedido ya en alguna ocasión con el Yen y no ha pasado nada. Además, aunque los Bancos Centrales puedan llegar a esos extremos, eso no supone que el negocio financiero no continúe. El tipo de referencia representa en la práctica, sólo o principalmente, un indicativo sobre el que poner diferenciales, comisiones etcétera. Siempre el usuario tiene que pagar un coste, lo que da margen, a su vez, al intermediario (bancos) para pagar algo por el dinero de sus clientes y ganar un beneficio; todo seguiría más o menos como siempre. Lo que sí es cierto que el precio del dinero se va poniendo en mínimos; es baratísimo endeudarse y lo normal sería que se provocara oferta y demanda, que hubiera muchas operaciones crediticias, dado que además se siguen facilitando fondos, como también ha hecho el BCE, ampliando sus préstamos a la banca hasta doce meses y comprándoles bonos y cédulas. Pues no señor, el dinero no corre por el mercado. El problema es que el dinero que se pide hay que devolverlo y si lo has pedido para inversión empresarial y no obtienes rendimiento no puedes pagar, y si eres un particular y te van mal las cosas o se rebajan tus percepciones porque caes en el paro, tampoco. Hay miedo a que el crédito no se devuelva; así que ni el precio ni la cantidad de dinero provocan que el número de operaciones suban y el dinero se hace inútil porque no le sacamos jugo.
Otro aspecto surrealista del precio del dinero es que en este momento, si queremos ser académicos, gratis sería caro: los precios bajan y el PIB (lo que ingresamos entre todos) es también negativo, por lo que el dinero a devolver sería más valioso que el que nos dan en el crédito. La cuestión es que, entre unas cosas y otras, el capital se queda casi sin salario y anda nervioso, buscando como ganarse la vida. Por eso, aunque la situación es peligrosa, acude a la bolsa. En la raíz de las subidas que se han producido estos días está precisamente esta cuestión ¿qué puede hacer el dinero si no tiene rendimiento apenas en renta fija, si el mercado inmobiliario está como está y si invertir en negocios o empresas es de héroes? Entra el dinero a la bolsa, aunque entre con miedo y dispuesto a salir a la más mínima. El proceso económico nos ha llevado a un capitalismo distinto del pasado con un protagonismo financiero impresionante. El dinero deja de ser muchas veces un factor de producción, asalariado y dependiente, para convertirse en autónomo, cambia su esencia de instrumento a razón de ser; ostenta el poder. No se conforma entonces con su modoso salario y se lanza a los mercados con afán de multiplicarse y subir como la espuma… o las burbujas.
Hay ansias de volver a las ganancias burbujeantes, pero lo que nos conviene es que el dinero se conforme con su salario, aunque ahora esté congelado, y vaya a la inversión. Necesitamos mayor demanda de inversión que arrastre mayor demanda de consumo y conformen ambas una mayor demanda global, que es el remdio más seguro y sabida para salir de una recesión.



La preferencia revelada
13/06/2009
Hay teorías económicas valiosas y acertadas, no crean. Una de ellas, en la que muchas veces me apoyo, y no sólo para lo económico, es la de la preferencia revelada: las personas revelan sus preferencias a través de sus actos, no de sus palabras. Verdad como un templo: la acción abarca más que la opinión porque señala sinceramente las preferencias conscientes e inconscientes, la razón y la pasión. La preferencia revelada nos descubre incluso aspectos desconocidos o inaceptados racionalmente de nosotros mismos.
En todas las elecciones libres, con todos los condicionantes que les quieran poner, lo definitivo es que el electorado, con sus actos, revela sus preferencias. Así, los que han votado al PP es que lo prefieren, lo mismo pasa con el PSOE y los demás partidos; los que se han quedado en casa prefieren apartar su atención e ilusión de la política y los partidos, y los que han votado en blanco prefieren testimoniar su protesta ante la forma imperante de ejercer la política. El resultado es obvio: los ciudadanos no han mostrado el domingo su preferencia por el PSOE. No hay más cera que la que arde; no hay preferencia más obvia que la revelada.
“La crisis”, dice Leire Pajín, “la culpa es de la crisis”. Lo dice y se equivoca al decirlo, porque buscando excusas, lo empeora. Proclamar que el solo hecho de la existencia de la crisis es motivo para que no voten al partido del gobierno significaría señalar falta de confianza en su actuación, y no creo que eso sea lo que quiera evidenciar la secretaria de organización del PSOE. Mucho tendrá que ver la crisis, mientras dure, en la opinión que nos forjemos sobre los partidos, pero no por su sola existencia sino por nuestra percepción sobre su forma de afrontarla.
Recientemente habían aparecido signos esperanzadores de que Zapatero cambiaba la forma de considerar la crisis y de enfrentarse a ella.  Apareció por primera vez crítica sobre el modelo del ladrillo, y una apuesta decidida por el cambio de modelo hacia la única economía posible en los países desarrollados: innovación, formación, desarrollo tecnológico, competitividad, conocimiento, producción de alto valor añadido… Llegaron esos aires hasta el programa de las europeas; pero solo hasta el programa. Luego parecieron arrepentirse de apostar por un camino lento y de esfuerzo, y se prefirieron eslóganes simples y aceptar la batalla en el campo equivocado de los improperios, cayendo en la trampa de ir a un terreno que en nada favorece nunca al partido que ostenta el poder. Se olvidaron del programa en absoluto, volviendo a la teoría de que esto es una tormenta que, en cuanto nos descuidemos, escampará y todo volverá a ser jauja.
Desde luego, es este un planteamiento atractivo y muy deseado. La pregunta que a menudo amigos lectores empresarios me vienen haciendo es esa de ¿cuándo acabará la crisis? Pero la mayoría de las veces la pregunta no es ¿cuándo acabará la crisis? sino ¿cuándo todo volverá a ser exactamente igual que antes? Nadie sabe la respuesta a la primera pregunta sobre el momento del fin de la crisis, y yo menos que nadie, pero se sabe con seguridad la segunda que es, exactamente, nunca. La prosperidad basada en trabajo de baja productividad, con escasa formación y abandono de la lucha competitiva no volverá. Un gobierno debe saberlo y actuar responsablemente en consecuencia, con campaña o sin campaña.
Llegarán los brotes verdes y hasta las verdes campiñas, pero ahora la producción disminuye, los precios no responden, la morosidad ahoga el sistema financiero y los desocupados aumentan: sigue la vida y la crisis después de las elecciones. Pienso que el PSOE se ha equivocado en esta campaña al abandonar los planteamientos serios y sacrificados que tímidamente empezaba a plantear, y lo ha pagado con la disminución de electores que eligieran revelar su preferencia por ellos, aunque la tuvieran. La euforia del PP es lógica y la crítica de voces internas del PSOE que están apareciendo, también. Pero a ambos les conviene preguntarse qué esperan y necesitan los que han revelado ahora insatisfacción y/o desinterés. Porque son ellos los que, en el futuro, tienen principalmente la llave del gobierno, y porque lo que esperan y necesitan sea probablemente lo que el país espera y necesita.Economistas inéditos
04/07/2009
Permítanme que les presente a un economista, que seguro no conocen como tal, aunque sí bajo su faceta de escritor un tanto especial. Tampoco mis queridos colegas lo tienen situado entre los pensadores de la economía, así que es una primicia que les brindo. Se trata de Donatien Alphonse François de Sade, conocido como Marqués de Sade. ¿Y cuál es la aportación al cuerpo de la doctrina económica del marquesito de marras, que me hace sentarlo con arrogancia al lado de Adam Smith, Marshall, Marx, Keynes y Friedman, por ejemplo? Pues es un teorema que sintetiza con acierto la motivación que ha guiado y sigue guiando tantas veces a los humanos en el proceloso mundo económico. En una de sus obras cumbres, se “educa” a una inocente jovencita sobre lo que es la vida y todo se lo resumen en una sola premisa fundamental: “En este mundo, Justine, solo se aprecia lo que rinde o deleita”. Lo que rinde o deleita… Dinero y placer. Beneficio y pasión. ¿Se puede sintetizar mejor esa versión salvaje del capitalismo, que nos empuja a un mundo especulativo y materialista hasta el límite, y que tanto tuvo que ver con el inicio de esta crisis de nuestros pesares?
El problema latente de nuestra tendencia al placer y la riqueza está en el “sólo”. Cuando se asume como objetivo único lo placentero y, por tanto, el logro del dinero necesario para tener la mayor cantidad de placer posible, sin fijarse demasiado en cómo se obtiene porque lo demás no importa, entonces estamos perdidos. Llevado al extremo, el egoísmo evoluciona hacia la pura maldad y construye unas relaciones económicas que imposibilitan la compasión; no hay base para generarla y, sin ella, las personas dejan tras de sí desolación, en ellos y en los demás.
Pero dejamos el mundo oscuro del economista Sade y nos vamos a descubrir otro, que el día va de eso. Hay una frase del gran economista clásico Marshall que, traída con libertad hasta nuestros días, nos sirve de introducción para el otro economista tapado que quiero desvelarles. “Visité los países más pobres del mundo y recorrí sus pueblos y ciudades, visité los poblados y paseé por las calles, mirando los rostros de los más humildes. Inmediatamente después decidí abordar con todas mis energías el estudio de la economía política”. Marshall fue un hombre bueno que se dedicó al estudio de la economía. Me pongo ahora de pie para presentarles a nuestro segundo personaje, inédito como economista, Vicente Ferrer, que paseó también mirando los rostros de los desgraciados y entregó su vida no al estudio sino a la acción económica a favor de los miserables, lo que es lo mismo a favor de la humanidad. Cumplió de esta forma,  exactamente, el único objetivo de la economía: satisfacer las necesidades humanas, optimizando la producción y distribución de los bienes. Lo más importante es cubrir las necesidades: todo el mundo necesita comer, vestir, cobijarse y educarse. Hay que solucionar la paradoja de que existan necesidades primarias insatisfechas por un lado y recursos ociosos por otro. Así, la economía es la batalla contra la pobreza o no es nada. Y a eso se dedicó Vicente Ferrer, eligiendo la acción por encima de las teorías. “Solo quiero la acción buena y útil para la vida de los hombres, y nada más”. “Me quedo sólo con el deber de erradicar la pobreza del mundo”.
Miren, no estamos hablando de filantropía, aunque tendríamos para no acabar con la obra de este gran hombre, estamos hablando de economía porque si la producción va por un lado y la distribución de renta y riqueza por otro, aún antes de salir de ésta crisis, otra se estará gestando. Eso es un desajuste insostenible, teórica y prácticamente, y la causa última de nuestros problemas de convivencia.
Ha llegado el verano caliente de la crisis. Sigue la dificultosa y dificultada vida económica y sigue la lucha que encarnan nuestros dos economistas inéditos. Afortunadamente, previsiones más sólidas que las económicas nos dicen que al final los sentimientos, intenciones y acciones buenas prevalecerán.
7 reformas
28/11/2009
Aunque la crisis internacional se vaya, los problemas económicos de España subsistirán. La novedad sobre esta premisa es que Zapatero finalmente la asume. Lo confesó en su intervención para presentar la ley de economía sostenible: “nuestra productividad era baja; ocupábamos posiciones muy rezagadas en investigación, desarrollo e innovación; el gasto público en educación se situaba claramente por debajo de la media europea y la construcción drenaba excesivos recursos del país. La consecuencia ha sido que, además de provocar un endeudamiento superior al 30% del PIB, el desplome del sector ha originado la mitad de la pérdida de empleo en los últimos dieciocho meses”… No podemos seguir con este modelo.
La confesión es el prólogo a un conjunto de medidas y reformas considerables; incluso abrumadoras. Para presentar todo el conglomerado se ha tenido que recurrir a diferenciar entre una llamada “Estrategia”, descrita como un plan global de reformas, y la ley propiamente dicha, que comprende las medidas concretas e inmediatas.
¿Qué medidas? Se agrupan en cinco grandes apartados: competitividad, medioambiente, normalización de la construcción, formación profesional y medidas fiscales. Enumeramos algunas: Menor número de consejeros en los órganos reguladores, austeridad del gasto en las administraciones públicas; simplificación administrativa, ahorro energético, formación profesional, normalización de la vivienda impulsando rehabilitación y alquiler etcétera.
¿Qué reformas? Me he sentado a escuchar la intervención de Zapatero con una lista de las, para mí, siete magníficas o siete principales necesidades de reforma, por las razones que enseguida les anotaré: Educación, Energía, Trabajo, Pensiones, Sistema financiero, Medio Ambiente, Justicia. La estrategia que nos presentan, de una forma u otra, habla de las principales, aunque con referencias crípticas a veces. Les resumo mis razones y el tratamiento que da la estrategia del Presidente a las siete reformas.
Una, educación. Cuatro de cada diez estudiantes españoles han repetido algún curso, el 41% de los jóvenes no tienen secundaria ni formación profesional, no tienen nada que aportar ni pueden ser actores en la sociedad del conocimiento, muchas veces en su trayectoria de futuro estarán entrando y saliendo de la parte de la sociedad que requiera subsidios: la estrategia habla del pacto por la educación de forma inconcreta. Dos, energía. Enorme carga de las subvenciones a las renovables; la energía “verde” no alcanza en suficiencia ni eficiencia: dice el plan que se requiere en el horizonte del 2020 planificación acorde con los principios de seguridad de suministro, eficiencia económica y respeto al medio ambiente (no se trata de estar a favor o en contra, pero en ese acertijo la respuesta solo puede ser la de fisión). Tres, trabajo. El empleo masivo, de baja productividad y formación de la construcción no volverá en las cifras conocidas; el empleo que se crea es distinto: la reforma laboral se proclama como necesidad, y se anota sin precisión ni calendario, con evidente temor a la posible respuesta sindical. Cuatro, pensiones. Estimaciones de insuficiencia en poco más de diez años: la respuesta es que hay tiempo. Cinco, sistema financiero. Dimensión distorsionada; un tercio de cajas y algunos bancos sobran; la estrategia anuncia una nueva ley de Órganos Rectores de Cajas y otras medidas. Seis, competitividad. Es la única llave del crecimiento en nuestra época: hay leyes y medidas en abundancia sin constituirse en programa. Siete, justicia. Rebasada, se hace ineficaz: aparecen profusamente leyes y proyectos, no constan medios ni sistemas de organización.
En resumen, las medidas concretas incluidas en la ley no forman un cuerpo que signifique un cambio de modelo, aunque son, casi en general, positivas; los planes de reformas tienen identificados los problemas y hacia ellos apuntan con excesiva timidez y alguna confusión. Una traba adicional muy importante es que la credibilidad de Zapatero está mermada. Por eso, el aprovechamiento de lo positivo del plan (y hay mucho) se dificulta y su perfeccionamiento también: el más amplio pacto político y social es necesario, dada la magnitud de las reformas requeridas. Pero no está, ni se le espera.













Samuelson y nosotros
18/12/09
 “El Samuelson” es la denominación estudiantil como se conoce al manual de economía más vendido y leído de la historia. Que se dice pronto, pero imaginen ustedes todo lo que eso significa de influencia y reconocimiento de su autor. Es éste Paul A. Samuelson, segundo Nóbel de economía de la historia, catedrático emérito del MIT (Massachussets Institute Of Technology), uno de los economistas más prestigiosos que han existido y que ha muerto hace unos días a lo 94 años.
Sin embargo, sin estar ya entre nosotros, desde su ingente obra, Samuelson nos hace a nosotros, aquí y ahora, reflexiones muy concretas sobre nuestra realidad económica. ¿Qué nos cuenta este economista ecléctico, moderado como el mismo se definía, que nos pueda servir? Lo primero el concepto que abre el manual del que les he hablado, el que barrió en las universidades y escuelas y le hizo millonario de paso: la economía existe porque los bienes de que disponemos no son ilimitados, son insuficientes en relación a las necesidades y deseos de los hombres. En economía, dice, “lo esencial es considerar que los bienes son escasos y la sociedad debe utilizarlos eficientemente”; es una ciencia que tiene por objetivo organizar la insuficiencia. La sociedad del despilfarro es culpable de desgobierno económico porque cuando usamos recursos para algo los quitamos de otro empleo. En esta nuestra época de crisis y necesidades de muchos, los presupuestos de los gobiernos deben ser extremadamente austeros en el gasto improductivo. Es necesario, eso sí, un gasto impulsor de la demanda, pero ha de ser un gasto productivo, que lleve en sí mismo la siembra de riqueza futura.
El profesor nos guía en la búsqueda de la mayor eficiencia por el camino del equilibrio de mercado. Sobre sus aportaciones analíticas late también su firme creencia de que el mercado es el mecanismo para la defensa de la libertad, incluso la de opinión. En un artículo sobre su filosofía de vida, Samuelson cuenta como en un determinado momento su respeto por el mecanismo de mercado “dio un salto cuántico hacia arriba”. Fue en la caja de brujas de Mc. Carthy cuando los integrantes de la lista negra, entre los que se contaba, se veían privados de cualquier empleo gubernamental. “La existencia de millares de empresarios anónimos en el mercado proporcionaba gran seguridad”. Pero el profesor se mueve siempre dentro de las posibilidades de intervención que da una economía mixta. En lo mucho que ha escrito sobre nuestra presente crisis (su último artículo es del 29 de noviembre pasado), se ha mostrado muy satisfecho de la gran intervención efectuada por gobiernos y autoridades monetarias, y muy crítico con los anteriores apóstoles ultraliberales, neoconservadores: “creían erróneamente que el capitalismo no regulado podría evitar la bala de la depresión. En todas partes ha quedado demostrado que era una creencia falsa”.
Pero podemos pedir aún más concreción en la prueba de permanencia de la sabiduría, podemos probar con el viejo manual, “El Samuelson”. Un buen manual debe ser un compendio de respuestas para los problemas, casi un oráculo; tú preguntas y él responde. Veamos si funciona: ¿Cómo puede progresar económicamente España y alinearse con las potencias económicas de primera fila? Responde el manual: “El crecimiento económico a largo plazo es el factor más importante. Y, a largo plazo, es el crecimiento de la oferta (y no el de la demanda) lo que determina y explica la elevación del nivel de vida”.
Nuestro bienestar y riqueza en el plazo de diez años dependerá del nivel de “producción potencial” que lleguemos a alcanzar, es decir de la cantidad máxima de bienes y servicios que podamos producir competitivamente con la tecnología, la capacidad de gestión, el capital, el trabajo y los recursos que tengamos. Si trabajamos desde ahora para maximizar esa “producción potencial”, entraremos en un círculo virtuoso. Vía el incremento de demanda que conlleva el impulso de las inversiones necesarias para hacer reformas estructurales, mejoramos nuestra situación actual. Y vía la capacidad productiva que logremos tener a medio plazo, obtendremos la posición competitiva que nos asegure un porvenir brillante. Ya ven lo que pasa: los sabios mueren, pero siguen vivos.




Galletas de barro
22/01/10
Las palabras suenan huecas. Todo es sabido y manido, todo era incluso preexistente, aunque el terremoto lo haya extraído del fondo de la tierra y arrojado con impudicia entre nosotros: El desastre de Haití, la muerte que surgió de sus entrañas y la contemplación de la pobreza infinita de unos seres tocados por la desgracia, destrozan el equilibrio psíquico y emocional de los hombres y mujeres de buena voluntad del uno al otro confín del planeta. ¿Quieren que hablemos de Haití? ¿Hablamos de su economía, su estructura social, su cultura y su política? Acabamos enseguida: Muchas veces, a la mayoría de la población no les alcanza para comprar siquiera un poco de arroz y comen una especie de galleta hecha de barro, manteca vegetal  y sal. ¿Qué más se puede decir?
Todo es dolor, sólo dolor, de ellos y nuestro. Y si algún significado se puede obtener es desde allí; el dolor, mal que nos pese, es también fuente de conocimiento. Aprendemos así que no es posible, en nuestro tiempo, vivir ese individualismo que infaustamente se nos va apoderando y ser felices. Quizás era más fácil en otras épocas en las que la mala y escasa información permitía alegar desconocimiento de los hechos y tener así una coartada moral. Hoy no es posible; podemos estar a salvo de que nos caigan los cascotes del terremoto, pero no de las pedradas morales de las imágenes que se cuelan en nuestras casas. De esta forma, la solidaridad es ineludible, es casi egoísmo, no tiene alternativa porque si dejamos que el individualismo llegue a eliminarla, suprimirá de paso el concepto de civilización, nos destruirá como seres humanos y dejará latente y dispuesta a estallar una disposición de todos contra todos, mundo de lobos.
Ahora los caminos de Haití son surcados por  espíritus errantes poseídos por el odio, seres humanos llenos de rencor, con los valores derruidos de tal forma que se aniquilan las posibilidades de constituirse en un pueblo. El odio fabrica inconexión e impide dejarse penetrar por un dogma moral común y, sin valores que hacer comunes, no hay forma de vivir en sociedad. La pobreza extrema hace imposible que los hombres y mujeres lleguen a realizar su potencial como seres humanos; sus pensamientos no pueden hacerse autónomos del instinto de conservar su vida, y la convivencia pacífica no encuentra base donde edificarse. Serán necesarios los ejércitos para reconducir la terrible situación. Son los únicos que tienen la capacidad organizativa y los medios necesarios para momentos tan desesperados: no nos engañemos, allí, y en todas partes, la convivencia en democracia sólo empieza después de comer.
Habrán de llegar primero el orden tutelado y las ayudas para la subsistencia. Enseguida el plan económico de reconstrucción, los pactos con los países desarrollados para que recojan la emigración haiteña, que con sus remesas son la fuente de los mayores ingresos del país, los planes para el aprovechamiento del petróleo que les facilita Venezuela, la reconversión del funcionariado, el impulso a las industrias de ensamblaje, las únicas presentes y posibles de momento… Y finalmente la apuesta por las dos grandes bazas del Haití soñado: el impulso al cultivo y la industria generada alrededor del oro negro del café, y al turismo como un sueño muy lejano. Mucho tiempo mucha tarea, tan posible como improbable.
Ahora es momento de salvar vidas, pero enseguida lo sería también de acabar de una vez con ese Haití miserable y esclavizado que habría de quedar enterrado para siempre entre las ruinas de la tragedia. No podemos conformarnos con una compasión puntual que deje indemnes esas estructuras de pecado o locura donde la violencia llega a parecer natural.
Incomprensible e inevitable, la muerte ha caído una vez más sobre los más débiles. Las nubes grises tapan los atardeceres dorados de Haití y se extiende la noche oscura. Vuelvo al principio: la impotencia te hace dudar de la esperanza ¿Para qué hablar de economía? Pero la economía no puede renunciar a lanzar mensajes esperanzadores a los necesitados porque esa es su auténtica esencia. Así que: ¡nunca más una economía sin esperanza para Haití! ¡Nunca ningún Haiteño, cobijado en una vivienda miserable e insegura, mientras come galletas de barro!



El ahorro chino
29/01/10
La China actual se nos presenta brillante con luz velada, si me permiten expresarme jugando a las paradojas poéticas tan queridas por su cultura. Pero no teman, no es que me meta por vericuetos poéticos que seguro me superan; mi propósito es únicamente calificar un camino económico que resulta admirable a veces e inquietante otras. También intentar comprender a sus protagonistas, tan cercanos y tan lejanos, a la vez.
Proviene esta China del imperio, el feudalismo y la revolución a partes iguales y no tan diferentes como nos pudieran parecer con nuestra mentalidad. Para la suya, lo que ha prevalecido siempre, como fondo y sostén de su convivencia, lo que permanece incrustado en su carácter y personalidad, es el respeto por el poder y los poderosos hasta límites cercanos a la deificación. Eso se concreta en disciplina y, si se le añade una gran carga de materialismo y una capacidad de trabajo que les lleva a pensar que así es la vida, que se vive para trabajar, no que se trabaja para vivir, podemos vislumbrar unas primeras explicaciones de sus logros y sus carencias, de sus luces y de sus sombras.
Hay cuatro conceptos fusionados en la China de hoy, resultantes de su historia ancestral. Son los restos deformados del Confucionismo, Taoísmo y Budismo, y también del Maoísmo, elevado a concepto por el paso del tiempo. El Confucionismo actual se expresa como una supremacía absoluta de la vida: hay que vivir, y el firme propósito es luchar por la vida material por encima de todo. Al Taoísmo le corresponde aportar un sentido del infinito y seguro que lo hace, pero puede apreciarse también alguna tendencia a expresarlo como una cierta superstición, una búsqueda de la suerte inmotivada, de ahí esa gran afición al juego. El Budismo ha constituido siempre la moral, y cuando altera su sentido se encamina hacia una sumisión exagerada a reglas de comportamiento emanadas de tradiciones, familias y jefes, dentro de un universo de clan. ¿Y Mao? ¿Qué les ha dejado Mao? Por encima de todo, lo que ha quedado del Maoísmo es el convencimiento de que “el fluir del Gran Río puede detenerse y cambiarse”. Algo impensable antes: no podía cambiarse el destino. Sin embargo, ahora este convencimiento impregna su larga marcha hacia ser la tercera potencia económica hoy, la segunda en un mañana muy cercano ¿y después?…
China ha superado ya a Alemania y tiene a tiro al Japón para sustituirle en peso económico  y como sostenedor del frágil equilibrio geo-económico mundial. Este último papel ya lo está ejerciendo en parte el ahorro chino. El gran desequilibrio de la economía mundial está motivado por el siempre abusivo y creciente déficit comercial americano. La balanza comercial del Japón y todo el arco del Pacífico y ahora China se sustentan en el déficit comercial estadounidense. Nadie en el mundo puede generar el poder de compra que despliegan los americanos, endeudándose año tras año. Pueden hacerlo gracias a que después este colosal déficit se financia por la atracción del dólar como reserva. América consume el 90% de su PIB y ahorra el 10%, China ahorra y gasta al 50%. El gasto sin freno causa el déficit americano y el ahorro exagerado los superávits orientales. Después, éstos les mandan el dinero de su ahorro para invertirlo, y todo sigue así, en inestable equilibrio. Si esta rueda se parara provocaría un "crash", sin duda. Pero, de momento, no se para, sobre todo porque China juega su papel disciplinado: ahorra e invierte principalmente en dólares, adquiriendo, de paso, un papel financiero determinante en occidente.
El lunes pasado Hillary Clinton tuvo un inusual altercado con China a propósito de la libertad de Internet. No es extraño: Hillary quiere que los chinos consuman e Internet es una vía inestimable de apertura de mercados; aunque se aduzcan otros motivos, la economía está presente. China desea seguir ahorrando y creciendo en poder económico: ahora, con su 10% de crecimiento del PIB, ha eliminado cualquier medida de estímulo y hace que sus bancos incrementen las reservas. Nada de alegrías, nada de cooperar al aumento de la demanda mundial. Sigue el ahorro dentro y la inversión fuera, financiando al aparentemente rico mundo occidental… Pero cada vez más, el dinero es suyo y las deudas nuestras.




Bajistas y pacto
05/02/10
La inversión tradicional en bolsa para la mayoría de los ahorradores particulares consiste sencillamente en comprar las acciones que te gustan, en el momento que parece propicio, y aguardar, poco o mucho, a ver si suben y te ganas un dinero; o bien vas reinvirtiendo el producto de tus realizaciones y tienes cada vez más acciones. Sabes bien que si las acciones suben ganas y si bajan pierdes, aunque siempre puedes esperar, porque has invertido un ahorro que no te hace falta inmediatamente. Todo sencillo, claro y congruente.
Luego, con el paso del tiempo, los profesionales de los mercados inventaron un montón de jugarretas para estar dándole vueltas constantemente a la pelota, buscando cualquier resquicio que diera beneficios. No querían tomar vacaciones cuando la bolsa bajaba, así que agudizaron el ingenio y diseñaron instrumentos como los denominados futuros, warrants, derivados de todo pelaje o préstamos de títulos, que permitían ganar dinero también en esa situación. Nacieron “los bajistas”.
Hoy en día, sobre las herramientas iniciales se han incorporado múltiples derivaciones, cruces y complementos que transforman la operatoria bajista en un mundo para iniciados. Pero eso son solo complicaciones de forma; el fondo es siempre parecido. Les cuento esquemáticamente uno de estos instrumentos, el préstamo de acciones, por ejemplo, y visto uno, vistos todos: Ante una situación negativa de un país o de una empresa, los bajistas piensan que se dan condiciones objetivas de debilidad que pueden hacer bajar unas acciones o toda la bolsa. Entonces, piden prestadas acciones: no las compran, las alquilan pagando; habrán de devolverlas en un plazo determinado que suele ser corto. Pero el tema es que venden las acciones que les han prestado; ya comprarán otras cuando les toque devolverlas (todas son iguales), y si bajan, como ellos piensan, se habrán ganado con poca inversión mucho beneficio.
A partir de ahí, cuanto más baja la bolsa más ganan. Y viceversa, si se equivocan,  entonces han hecho de la torta un pan porque, claro, pierden también mucho. Por eso son actuaciones que suelen realizar los llamados fondos de alto riesgo (hedge founds). Ojo, que ellos no son causantes de la mala situación inicial, pero su propia actuación añade sal en las heridas y sus movimientos ayudan a que el mercado baje, agravando las dificultades. Los bajistas han encontrado estos días su caldo de cultivo en las debilidades españolas, en la desconfianza que genera en el exterior y en la confusión y el desencuentro político interior. La ministra Salgado se fue de viaje a parar el golpe, y entre sus explicaciones y las intenciones europeas de afianzar a Grecia, surge un leve respiro. Pero no alcanza a la bolsa, que vuelve al rojo. Los bajistas son un mecanismo, una máquina programada sólo para ganar dinero y no atienden a otras razones; se irán y volverán según les convenga. ¿Qué se puede hacer?…
Son las malas noticias las que les hacen ganar dinero. El antídoto son las buenas. Hay que producir y emitir buenas noticias. Lo que pasa es que no valen las declaraciones sin más; no se puede jugar de farol. Buenas noticias económicas reales en España ¿cómo qué?… Cómo el pacto de Estado, repetidamente solicitado y siempre desdeñado por el dúo PSOE-PP. Un pacto ilusionante y dinamizador que permita las grandes reformas. Una noticia de este calibre podría provocar un giro significativo en la buena dirección. “Imposible, utópico”, me dirán. “¿Quién puede hacer que vayan juntos, gobierno, oposición, agentes sociales y comunidades autónomas?”
¿No pueden ir juntos?… No sé… “¿Qué es un pueblo?”, se preguntaba Ortega y Gasset. “Haber hecho juntos muchas y grandes cosas en el pasado, y querer seguir haciéndolas en el futuro”, se respondía. “Juntos” es la palabra clave para identificar a un pueblo. Seguro que me están viendo el plumero de por dónde voy: ¿Es la España democrática, autonómica y económicamente apurada de los albores del siglo XXI un pueblo?
Claro que sí, España es un pueblo, ¿qué otra cosa, si no? Sólo falta que nuestros dirigentes preparen las condiciones para que pueda manifestarse como tal. La necesidad evidente de un pacto para luchar con esta crisis, especialmente enquistada en nuestro país, raya estos días en clamor.





El consumo eficiente
26/02/10
Para la salida de una crisis y el logro de un periodo expansivo el papel del consumo es fundamental. La recesión ha enfriado a un consumo sobrecalentado anteriormente y, en algún momento, habría de surgir una demanda diferida de lo que no se compró y con ella, más el exceso de liquidez provocado por las inyecciones de dinero para salvar al sistema financiero, repuntaría la inflación. Todo eso sería correcto y positivo dentro de unas pautas razonables.
Pero mientras un nuevo auge no cree empleo ni incremente los salarios, mientras la incertidumbre sobre rentas futuras e incluso sobre el puesto de trabajo alcance cotas elevadas y se tema por la protección social, es lógico que el consumo no se anime. El consumidor se niega a interpretar el papel que le toca representar en el capitalismo y asistimos al nuevo espectáculo de la insumisión del consumo.
El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) ha realizado en España un picado pronunciado de -7,6 puntos. Keynes situaba el consumo como función de la renta. El consumo subiría con incrementos de renta en mayor o menor grado, según el valor de la propensión marginal al consumo, pero siempre con incremento positivo. Modigliani y Friedman introdujeron otros conceptos: ya no era sólo pensar en la renta del periodo sino en la riqueza total, las expectativas e incluso el mantenimiento del nivel social. El caso es que si el consumo falla, y rompe por la incertidumbre el automatismo del proceso, puede dar como resultado otro funcionamiento del ciclo. Y surgen las dudas: Este cambio es coyuntural o estructural, pasajero o establecido. Falta perspectiva, pero hay indicios de que algo ha cambiado o está cambiando substancialmente.
Walras dice que toda unidad económica tiende a maximizar su utilidad. También  el consumo privado tiene una determinada, cambiante utilidad para el que lo realiza. Para maximizar su utilidad total el consumidor ha decidido, de momento, rebajar su nivel de consumo. El deseo de que no peligre lo más importante, su nivel en la sociedad, su seguridad, puede llevarle a sacrificar lo superfluo y a racionalizar al máximo su gasto. El consumidor se hace más eficiente: compra ofertas, administra bien, busca precios baratos, oportunidades, descuentos… En general menos deseo y más miedo. Por defender su modelo de vida se está dispuesto a administrar mucho mejor y prescindir de casi todo lo innecesario. Siguiendo a Menger: los hombres sólo dan valor a lo que necesitan y según lo que necesitan. Ahora necesitan un lugar bajo el sol de esta sociedad, un sitio en ella; y si para defenderlo han de consumir menos, se consume menos. La otra pata del consumo es el público y menuda pata. La eficiencia no ha sido precisamente su característica más destacable. Pero justamente por eso, resulta que sus finanzas están bajo mínimos, que deben más que un jugador con crédito ilimitado en el casino. Llegan así las restricciones y una eficiencia a la fuerza, pero eficiencia al fin y al cabo.
¿Riesgo u oportunidad?… El consumo eficiente minimiza y selecciona el gasto (hay muchas cosas de las que se puede prescindir), lo administra bien, proporciona menos ansia de lo material y mayor precaución ante el endeudamiento, menor fiebre consumista. ¿Y entonces?… Entonces nos topamos con eso de lo que al principio de la crisis se habló mucho y ahora poco o nada: con las contradicciones del sistema que hace que los excesos nos lleven a las burbujas y los defectos al subconsumo. Se dice que el capitalismo requiere de un gran despilfarro para funcionar, se le acusa incluso de que las guerras, aún sin quererlo, provocan un Keynesianismo trágico de incremento del gasto que genera riqueza, y que por ahí surge el imperialismo.
Lo cierto es que los dos grandes caminos del gasto pacífico, lógico y moral se han visto mermados en los últimos, bastantes, años. Era uno hacia el cielo: la conquista del espacio, tan abandonada. Y el otro hacia la tierra: la resolución de las necesidades insatisfechas, enfermedades y hambre de las partes subdesarrolladas de este mundo.



Hablando de finanzas

12/03/10
Tres crisis se han acumulado una sobre otra, dando como resultante una situación de conmoción e inseguridad económica excepcional: crisis de los sistemas financieros, crisis de valoración de activos, especialmente los inmobiliarios, y crisis clásica, una vuelta a la tradicional de exceso de oferta. Las tres se han dado en España y sus efectos continúan, empujándonos hacia un periodo gris, sin grandes crecimientos. Tres crisis, tres reestructuraciones por delante.
Martes 9 de la mañana, Hotel Eurobuiding. El Gobernador del Banco de España inaugura el XVII Encuentro del Sector Financiero con el lema: “La reestructuración del sistema financiero español”. El evento organizado por Deloitte, ABC y Sociedad de Tasación es un clásico, una de las reuniones más importantes del sector, y este año encima es especial: nadie se atreve a negar que es tiempo de cambios profundos para el sistema financiero. En dos jornadas, el Gobernador del Banco de España, 19 presidentes, consejeros delegados o directores generales de Bancos y Cajas, el Presidente de los banqueros y el Director General de la Confederación de Cajas nos cuentan sus ideas, que esconden a veces sus temores, sobre la necesaria reestructuración que ya no tiene vuelta de hoja.
Fernández Ordoñez hace un prólogo con algo que empezó un miércoles Zaragozano, cuando se atrevió a defender la incómoda postura de una reforma laboral. Ahora que ya le siguen ratifica su postura: “El mayor riesgo que planea sobre las entidades de crédito es el desempleo masivo”; es necesaria urgentemente una reforma de nuestras instituciones laborales. En lo financiero el grito de guerra es “mas y mejor capital”. Es el signo del nuevo sistema financiero: las entidades han de tener unos fondos propios más abundantes y sólidos, hay que elevar su solvencia; para sustos ya está bien. Hasta ahora había algunos instrumentos exigibles, que podían utilizarse para determinados coeficientes; para el futuro el concepto válido es lo que se conoce como “Core Capital”, fondos propios básicos, claros y manifiestos. La exigencia de capital que emana de los trabajos del Comité de Basilea (Basilea II) cambia de rumbo, exigiendo más y de mayor calidad (fondos efectivamente propios), y pasan a una completa regulación por la autoridad. El cambio es de tal calibre que ya se habla de Basilea III. Pero hay más; asimismo la liquidez ha de regularse; lo de “soy solvente pero no tengo dinero” tiene que acabar. Un tema bastante espectacular es el de aquellas entidades tan grandes (entidades sistémicas) que no se pueden dejar caer porque eso dañaría gravemente a todo el sistema. Se les pide un plan para situaciones apuradas que incluya la forma de morir, un plan Harakiri, digamos, para que puedan desaparecer sin causar daños, si es eso lo único posible.
La película sigue el hilo de las exigencias de capital. El capital de un banco debe ser real dice el Santander-Alfredo Saenz. Y las entidades ha de ser capaces de financiarse  en los mercados, sin ayudas, y obtener por sus beneficios y accionistas (en el caso de los bancos) el capital necesario. ¿Y las cajas?… Dice Caja Madrid-Rato: todo se concreta en necesidad de  beneficios y tendrían que salir de tipos más elevados; las cajas solo cuentan con los beneficios como fuente de fondos propios. Él y otros representantes de las cajas parecen dejar abierta la puerta a instrumentos como las cuotas con derechos de voto. Al final pueden quedar entre 20/27 cajas e Ibercaja-José Luis Aguirre subraya que lo necesario en las concentraciones es un modelo de éxito dominante que encarrile el proceso. Los nuevos tiempos llevan consigo rentabilidades muy escasas insiste el BBVA-Angel Cano. Caixa-Juan María Nin pide cuidado al regulador. Y es que si  hay que alcanzar el “core capital” del 8% en 2012, con estas nuevas consideraciones el sistema necesita una recapitalización de entre 80.000 y 150.000 millones (cuentas de Rato).
Desde los gobernantes a los gestores hay claro consenso de que estuvimos al borde del desastre financiero y que eso no puede volver a pasar. Un nuevo orden rigurosamente controlado, más solvente y conservador se dibuja. Es hora de un negocio financiero serio y profesional, sin frivolidades ni aventuras. Por el bien de todos.



Llega la ministra
30/04/10
Casualmente, antes de ayer, miércoles, cuando Zapatero lanzaba las noticias de los ajustes que dejaban al país sobrecogido y desencantado, me encontraba en el Ministerio de Economía en el Paseo  de la Castellana de Madrid. Esperábamos a la Ministra Salgado que iba a clausurar la jornada conmemorativa del Día Europeo de la Competencia, que este año le ha tocado organizar a España como ostentadora de la Presidencia de turno de la Unión. Desde primeras horas de la mañana, cuando el Comisario, Joaquín Almunia, realizó la primera intervención, un dilema o una paradoja estaban presentes. Por un lado, una reunión como ésta, con autoridades de la competencia, adalides de la libertad de mercado, era propicia para eso: para el cántico de las loas a la eficacia del mercado, casi, casi como fórmula mágica, rayana en panacea de todo mal. Pero son malos tiempos para la lírica liberalizadora, después de que hayamos visto que, sin ayudas ni intervención pública, esta crisis se hubiera convertido, aunque diferente, en otra Gran Depresión; así de fuerte, así de claro. Por eso, en este “Día de la Competencia”, todo era más sutil, más matizado. A Almunia se le notaba (al menos yo creía notarle) que su opción sólo llegaba hasta una libertad vigilada del mercado, siempre con el objetivo último de servicio al bienestar de los ciudadanos.
La intervención pública en el sistema financiero y las actuaciones impulsoras de la demanda están mayoritariamente aceptadas por la lógica de la necesidad. Lo que pasa es que eso es caro y, si le sumamos la necesidad de atender a los parados y damnificados de la crisis, las finanzas públicas sufren, y las nuestras (ahora lo aceptan) no han aguantado el elevado gasto. Las municiones se han acabado antes que la batalla. Para todo hay un tiempo determinado; el gasto extraordinario es una medicación con efectos secundarios que sólo puede aplicarse un tiempo porque te destroza el estómago. Hay que aprovechar el tiempo para curarse, y éste miércoles negro se tiñe con la noticia de que nos ha pillado el toro, que el tiempo se ha acabado y no hemos efectuado las reformas ni hemos cimentado suficientemente la casa, e ineludiblemente nos toca cerrar habitaciones dentro del edificio del bienestar.
Llega la ministra. Su rostro denota cansancio. La crisis, dice, ha puesto en evidencia fallos y debilidades en la economía de mercado, ha sido necesaria una intervención amplia y extensa para compensar el mal funcionamiento de la iniciativa privada con el consiguiente incremento de gasto. Es preciso una regulación más eficiente de los fallos del mercado y una profundización en el mercado único, como forma de realizar ahora una política de oferta (fondos para estimular la demanda, ya no hay).
Cuando el contacto es en vivo y en directo, muchas veces lo que se dice o lo que se quiere decir queda rebasado por una verdad que surge del inconsciente. En psiquiatría se denomina “acto fallido” a este fenómeno. La ministra, en un momento dado admite: “esas reformas, que todos dicen que debemos hacer”. La frase escapada pienso que representa a la vez análisis, confesión y propósito: análisis que lleva a la constatación de la necesidad de haber iniciado las reformas hace tiempo, confesión del pecado de sordera anterior y propósito, ya ineludible, de abordarlas, aún en las malas condiciones actuales.
La crisis no es un escenario “light” ni mucho menos un juego de salón; la economía entra en la vida y en los comportamientos y, así, unos consumidores tristes, temerosos y desesperanzados no serán, desde luego, el motor de demanda que arrastre al crecimiento. Todo quedará en torno a las ventas exteriores. Por eso, la competitividad, que sólo las reformas pueden traer, se transforma en necesidad de estado, en el último cartucho.
La sombra oscura de los sacrificios de todos y angustia de demasiados nos deja apesadumbrados. La crisis choca con el estado de bienestar y lo hace descarrilar. La grandeza política brilla por su ausencia y no se ha intentado si quiera un pacto como los de la Moncloa que afianzaron la transición democrática y a la economía española. Adiós a las vanas ilusiones; se rompe el falso espejismo de un arreglo rápido. Queda mucho por hacer y hay que hacerlo.


Después de la crisis
El Congreso convalidó el jueves 27 de mayo de 2010, sin ganas y por un solo voto, el decreto ley con el plan de medidas extraordinarias para reducir el gasto público, como actuación necesaria, a pesar de su dureza, para evitar que el incremento del déficit elevara de tal forma nuestra deuda, que nos situara en el pelotón de países desproporcionadamente endeudados y poco de fiar. El ajuste quedó así formalmente decretado.
Fue el momento en que nos caímos del guindo y eso no era más que el principio del túnel. ¿Y adónde nos lleva? ¿Son brotes verdes o rebrotes negros los que podemos esperar? ¿Nos va a tocar también el fenómeno de la doble recesión en esta crisis tan completa, compendio o resumen de todas las posibilidades teóricas de desgracias económicas?… Sin duda, a corto plazo, el ajuste nos lleva, dinámica de causa y efecto, a un crecimiento cero o negativo. El horizonte se hace inquietante y la crisis se hace aún más personal, se concreta en cada casa, en cada españolito y españolita, de una u otra forma. El sufrimiento y la inquietud se extienden como virus sin vacuna.
Pero hay que seguir intentando poner las perspectivas y el diagnóstico dentro de lo razonable: lo lógico ahora, en el corto-medio plazo, es una bajada moderada de nuestro PIB, y eso no es el final. En realidad el signo no va a ser lo importante en los próximos meses, porque los efectos concretos, los que ahora sentimos en nuestras propias carnes, no variarán con ínfimas diferencias.
Pero miren, todo terminará aunque vaya a costar. Y después de los ajustes, pasados y olvidados también los efectos de las burbujas y terminadas (alguna vez habrá que terminarlas) las inyecciones de liquidez efectuadas en defensa del desquiciado sistema financiero, tras todas las actuaciones extraordinarias realizadas o intentadas para apagar los numerosos focos de fuegos encendidos, cuando todo esto pase, nos quedaremos tal como somos, sin rebozo ni disfraz. Todo habrá supuesto alteraciones artificiales de la demanda agregada, primero hacia arriba, ahora hacia abajo, para, pasadas las tormentas, quedarnos solos y desnudos con nuestra capacidad de dar respuesta competitiva a una demanda real y global, que ya no está nada claro si basta para cubrir la capacidad productiva a nivel mundial. Por eso está claro: tonto, y pobre, el último de la fila, porque el que no produzca y venda competitivamente irá de “shock” en “shock”, de ajuste en ajuste, separándose del pelotón de cabeza. Después de la crisis va a quedar la verdad desnuda y da cierto temor pensar en cómo quedaremos en España tan destapados. 
Nuestro campo de juego es Eurolandia, nuestro balón el euro, y esta crisis nos ha mostrado que la moneda única puede ser una oportunidad y un riesgo. El euro es para los que logran instalarse en un modelo de alta competitividad desde el que vender bienes y servicios a toda Europa y a todo el mundo. Los que no alcancen ese grado de competitividad se defenderían mejor fuera de la Unión Monetaria, adaptándose a las diferencias negativas con sucesivas devaluaciones que les permitan, al menos, tirar hacia delante y seguir exportando. Lo peor sería ser incompetente, con perdón, y dentro del euro, porque tu modelo te saca del mercado exterior, produces más caro y peor, y hace que las crisis ceben en ti sus efectos negativos de forma más acentuada que en los demás (shocks asimétricos).
Todo esto tiene una conclusión fundamental: lo importante es construir nuestra competitividad, hacer que nuestro modelo productivo sea de la máxima eficiencia. Eso no es la preocupación (ni la responsabilidad) del FMI, ni BCE, ni siquiera la de nuestros socios del euro; hoy por hoy, eso corresponde al gobierno español y a todos los españoles. Los ajustes, el arreglo de nuestras finanzas, nuestra seriedad como país son elementos necesarios previos a prepararnos para el futuro, pero no son en sí mismo los que nos preparan. Ajustes los justos y eligiendo de forma exquisita los que no dañen a nuestro aparato productivo, mientras efectuamos las profundas reformas que sabemos debemos hacer. La reforma laboral y la del funcionamiento de las autonomías se ponen a la cabeza del cúmulo de acontecimientos, incontestables e inaplazables, que se precipitan. El ajuste decretado requiere tino en su aplicación, las reformas, velocidad.
El ajuste es la respuesta a los desfases del déficit, pero eso no puede ser todo. Hay que seguir intentando estimular la capacidad motora de la demanda agregada: ajustar gasto e inversiones, pero sabiendo que  es la lucha por la satisfacción de las necesidades reales de las personas el único camino posible a la larga. La economía no puede renunciar al objetivo de eliminar las necesidades y favorecer a los necesitados porque es su esencia y su forma natural de funcionar sin distorsiones. Dice Pigou que el entusiasmo social es el principio (así en singular) de la ciencia económica. Sin el objetivo de cubrir las necesidades no existe la economía. O dicho de otra manera más concreta: si para que la economía fuera bien tuviéramos que prescindir de sanidad pública, jubilación, pensiones asistenciales, subsidios de paro y ayudas a la dependencia, ¿para qué íbamos a querer que la economía fuera bien?… El bienestar mayor de cuantos mas mejor es el único objetivo decente de la economía y de la política.


Javier Oroz Elfau